138. Un nudo

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Julieta sintió un nudo en el estómago al escuchar aquello. Las intenciones de este hombre no solo eran claras, sino profundamente perturbadoras. Pero intentó mantenerse firme.

—¿Y mi bebé? —preguntó ella con voz temblorosa, acariciándose el vientre instintivamente—. ¿Qué… qué va a pasar con ella? Somos inocentes en este juego retorcido que armaste.

El hombre sonrió de nuevo, sin rastro de piedad en su mirada.

—Eso depende de Maximiliano. Yo me aseguraré de que tengas todo lo que necesites… siempre y cuando él cumpla mis exigencias —le deja claro el hombre— te recomiendo que guardes la calma, linda flor.

—Mi nombre es Julieta, no flor —se enojó Julieta por su voz condescendiente.

Con eso, dio media vuelta, como si la conversación ya hubiera terminado, y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se detuvo y, sin volverse, añadió en voz baja:

—Te sugiero que comas, Julieta. La flor que crece en tu vientre merece nacer fuerte —le recomienda, pero suena a orden.

Luego, sin decir m
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