130La tienda de bebés era un mar de colores pastel y risas suaves. Julieta se movía de un lado a otro, observando los estantes repletos de cunas, juguetes y todo lo necesario para la llegada de su pequeña. Sin embargo, cada pocos segundos, su mirada se desviaba hacia los costados, una sensación incómoda de ser observada la invadía. Se frotó la nuca, intentando calmarse.Maximiliano, que la acompañaba, notó su inquietud. Su expresión se tornó seria mientras la observaba. Con un gesto sutil, sacó su teléfono y envió un mensaje a Marcelo, su jefe de seguridad. “Julieta se ve inquieta. Mantén un ojo en los alrededores.”—¿Estás bien? —le preguntó, su voz suave contrastando con la tensión que sentía al ver que ella miraba constantemente a su alrededor.Ella giró la cabeza, desorientada cuando lo escuchó y supo que la pregunta era para ella. —Sí, claro. Solo… es la emoción de comprar las cosas para la bebé. —Su tono era distraído, y aunque sus ojos se iluminaban al mirar una cuna blan
131Eleanor, lívida y al borde de lo que parecía un ataque de rabia, lo miró con una mezcla de odio y repulsión.—Debería haberte abortado —espetó, cada palabra cargada de veneno—. Eres una abominación que mancha el legado Weaver. Si tu padre estuviera vivo, la vergüenza ya lo habría matado.Tomás sintió el dolor de sus palabras, pero sabía que era mentira. Teodoro, su padre, lo había amado y aceptado como era, y fue su mayor apoyo mientras vivió. Después de la muerte de Teodoro, había quedado solo en el mundo… hasta que conoció a Juliette y su familia, quienes se convirtieron en el refugio que Eleanor nunca fue.—No me afecta más tu opinión, Eleanor —dijo Tomás con una calma que sorprendió incluso a él mismo—. Y en cuanto al fideicomiso de mi padre, te lo devuelvo con gusto. Eso es solo una limosna ahora, y no pienses que puedes controlarme con dinero. Saldré de esta por mí mismo, y no necesito una esposa insípida para salvar mi reputación.Eleanor lo miró con furia, sus ojos lle
132Julieta se inclinó para mojar el rodillo en la pintura y miró de reojo a Max, quien estudiaba las paredes con una expresión concentrada, pero Julieta sabía que solo quería seguir molestándola.—¿Qué te parece “Esmeralda”? —dijo él, tratando de sonar serio.Julieta arrugó la nariz, entre horrorizada y divertida.—Max, ¿de verdad quieres que nuestra hija se llame como una gema? ¿Qué sigue, “Diamantina”? —Se queja indignada, por todos esos nombres horrendos.Él soltó una risa y se acercó para salpicarla con un poco de pintura en la nariz.—Bueno, ¿y “Gertrudis”? Tiene un aire sofisticado, ¿no? —Siguió diciendo— es distinguido y de la realeza.Llevaba días dándole nombres extraños que conseguía en internet.—¡Ni en tus sueños, Maximiliano Hawks! —Julieta se llevó una mano a la boca, riendo—. Me niego a que nuestra hija cargue con un nombre que parece salido de un cuento de terror.—Bueno, tú mandas… pero solo porque haces esa carita. —Max sonrió, disfrutando de cada mueca que
133El reloj marcaba casi las diez de la noche y la ciudad brillaba a través de las ventanas de la oficina de Tomás. Se encontraba recostado en su sillón, con una copa de whisky en la mano, mientras frente a él, Fabricio servía otra ronda. Ambos lucían agotados, y aunque el alcohol ayudaba a relajar sus tensiones, la conversación seguía siendo seria.Había pasado una semana desde la visita de Eleanor Weaver y era seguro que la mujer quería verlos hundidos, quiso meter en aprietos a Fabricio, pero a pesar de que no era tan importante como los Hawks su empresa era estable y próspera, y ella no iba a poder tumbarla tan fácilmente.—No puedo seguir así, Fabricio —murmuró Tomás, observando su vaso con intensidad—. Si no encontramos una solución pronto, todo lo que construí se irá al demonio.Fabricio asintió, consciente de la carga de su amor. Sabía que Tomás había puesto años de esfuerzo y sacrificio en su empresa, y verlo en ese estado le dolía.—Tal vez lo que necesitas es un cambi
134Las discusiones con Isabel habían escalado exponencialmente desde que Callum había dicho que llevaría a Terrence con su madre y más fotos seguían saliendo a la luz, tanto de su pasado con Arabella como del presente Isabel aguantaba estoicamente, pero su corazón se estaba resintiendo por todo lo que estaba pasando. Por más que los medios especulaban Callum se mantenía en silencio y le exigió a Arabella lo mismo o su trato se cancelaría. Anhelaba la paz que había conseguido con Isabel y que se le esfumaba de las manos, pero pensaba que solo era una etapaCallum llegó a casa tarde ese día como últimamente estaba empezando a hacer. Terrence estaba eclipsando su vida y Arabella llamaba si Terrence quería verlo o si le necesitaba. Hoy volvía del hospital luego de una reacción alérgica que tuvo luego del colegio.Sabía que Isabel quería que cenará con ella, pero la llamó para cancelar. Callum encontró a Isabel sentada en el sillón, luciendo desganada y con el semblante apagado. Sus ojos y
135Callum quería aplacar sus miedos con su amor y sus caricias, estos meses conviviendo como una pareja normal. Ella es su pareja… su persona.—No voy a olvidarte, Isabel —susurró, su tono firme, pero cargado de tristeza—. Tú eres mi hogar, eres la mujer que amo. Arabella… no puede cambiar eso. Ella tiene un lugar en la vida de Terrence, pero tú tienes el mío, y eso nadie lo puede reemplazar.Sin embargo, las palabras de Callum parecían no tener el efecto esperado. Isabel seguía mirándolo con desconfianza, los pensamientos oscureciendo sus ojos mientras se imaginaba a Arabella aprovechando cada oportunidad para acercarse más a Callum, para robarle esa felicidad que tanto había anhelado construir a su lado.—Entonces, ¿por qué no me dejas conocerlo, Callum? ¡Demuéstramelo! Déjame formar parte de su vida también. Porque así, viéndolos desde lejos como una espectadora, me siento impotente… como si todo lo que construimos fuera una ilusión.Callum suspiró, pasando una mano por su ca
136Nadie lo vio hacer nada, nadie lo escuchó mover un cuerpo inconsciente. A medida que avanzaba, las luces del hospital titilaban, como si la oscuridad estuviera esperando la oportunidad perfecta para apoderarse del lugar. Llevaba a Julieta, la flor más hermosa, sujeta a su voluntad. Sabía que su tiempo había llegado. Aún.En menos de lo que Julieta podría haber sospechado, ya no estaba en el hospital. En su lugar, el hombre misterioso se encontraba en un lugar apartado, oscuro, donde no había testigos que pudieran delatarlo. Allí, todo se había preparado meticulosamente.—¿Estás seguro que es mejor darle un cuarto? —pregunta uno de sus subordinados.La mirada glaciar de ese hombre lo dejó petrificado en el lugar.—Si no estuviera seguro no hubiera ordenado nada —comenta con desdén. Odia las preguntas estúpidas.—Tiene razón, lamento mi torpeza, señor —habla nervioso— si quiere… yo puedo cargarla por usted.Otra mirada asesina es lanzada en su dirección y su nuez de Adán se m
137—Tengo mucho trabajo, madre… tal vez luego —respondió sin dejar de picar su carne— puedo arreglar un espacio en mi agenda cuando Isabel pida sus vacaciones en Hawks Holding y vamos todos.—¿Por qué esperar? —cuestiona Arabella irritada por sus palabras— ella puede llegar después ¿Cierto, querida? Isabel optó por no responder así se viera grosera de su parte. No le importó.—Pueden adelantarse ustedes, Isabel y yo los alcanzamos —respondió Callum despacio.Isabel le dio una mirada de agradecimiento y Callum tomó su mano por encima de la mesa, no pensaba dejarla sola.Después de un rato, Isabel se excusó de la mesa y se dirigió al jardín, en busca de un respiro de tanta falsedad.Caminó por los senderos de piedra hasta que encontró un rincón profundo y alejado, donde una fuente majestuosa dominaba el paisaje. En el centro de la fuente, una escultura de una mujer de piedra sostenía en lo alto una vasija de la que brotaba un suave chorro de agua. Isabel se quedó mirando la f