115. Apariciones

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Tomás y Fabricio regresaron la noche siguiente para cenar con ambos y Max estaba callado, pero ya no era hostil. Trató de entablar una conversación trivial y Fabricio le dejó, no así con Tomás, que estaba más reticente de dejarlo entrar en su círculo privado luego de su comportamiento con Julieta todos estos años. Entendía y respetaba a Julieta por hacer esto por Max, pero no veía porque vivir aquí con él cuando pudo regresar a Nueva York con él o a Londres con sus padres.

En un momento en que Julieta se disculpó para ir al baño, Maximiliano se sinceró con ambos.

—Lo siento… sé que me he comportado como un idiota —Max traga saliva nervioso— puede que no la merezca, de hecho, sé que no, pero sé que es mía y la amo y la voy a recuperar a ella y criaremos nuestro hijo juntos.

—Si ella te acepta no tengo nada que decir, hazla llorar y conocerás el infierno —advierte Tomás, señalándolo con el índice en una clara amenaza— ya basta de que llore por ti, me la llevaré lejos y haré que
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