155Marcelo ya había pasado por esto muchas veces antes, pero no con personas que le importaban así que esto era un poco difícil de hacer y tener éxito de no volar por las aires.—Calma —murmuró Marcelo, leyendo la tensión en la postura de Callum—. Si queremos sacarla de esta, tenemos que pensar y actuar con frialdad.Con un movimiento controlado, Marcelo se adentró más en la oscuridad, manteniéndose lo más bajo posible, mientras uno de sus hombres lo cubría desde atrás. Cuando estuvo a una distancia prudente, comenzó a hablar con una voz baja y serena para no asustarla.—Isabel… soy yo, Marcelo. ¿Te acuerdas de mí? Voy a ayudarte, pero necesito que sigas mis instrucciones al pie de la letra, ¿de acuerdo? —le dijo Marcelo con voz suave y arrullante.Isabel, apenas consciente de su entorno, escuchó su voz y alzó la mirada. Entre el miedo y la confusión, apenas logró asentir. Sus piernas temblaban, y el peso del chaleco la hacía sentir que no aguantaría mucho más.Marcelo se acer
156.Marcelo, con el rostro en tensión y los puños apretados, miró a Isabel con una mezcla de preocupación y determinación.—Hermano, tienes que calmarte. Déjame hablar con Isabel —dijo Marcelo con voz firme— ella nos puede ayudar.Maximiliano tragó nervioso y miraba la entrada del lugar queriendo entrar de una vez, pero sabiendo que era contraproducente.—Escuchemos a Isabel —opina Tomás, quien tenia así lado a Fabricio— seguro tiene algo que nos ayude a rescatar a Julie.Marcelo dirigió su mirada oscura como el cielo nocturno hacia Isabel, estaba aún poco mas tranquila, pero miraba a todos lados esperando que el enemigo saltara de entre los matorrales.—Isabel, necesito que pienses detenidamente y me describas esa habitación. ¿Cómo es? ¿Recuerdas cómo llegar hasta ella? —comienza su interrogatorio con voz suave casi hipnótica.Isabel asintió débilmente, sabiendo que puede recordar los detalles a la perfección.—Puedo hacerlo —esta vez lo dijo en voz alta.Marcelo le dio una
157Giselle, con su característico sigilo, salió al pasillo. Escuchó unos pasos firmes acercándose, y con la misma agilidad y destreza de siempre, se pegó a la pared, preparándose para interceptar al último hombre. —¿Tienes noticias? —pregunta Marcelo en su oído, todos se quedaron esperando y escuchar el silencio del otro lado solo los ponía más nerviosos. Excepto Marcelo y su equipo, quienes estaban esperando la señal para entrar cuando Giselle neutralizó la mayoría de los hombres enemigos del ruso.Esta vez, debía ser aún más cuidadosa. Uno de los hombres de Dimitri, Sergei, se encontraba aún en la habitación junto a Julieta, y cualquier ruido inesperado podría alertarlo. Ya el hombre había mandado a dos de sus hombres a merodear y ella los neutralizó con facilidad, pero no podía confiarse.El último guardia de Julieta salió del cuarto hablando en ruso por radio, aparentemente despreocupado. Giselle, aprovechando su descuido, se deslizó detrás de él y lo neutralizó con la preci
158Giselle aún la miraba asustada por su grito, no había sangre o heridas que ella pudiera ver y no entendía que le pasaba.—Está bien, te sacaré de aquí —dijo con determinación— ya estás a salvo, Marcelo y Max me enviaron por ti. Están afuera esperándote —las palabras de Giselle, sobre todo el nombre de Max fue lo que la hizo reaccionar del todo.—Isabel… ella —Julieta trató de tragarse su sollozo, pero no pudo.Se colocó de rodillas a su lado y pasó el brazo de Julieta por su propio hombro, ayudándola a incorporarse. —Ella está bien ya está con los chicos. Aguanta, ¿de acuerdo? Necesito que camines un poco, pero si no puedes, te cargaré —añadió, mientras sentía el peso de la embarazada sobre su cuerpo— soy muy fuerte —dice en broma tratando de aligerar el ambiente.—Puedo… caminar… creo —respondió Julieta jadeando de esfuerzo y dolor, aunque su voz apenas era un susurro. Giselle no estaba convencida, pero no discutió. Lentamente la ayudó a ponerse de pie, sosteniéndola c
159Cuando llegaron al punto de encuentro con los demás, Giselle abrió la puerta trasera de la camioneta revelando a Julieta, dejando entrar el aire fresco que le confirmó que estaban cerca de la salida de la mansión. Julieta dejó escapar un suspiro de alivio, aunque seguía apoyándose en ella, demasiado débil para mantenerse completamente erguida en el asiento. —Casi te sacamos de este lugar —murmuró Giselle, escaneando el área con la pistola lista— estarás bien.—Ya regresó, voy por Max —dijo Marcelo, antes de abrir la camioneta e irse— cuídala —dijo por ultima vez.De repente, pocos minutos después de estar ellas solas y cuando se estaban acercando Tomás, Fabricio, Callum con Isabel en brazos un disparo rompió la tranquilidad de la noche, resonando como un trueno. Julieta se le detuvo la respiración en seco, jadeando de terror, mientras Giselle se giraba rápidamente en dirección al sonido, lista para disparar. Antes de que pudiera reaccionar, una figura emergió de las sombras y
160Max fue sacado de la camioneta en ese momento justo detrás de ella que estaba aprendiendo la calma, él estaba tambaleándose, mientras un médico intentaba evaluar la herida en su costado y él se alejó para llegar a ella, pero no pudo llegar muy lejos. Su rostro estaba pálido, y la sangre empapaba su camisa, pero él apenas parecía notarlo. Sus ojos solo buscaban a Julieta. —¡Julieta! —llamó, su voz débil, pero cargada de desesperación. Ella giró la cabeza hacia él, extendiendo una mano temblorosa. —¡Estoy aquí…! —logró decir, entre lágrimas y un gemido de dolor le atravesó como un rayo—. Max… no me dejes… no puedo hacer esto sola… hicimos… hicimos ese curso ¿Recuerdas? —dijo desesperada.Claro que lo recordaba, eran días tranquilos en aquel entonces que los hizo conectarse aún nivel más personal y no físico como al comienzo de su relación.Los médicos intentaron intervenir. —Señora, él tiene que atender su herida. Señor, tiene que venir con nosotros para tratar la h
161.El quirófano estaba impregnado de un tenso silencio, roto solo por el sonido rítmico de las máquinas monitoreando los signos vitales de Maximiliano Hawks inconsciente en la mesa de operaciones. La bala había causado más estragos de los previstos: la bala se había deformado y uno de los fragmentos había rozado peligrosamente su riñón derecho, lo que complicaba la operación. El equipo médico, liderado por el Dr. Álvarez, trabajaba con rapidez y precisión, pero la tarea se había complicado aún más cuando notaron algo preocupante en las imágenes: rastros evidentes de células cancerígenas. —El paciente tiene cáncer, probablemente en tratamiento—dijo Álvarez, ajustando su máscara con nerviosismo— ¡llamen a oncología!—¿Afectará la cirugía, doctor?—preguntó una de las enfermeras, con el ceño fruncido. —Todo afecta. Pero no vamos a rendirnos ahora—respondió el doctor mientras señalaba al anestesiólogo que estabilizara los niveles— hay que salvarle la vida a este hombre a ver si pue
162Isabel abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz tenue de la habitación. Le tomó varios segundos orientarse. Todo parecía un sueño, desde el olor a desinfectante hasta el suave murmullo de las máquinas a su alrededor. Sintió un peso cálido en su mano, pero al intentar moverla, descubrió que estaba atrapada. Giró la cabeza con dificultad y lo vio. Callum estaba allí, sentado junto a la cama, con la cabeza inclinada en un ángulo incómodo sobre el colchón. Su cabello desordenado caía sobre su frente y hombros, y su rostro descansaba en una expresión tranquila, muy diferente al hombre fuerte y serio al que estaba acostumbrada. Su nariz larga y fina le daba un aire aristocrático, y sus labios gruesos, ligeramente entreabiertos, parecían vulnerables, casi como si también estuviera agotado por todo lo que habían pasado. Por un momento, Isabel no pudo apartar la mirada. “¿Cómo alguien como él puede estar aquí, conmigo, después de todo?” se preguntó, con una mezcla de asom