139—Estas son solo muestras, pero te aseguro que la calidad es impecable. Este zafiro sería perfecto para el vestido que simula el océano. —Tomás rozó la tela con una sonrisa de satisfacción—. Es como si estuviera viva, como si reflejara cada curva, cada movimiento.Verónica cerró los ojos por un momento y movió la tela entre sus dedos. Podía imaginarse la sensación al moverse bajo las luces, las miradas de admiración del público, el sonido de los aplausos que llegaría al final.—Perfección —dijo, abriendo los ojos con determinación—. Si cada vestido es una obra de arte, el evento entero será un museo viviente, un espectáculo de opulencia y sofisticación. Y, amor, yo no me conformo con menos. Sabía que eras el hombre perfecto para este trabajo.Tomás sonrió, su energía renovada por la pasión de Verónica. Cada palabra de ella parecía avivar aún más el fuego que sentía por su trabajo.—Tengo ideas para cada una de las Drags —dijo él mientras repasaba los boce
140El hombre a través del teléfono se hecho a reír como si la pregunta de Max fuera lo más gracioso del mundo.—Oh, vamos, Max. No hace tanto que rechazaste hacer negocios conmigo, ¿o me equivoco? —dijo con burla enmascarando su enojo— Dimitri Antonov. Aunque, claro, como cambiaste de idea a última hora tal vez me enviaste al fondo de tu mente… pero te dije que te ibas a arrepentir.Maximiliano sintió una oleada de adrenalina al escuchar el nombre. Dimitri Antonov. Recordaba perfectamente a ese hombre. A comienzos de año había considerado hacer negocios con él, hasta que descubrió, tras una investigación detallada y exhaustiva, que Dimitri tenía profundos lazos con la mafia rusa. Max había dado aviso a las autoridades, cancelando el contrato de inmediato. Y ahora, el hombre a quien había intentado sacar de su vida estaba al teléfono, lleno de rencor.—Dimitri… —murmuró Max, intentando mantener la calma—. Devuélveme a Julieta. Ella no tiene nada que ver con esto —dijo Max, el pavo
141Fotos… fueron fotos de Callum con otra mujer, lo que destrozó el corazón y las ilusiones de Isabel Scott en mil pedazos. Arabella Whitford. La figura elegante y conocida en los círculos de la nobleza, con quien Callum compartía lo que parecían ser momentos íntimos y privados. En una de las fotos, ambos aparecían riendo en una cena, con una expresión en sus rostros que Isabel alguna vez creyó reservada solo para ella.Una ola de náuseas le recorrió el estómago al ver otra imagen: Callum, con el traje que había visto esa misma mañana, inclinado hacia Arabella, en lo que parece que la besa. Era él, no había dudas. El hombre que ella amaba y en quien había confiado estaba con otra, mientras ella, en casa, lo esperaba llena de ilusión y que esperanza.Isabel sintió como si el mundo se derrumbara bajo sus pies. Las lágrimas comenzaron a brotar, calientes y abundantes, dejando un rastro de dolor en sus mejillas. Cada vez que parpadeaba, el rostro de Callum y Arabella se le aparecía, cl
142El cuarto de Julieta era oscuro y silencioso, una jaula lujosa pero sin vida. Habían pasado varios días desde que la habían traído aquí, y la monotonía, junto con el aislamiento, comenzaba a desgastarla. Julieta sentía su paciencia agotarse y la necesidad de encontrar una salida, pero, con cada intento de resistencia, la vigilancia a su alrededor solo se hacía más fuerte.Esa tarde, mientras se mantenía despierta en la penumbra, oyó el sonido pesado de la puerta abriéndose. Entró la mujer robusta, con su andar firme y esa expresión de indiferencia que siempre traía consigo. En sus brazos, sostenía un vestido de noche negr.o, simple y elegante, que dejaba claro que no era cualquier atuendo.—Vístase —dijo la mujer, dejando el vestido sobre la cama. Su tono era frío y definitivo, con un fuerte acento ruso que hacía sus palabras aún más ásperas—. El señor la espera para cenar, tiene dos horas.Julieta la miró con desafío y negó con la cabeza, frunciendo el ceño.—No pienso ir —re
143Tomás había pasado noches enteras en su taller, apenas permitiéndose un descanso en su obsesión por que cada detalle fuera perfecto. La emoción y la presión del próximo show lo mantenían en vilo, tanto que apenas notaba el cansancio acumulado. Fabricio aparecía en el taller cada día sin falta, con una sonrisa tranquila y una bolsa llena de comida. Cada vez que le dejaba una bandeja con algo nutritivo y equilibrado, algo que lo mantuviera fuerte, Tomás sentía que su corazón latía más rápido, llenándose de gratitud y amor. Nunca dejaba de pensar en los cuatro largos años que había esperado para estar con él, y ahora, allí estaba Fabricio, cuidándolo y apoyándolo como siempre había deseado.Tomás miraba a Fabricio de reojo mientras devoraba la ensalada y los bocados de proteínas que él le traía. En esos momentos, sentía que nada podría salir mal, que todo tenía sentido. Sin embargo, aquella mañana, cuando apenas comenzaba a organizar algunas telas, su nuevo asistente, Carmelo, lleg
144Tomás tenía el teléfono en la mano de forma temblorosa, apenas asimilando las palabras de Maximiliano. Su mente, normalmente rápida y organizada, parecía un caos mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar. En el silencio de su taller, el zumbido de las máquinas parecía apagarse, y Tomás sintió que su entorno se desvanecía.Fabricio, que estaba cerca, percibió el shock en el rostro de Tomás y se acercó sin decir palabra, ofreciéndose como un pilar de apoyo. Tomás se apoyó en él, inhalando profundamente en un intento de calmar el nudo de ansiedad que se formaba en su pecho. Agradeció en silencio la presencia de Fabricio, pero su rostro pronto se llenó de furia y determinación.—¿Qué demonios ha pasado, Max? ¿Dónde está Julieta? —exigió Tomás, con un tono que revelaba una mezcla de desesperación y rabia.Del otro lado del teléfono, la voz de Max sonaba agotada pero firme.—No puedo explicarte todo por aquí, Tomás. Esto es demasiado serio para una llamada. Ven a la To
145En la nocheHoras después, Callum llegó a la casa. Su rostro reflejaba un cansancio profundo, y al mirar su teléfono, se dio cuenta de que estaba sin batería, lo que explicaba por qué no había recibido las llamadas de Isabel. Al entrar, el silencio lo envolvió de inmediato; una quietud pesada, casi tangible, que parecía gritar la ausencia de ella. —Isabel… —su frase fue interrumpida cuando miró la mesa y notó la cena intacta, las velas consumidas hasta casi apagarse. Todo parecía una fotografía de una noche que había sido preparada con esmero, pero interrumpida en el momento de su apogeo.Sintió una punzada de culpa atravesarle el pecho. Había intentado ponerse en contacto con Isabel al ver la hora, consciente de que su conversación con Arabella se había extendido mucho más de lo previsto. Aunque no sentía nada por ella, la inesperada llamada de Arabella para hablar de Terrence lo hizo perder la noción del tiempo y, de alguna manera, lo habían atrapado. Sin embargo, ahora, vie
146En la nocheIsabel subió al primer autobús que encontró, apenas alcanzando a comprar su boleto antes de que las puertas se cerraran. El destino no le importaba; en realidad, ni siquiera se había dado cuenta de que el cartel decía “Montana”. Sólo quería irse, huir de Nueva York antes de que la ciudad, junto con todos los recuerdos que dejaba atrás, la asfixiara completamente.Pagó el boleto en efectivo, usando el dinero que la madre de Callum le había dado, y en ese instante sintió que cortaba el último lazo con todo lo que había conocido. Mientras se acomodaba en el asiento junto a la ventana, las lágrimas volvieron a caer, una tras otra, dejando un rastro amargo sobre sus mejillas.No había dejado de llorar desde que tomó la decisión de marcharse.“¿Cómo había llegado a este punto?” Pensó, con Callum había encontrado a alguien que realmente la valorara y la respetara, alguien lo podría amarla sinceramente. Lo idealizó, casi lo idolatró, por cómo la había ayudado cuando su ex