123—No pude, me casaron una semana después y… estando allí me enteré de mi embarazo —los recuerdos ponían a Arabella triste y desolada— había llegado a un acuerdo con mi familia y lo cumplí, ahora que soy viuda y que Terrence pregunta por ti soy libre de buscarte y eso hice.—Todo esto es… increíble… un hijo —Callum aún no puede creerlo— tienes alguna… ¿foto?—¡Sí! —ella se mostraba entusiasmada y le mostró cientos de fotos y Callum estaba maravillado y triste por perderse las etapas de su hijo.Callum estaba sentado frente a Arabella en el elegante restaurante mirando la foto de su pequeño con un sonrisa enorme frente a la pantalla, Callum no dudó y se lo paso a su teléfono para mostrárselo a Isabel mas tarde. Había pasado mucho tiempo desde que la última vez que se vieron, y aunque sus palabras eran amables, la expresión de Arabella revelaba algo diferente. A medida que cenaban, y ella le contaba de su hijo esperó el momento ideal para decirle lo que había venido a buscar con e
124 Las luces del taller de diseño en Nueva York permanecían apagadas, sumiendo en una penumbra vacía el espacio que solía ser el corazón creativo de la firma de Tomás Weaver. Antes, aquel lugar era una sinfonía de voces y sonidos: máquinas de coser, risas, conversaciones animadas sobre colores y telas. Pero hoy, había un silencio desolador. Las últimas semanas lo habían transformado todo.A pesar de la aceptación pública y el respaldo de muchos en las redes, los rumores y la tensión se filtraron a su entorno. Los periodistas y las redes sociales se dividieron entre elogios y críticas, pero lo peor llegó desde su propia casa, en Londres. Su madre, Lady Eleanor Weaver, enfureció con la revelación de su hijo. Y cuando Tomás decidió no responder a sus reproches, ella orquestó su propia venganza.—Esa abominación no va a seguir pisoteando nuestro apellido —dijo Eleanor enojada, tanto que la habitación donde estaba parecía que había pasado un huracán categoría 5.La gota que colmó el v
125 En ese instante, Fabricio se inclinó hacia él y lo tomó de la mano. Su toque fue firme, transmitiendo una sensación de estabilidad y calma. —No vas a rendirte, no te dejaré. Este es tu sueño, tu vida. Si algo se ha caído, lo reconstruiremos, ¿entiendes? —le dijo, con una determinación inquebrantable en sus ojos. —Yo… —Tomás se veía roto y vulnerable, Fabricio jamás lo había visto así de esa manera tan cruda. La máscara alegre de Tom se había caído y ahora quedaba este hombre herido y desilusionado casi como si fuera un niño pequeño— no estoy seguro de que funcione, Fabri. Tomás sabía que era odiado por su familia y siempre pudo enmascararlo con alegría y risas… chistes y amor por parte de sus amigos, en especial Julieta, siempre contó con ella y su familia a pesar de saber quién era en verdad. Nunca les importó. Menos mal ella no estaba en el país o pondría en su lugar a todos aquellos que lo herían. Así es como era su amistad. Fabricio se levantó y, sin soltar la ma
126 Al amanecer, la luz se colaba tímidamente entre las cortinas y el primer reflejo hizo que Isabel despertara despacio. Cuando abrió los ojos, notó que estaba en su cama, arropada, y a su lado estaba Callum, con su brazo aún envolviéndola, profundamente dormido. Era raro verlo así, relajado y a su lado, algo que no ocurría con frecuencia. Recordó vagamente la noche anterior, la tensión, el dolor y las lágrimas que había derramado; sentir su cuerpo junto a ella ahora, casi la tranquilizaba… aunque sabía que necesitaban hablar. Un rato después, Callum comenzó a moverse, y en cuanto abrió los ojos y la vio despierta, esbozó una sonrisa leve y le acarició la mejilla. —Buenos días —murmuró suavemente. Isabel lo miró, aún con el peso de la incertidumbre en su rostro, pero le respondió en un tono apacible: —Buenos días —Hubo un silencio corto, pero significativo. —Hoy me tomé el día libre. Necesitamos hablar —Callum se adelantó a explicar su presencia en casa, adivinando sus p
127Julieta caminaba de un lado a otro en el pasillo del hospital. Llevaba una hora esperando a que Max terminara sus exámenes y, para matar el tiempo y calmar su antojo, se dirigió a la máquina expendedora de snacks. Sin embargo, la dichosa máquina decidió robarle su dinero y dejarla sin sus papas.Frunciendo el ceño, Julieta golpeó el vidrio de la máquina con frustración. —¡Vamos! ¡Dame mis papas! —murmuró enojada— ¡Eres una mala máquina! ¡Secuestra papas! El pasillo estaba vacío, y ella aprovechó para darle un par de golpes más. Pero nada, la máquina se negaba a darle sus papas. Estaba dispuesta a abandonar la misión e ir por un sándwich en la cafetería, pero no es lo que quería. Además odiaba alejarse de Maximiliano cuando estaba con sus exámenes de revisión. Estaba tan perdida en sus pensamientos cuando de repente alguien, desde el otro lado, dio un golpe fuerte en el vidrio de la máquina. Julieta dio un respingo, protegiendo instintivamente su creciente barriga, y dio un
128Habían pasado tres días desde que encontró a Isabel dormida en el sofá luego de llorar por horas y ahora era Callum respiró hondo antes de entrar a la sala donde Arabella y Terrence lo esperaban. Había ensayado mil veces en su mente cómo quería que fuera este momento, le hubiera gustado que Isabel estuviera con él y poner a raya sus pensamientos oscuros y su ansiedad, pero Arabella insistió en que fuera solo por el bien de Terrence.—Aquí vamos —susurró para él mismo antes de entrar.Nada lo había preparado para el impacto de ver a su hijo por primera vez. Terrence, con sus rizos oscuros tapando un poco sus ojos, que parecían observarlo con una mezcla de curiosidad y desconfianza, lo miró en silencio desde el sofá.—Terrence, ¿Recuerdas lo que hablamos en la mañana? —dijo Arabella dulcemente— bueno lo traje hasta nosotros —usó la palabra “nosotros” a propósito— él es… tu papá —dijo Arabella suavemente, colocando una mano en el hombro del niño.Hubo un momento de silencio, el c
129Julieta estaba en la cafetería del hospital comiendo algo cuando Jameson se acercó a ella y comenzaron a reír, quién le contaba una de sus últimas anécdotas en el trabajo. La risa de ella resonaba por el lugar, y su expresión era tan natural y relajada que llamaba la atención de quienes estaban alrededor.“Siempre es tan hermosa” pensó Jameson, sin importarle que ella esté embarazada de otro hombre. Siempre estuvo enamorado de Juliette.“Si tan solo ella me diera una oportunidad le haría muy feliz” siguió divagando el hombre en su mente.Max, que acababa de entrar, la observaba desde una esquina. Frunció el ceño al ver la familiaridad entre ellos. “¿Desde cuándo ese era tan gracioso?” pensó, con una punzada de molestia y celos. Ya era la tercera vez que se encontraba a Jameson cerca de Julieta y sin importar que le dijera, él no dejaba de visitarla, enviarle flores o comida al hospital.Sin esperar más, caminó hacia su mesa con pasos seguros y sin perder de vista a Julieta, quien
130La tienda de bebés era un mar de colores pastel y risas suaves. Julieta se movía de un lado a otro, observando los estantes repletos de cunas, juguetes y todo lo necesario para la llegada de su pequeña. Sin embargo, cada pocos segundos, su mirada se desviaba hacia los costados, una sensación incómoda de ser observada la invadía. Se frotó la nuca, intentando calmarse.Maximiliano, que la acompañaba, notó su inquietud. Su expresión se tornó seria mientras la observaba. Con un gesto sutil, sacó su teléfono y envió un mensaje a Marcelo, su jefe de seguridad. “Julieta se ve inquieta. Mantén un ojo en los alrededores.”—¿Estás bien? —le preguntó, su voz suave contrastando con la tensión que sentía al ver que ella miraba constantemente a su alrededor.Ella giró la cabeza, desorientada cuando lo escuchó y supo que la pregunta era para ella. —Sí, claro. Solo… es la emoción de comprar las cosas para la bebé. —Su tono era distraído, y aunque sus ojos se iluminaban al mirar una cuna blan