127. ¡Dame mis papas!

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Julieta caminaba de un lado a otro en el pasillo del hospital. Llevaba una hora esperando a que Max terminara sus exámenes y, para matar el tiempo y calmar su antojo, se dirigió a la máquina expendedora de snacks. Sin embargo, la dichosa máquina decidió robarle su dinero y dejarla sin sus papas.

Frunciendo el ceño, Julieta golpeó el vidrio de la máquina con frustración.

—¡Vamos! ¡Dame mis papas! —murmuró enojada— ¡Eres una mala máquina! ¡Secuestra papas!

El pasillo estaba vacío, y ella aprovechó para darle un par de golpes más. Pero nada, la máquina se negaba a darle sus papas.

Estaba dispuesta a abandonar la misión e ir por un sándwich en la cafetería, pero no es lo que quería. Además odiaba alejarse de Maximiliano cuando estaba con sus exámenes de revisión. Estaba tan perdida en sus pensamientos cuando de repente alguien, desde el otro lado, dio un golpe fuerte en el vidrio de la máquina. Julieta dio un respingo, protegiendo instintivamente su creciente barriga, y dio un
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