114. Disculpas

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Julieta recién estrenaba casa cuando Tomás llegó a su puerta, aún no habían comprado los muebles de todas las habitaciones, pero y tenían dos habitaciones listas que eran las que usaban Max y ella. Pero eso no le impidió sentir alegría cuando vio su mejor amigo y un hombre de cabello castaño rojizo y ojos marrones claros fríos.

—¡Sorpresa! —grita Tomás de alegría.

—Santo bacalao, ¡estás vivo! —Exclama Julieta lanzándose en sus brazos— no vuelvas a asustarme de esa manera.

La mirada de Fabricio se suaviza al notar lo preocupada que estaba la chica por Tomás.

—Lo siento, necesitaba… tiempo —trata de explicar Tomás.

—No hace falta que te expliques lo sé… eso no deja que de igual manera me preocupe —le dijo en tono de regaño, y habían lágrimas en sus ojos.

¡Estúpidas hormonas del embarazo!

—No llores, Juls —Tom la abraza de inmediato y ella se siente tranquila una vez que su amigo acaricia su espalda.

—Pero pasen, pasen… estoy siendo grosera al dejarlos afuera —aspira un poc
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