126 Al amanecer, la luz se colaba tímidamente entre las cortinas y el primer reflejo hizo que Isabel despertara despacio. Cuando abrió los ojos, notó que estaba en su cama, arropada, y a su lado estaba Callum, con su brazo aún envolviéndola, profundamente dormido. Era raro verlo así, relajado y a su lado, algo que no ocurría con frecuencia. Recordó vagamente la noche anterior, la tensión, el dolor y las lágrimas que había derramado; sentir su cuerpo junto a ella ahora, casi la tranquilizaba… aunque sabía que necesitaban hablar. Un rato después, Callum comenzó a moverse, y en cuanto abrió los ojos y la vio despierta, esbozó una sonrisa leve y le acarició la mejilla. —Buenos días —murmuró suavemente. Isabel lo miró, aún con el peso de la incertidumbre en su rostro, pero le respondió en un tono apacible: —Buenos días —Hubo un silencio corto, pero significativo. —Hoy me tomé el día libre. Necesitamos hablar —Callum se adelantó a explicar su presencia en casa, adivinando sus p
127Julieta caminaba de un lado a otro en el pasillo del hospital. Llevaba una hora esperando a que Max terminara sus exámenes y, para matar el tiempo y calmar su antojo, se dirigió a la máquina expendedora de snacks. Sin embargo, la dichosa máquina decidió robarle su dinero y dejarla sin sus papas.Frunciendo el ceño, Julieta golpeó el vidrio de la máquina con frustración. —¡Vamos! ¡Dame mis papas! —murmuró enojada— ¡Eres una mala máquina! ¡Secuestra papas! El pasillo estaba vacío, y ella aprovechó para darle un par de golpes más. Pero nada, la máquina se negaba a darle sus papas. Estaba dispuesta a abandonar la misión e ir por un sándwich en la cafetería, pero no es lo que quería. Además odiaba alejarse de Maximiliano cuando estaba con sus exámenes de revisión. Estaba tan perdida en sus pensamientos cuando de repente alguien, desde el otro lado, dio un golpe fuerte en el vidrio de la máquina. Julieta dio un respingo, protegiendo instintivamente su creciente barriga, y dio un
128Habían pasado tres días desde que encontró a Isabel dormida en el sofá luego de llorar por horas y ahora era Callum respiró hondo antes de entrar a la sala donde Arabella y Terrence lo esperaban. Había ensayado mil veces en su mente cómo quería que fuera este momento, le hubiera gustado que Isabel estuviera con él y poner a raya sus pensamientos oscuros y su ansiedad, pero Arabella insistió en que fuera solo por el bien de Terrence.—Aquí vamos —susurró para él mismo antes de entrar.Nada lo había preparado para el impacto de ver a su hijo por primera vez. Terrence, con sus rizos oscuros tapando un poco sus ojos, que parecían observarlo con una mezcla de curiosidad y desconfianza, lo miró en silencio desde el sofá.—Terrence, ¿Recuerdas lo que hablamos en la mañana? —dijo Arabella dulcemente— bueno lo traje hasta nosotros —usó la palabra “nosotros” a propósito— él es… tu papá —dijo Arabella suavemente, colocando una mano en el hombro del niño.Hubo un momento de silencio, el c
129Julieta estaba en la cafetería del hospital comiendo algo cuando Jameson se acercó a ella y comenzaron a reír, quién le contaba una de sus últimas anécdotas en el trabajo. La risa de ella resonaba por el lugar, y su expresión era tan natural y relajada que llamaba la atención de quienes estaban alrededor.“Siempre es tan hermosa” pensó Jameson, sin importarle que ella esté embarazada de otro hombre. Siempre estuvo enamorado de Juliette.“Si tan solo ella me diera una oportunidad le haría muy feliz” siguió divagando el hombre en su mente.Max, que acababa de entrar, la observaba desde una esquina. Frunció el ceño al ver la familiaridad entre ellos. “¿Desde cuándo ese era tan gracioso?” pensó, con una punzada de molestia y celos. Ya era la tercera vez que se encontraba a Jameson cerca de Julieta y sin importar que le dijera, él no dejaba de visitarla, enviarle flores o comida al hospital.Sin esperar más, caminó hacia su mesa con pasos seguros y sin perder de vista a Julieta, quien
130La tienda de bebés era un mar de colores pastel y risas suaves. Julieta se movía de un lado a otro, observando los estantes repletos de cunas, juguetes y todo lo necesario para la llegada de su pequeña. Sin embargo, cada pocos segundos, su mirada se desviaba hacia los costados, una sensación incómoda de ser observada la invadía. Se frotó la nuca, intentando calmarse.Maximiliano, que la acompañaba, notó su inquietud. Su expresión se tornó seria mientras la observaba. Con un gesto sutil, sacó su teléfono y envió un mensaje a Marcelo, su jefe de seguridad. “Julieta se ve inquieta. Mantén un ojo en los alrededores.”—¿Estás bien? —le preguntó, su voz suave contrastando con la tensión que sentía al ver que ella miraba constantemente a su alrededor.Ella giró la cabeza, desorientada cuando lo escuchó y supo que la pregunta era para ella. —Sí, claro. Solo… es la emoción de comprar las cosas para la bebé. —Su tono era distraído, y aunque sus ojos se iluminaban al mirar una cuna blan
131Eleanor, lívida y al borde de lo que parecía un ataque de rabia, lo miró con una mezcla de odio y repulsión.—Debería haberte abortado —espetó, cada palabra cargada de veneno—. Eres una abominación que mancha el legado Weaver. Si tu padre estuviera vivo, la vergüenza ya lo habría matado.Tomás sintió el dolor de sus palabras, pero sabía que era mentira. Teodoro, su padre, lo había amado y aceptado como era, y fue su mayor apoyo mientras vivió. Después de la muerte de Teodoro, había quedado solo en el mundo… hasta que conoció a Juliette y su familia, quienes se convirtieron en el refugio que Eleanor nunca fue.—No me afecta más tu opinión, Eleanor —dijo Tomás con una calma que sorprendió incluso a él mismo—. Y en cuanto al fideicomiso de mi padre, te lo devuelvo con gusto. Eso es solo una limosna ahora, y no pienses que puedes controlarme con dinero. Saldré de esta por mí mismo, y no necesito una esposa insípida para salvar mi reputación.Eleanor lo miró con furia, sus ojos lle
132Julieta se inclinó para mojar el rodillo en la pintura y miró de reojo a Max, quien estudiaba las paredes con una expresión concentrada, pero Julieta sabía que solo quería seguir molestándola.—¿Qué te parece “Esmeralda”? —dijo él, tratando de sonar serio.Julieta arrugó la nariz, entre horrorizada y divertida.—Max, ¿de verdad quieres que nuestra hija se llame como una gema? ¿Qué sigue, “Diamantina”? —Se queja indignada, por todos esos nombres horrendos.Él soltó una risa y se acercó para salpicarla con un poco de pintura en la nariz.—Bueno, ¿y “Gertrudis”? Tiene un aire sofisticado, ¿no? —Siguió diciendo— es distinguido y de la realeza.Llevaba días dándole nombres extraños que conseguía en internet.—¡Ni en tus sueños, Maximiliano Hawks! —Julieta se llevó una mano a la boca, riendo—. Me niego a que nuestra hija cargue con un nombre que parece salido de un cuento de terror.—Bueno, tú mandas… pero solo porque haces esa carita. —Max sonrió, disfrutando de cada mueca que
133El reloj marcaba casi las diez de la noche y la ciudad brillaba a través de las ventanas de la oficina de Tomás. Se encontraba recostado en su sillón, con una copa de whisky en la mano, mientras frente a él, Fabricio servía otra ronda. Ambos lucían agotados, y aunque el alcohol ayudaba a relajar sus tensiones, la conversación seguía siendo seria.Había pasado una semana desde la visita de Eleanor Weaver y era seguro que la mujer quería verlos hundidos, quiso meter en aprietos a Fabricio, pero a pesar de que no era tan importante como los Hawks su empresa era estable y próspera, y ella no iba a poder tumbarla tan fácilmente.—No puedo seguir así, Fabricio —murmuró Tomás, observando su vaso con intensidad—. Si no encontramos una solución pronto, todo lo que construí se irá al demonio.Fabricio asintió, consciente de la carga de su amor. Sabía que Tomás había puesto años de esfuerzo y sacrificio en su empresa, y verlo en ese estado le dolía.—Tal vez lo que necesitas es un cambi