115 Tomás y Fabricio regresaron la noche siguiente para cenar con ambos y Max estaba callado, pero ya no era hostil. Trató de entablar una conversación trivial y Fabricio le dejó, no así con Tomás, que estaba más reticente de dejarlo entrar en su círculo privado luego de su comportamiento con Julieta todos estos años. Entendía y respetaba a Julieta por hacer esto por Max, pero no veía porque vivir aquí con él cuando pudo regresar a Nueva York con él o a Londres con sus padres. En un momento en que Julieta se disculpó para ir al baño, Maximiliano se sinceró con ambos.—Lo siento… sé que me he comportado como un idiota —Max traga saliva nervioso— puede que no la merezca, de hecho, sé que no, pero sé que es mía y la amo y la voy a recuperar a ella y criaremos nuestro hijo juntos.—Si ella te acepta no tengo nada que decir, hazla llorar y conocerás el infierno —advierte Tomás, señalándolo con el índice en una clara amenaza— ya basta de que llore por ti, me la llevaré lejos y haré que
116Julieta miraba a Isabel con desdén mientras ella la ignoraba deliberadamente.—¿Qué haces aquí? —cuestiona Max, cambiando su semblante relajado por uno más frío y cruel al ver a su “prometida”La mujer tiene la realidad alterada, eso era seguro.—Maximiliano —dijo, ignorando por completo la presencia de Julieta—. Me alegra verte bien. Vine a Ginebra para estar a tu lado, como siempre prometí que lo haría. Tranquilo he retrasado la boda por ti enfermedad, pero en cuanto te sientas bien podemos proceder con todo —la alegría que trataba de hacer ver nada tenía que ver con sus ojos llenos de desprecio por la pareja.Ella no iba a ser públicamente humillada por esos dos idiotas, “Maximiliano Hawks se casara conmigo así se lo ultimo que haga.” Pensó la mujer enojada.Julieta sintió cómo su corazón se aceleraba. Aunque sabía que Max nunca sintió nada por Liliane, la idea de que ella estuviera allí, buscando ocupar un lugar que claramente no le pertenecía, la llenaba de incertidumbr
117La mañana en la ciudad era fría y nublada. Isabel, acostumbrada a la quietud en el ambiente que la relación con Callum le brindaba y se estaba viendo eclipsado por su trabajo, no sabía si sus padres tenían algo que ver con eso, pero le preocupaba, él siempre lo minimizaba y le regalaba una sonrisa que no llegaba a sus ojos cansados y eso le dolía porque no se apoyaba en ella tanto como él le pedía lo mismo.A Isabel le pesaba no poder ayudar más a Callum, él mismo la estaba dejando fuera. Isabel había tenido miedo de acertar en su sospecha así que aun no iba al médico.Esa tarde había ido a recoger el correo y lo seleccionó como siempre hacía. Casi trabajaba en casa porque su jefe no estaba y tenía un horario flexible que podía manejar desde casa mientras él se curaba con Julieta en ginebra y a ella eso le hacía muy feliz. No había perdido la comunicación con su amiga y luego de lo que Julieta hizo, eso simplemente las unió más, Isabel sentía una profunda fidelidad por Julieta Bea
118El tiempo pasó de una forma extraña en Ginebra. Los días se alargaban, pero al mismo tiempo, las semanas parecían desvanecerse en un suspiro. Cada mañana comenzaba igual: Max tomaba su medicación, y Julieta despertaba con el leve movimiento de su bebé dentro de ella. Ambos habían caído en una rutina donde los pequeños momentos lo eran todo.Maximiliano había comenzado a leer todo lo que podía sobre ser padre. Los libros se apilaban a su lado, y aunque a veces se le veía agotado por el tratamiento experimental, su emoción era evidente cada vez que compartía algún nuevo dato con Julieta.—¿Sabías que los bebés pueden escuchar desde el vientre a partir de la semana 24? —le decía con una sonrisa, su voz aún ronca por las náuseas que lo atacaban por las mañanas.Julieta se reía suavemente, apoyada en el sofá junto a él, con una mano acariciando su creciente pancita.—Entonces es oficial, a partir de ahora vas a leerle los libros en voz alta —bromeaba, mientras Max la miraba con una mez
119Isabel no sabía como manejar la noticia del hijo de Callum, él enseguida levantó el teléfono y le miraba mientras hablaba por quién sea que esté del otro lado del celular le dijo que no se preocupara por nada que él resolvía todo. A veces recibían correos de ese tipo, pero el remitente nunca tenía un sello de una familia aristocrática y eso le asustaba a Isabel.Un hijo… estando encerrada en su cuarto, esperando que llegue Callum puso la mano en su vientre sintiendo el peso de sus sospechas. Se quedó dormida esperando al duque y este no llegó. No pudo apartarse del teléfono en toda la noche tratando de comunicarse con Arabella.Los días pasaron en un susurro inquieto para Callum e Isabel. Habían aprendido a construir una burbuja de calma a su alrededor, alejados de las miradas críticas y las opiniones no solicitadas.
120El sonido de la oficina parecía más bullicioso de lo habitual. Tomás se había acostumbrado a los murmullos y comentarios sobre su vida personal, pero esta vez sentía una creciente presión. Finalmente, Gretchen, su jefa de relaciones públicas, le había pedido una reunión en persona.Gretchen era una mujer hermosa de cabello rojo como el fuego y piernas de infarto, hasta a Tomás se le iba la mirada cuando la veía, era una mujer muy hermosa y ella lo sabía. También era muy buena en su área de trabajo sino es que la mejor y es por eso que estaba sentada frente a él con uno de sus trajes de falda y chaqueta todo negra, con un apretado moño y sus lentes de montura. Miraba a su celular mientras recibía un correo con cualquier información que necesite.—Me alegra que podamos concertar esta cita, te dije que las cosas se podían salir de control y lamentándolo mucho ningún actor ha salido con las nalgas al aire para que tu noticia sea pasada por alto —dijo Gretchen directa al grano como s
121 Mientras salía de la oficina, Tomás pensaba en la charla que tendría con Fabricio esa noche. Sabía que sería una conversación difícil, pero quería proteger su relación, tanto de los periodistas como de las dudas o tensiones que podrían surgir entre ellos. La cafetería era discreta, de esas que se esconden en callejones donde casi nadie se detiene, justo como a Fabricio le gustaba. Sin embargo, la expresión de Tomás decía lo contrario: sus ojos reflejaban ansiedad y sus dedos tamborileaban sobre la mesa sin descanso. —Tenemos que hablar, Fabricio —dijo Tomás, rompiendo el silencio con un suspiro profundo. Fabricio levantó la vista, su semblante serio como siempre, pero esta vez había algo de cansancio en su mirada. —No es la primera vez que hablamos de esto, Tomás —respondió con voz calma, pero sus ojos denotaban tensión—. Ya sabes lo que pienso sobre hacer pública nuestra relación. Tomás respiró hondo, tratando de mantener la paciencia. Sabía que Fabricio era reservado,
122Isabel trató de apoyar a Callum lo más que pudo así que él se sintió en deuda… contar una historia que creía enterrada y olvidada.Isabel lo miró en silencio, esperando que él dijera algo más, llevaban días sin hablar y apenas se veían. Con un suspiro, Callum se sentó en el borde de la cama, e Isabel lo siguió, sin desviar la vista.—Hace unos seis o siete años conocí a una chica, éramos jóvenes e inmaduros —comenzó Callum—. Ella era una joven de la nobleza, su familia y la mía eran más o menos cercanas, y por un breve tiempo en ese verano, tuvimos una romance. Fue un amor apasionado, pero imposible. Nuestras familias descubrieron nuestra relación y nos separaron. Yo era un duque, pero no estaba en posición de arruinar sus planes. Poco después me informaron que se caso con quien ellos ya tenían planeado y no la volví a ver —cuenta Callum con aire de melancolía.Isabel sintió una mezcla de celos y compasión, pero no dijo nada.—¿No sabías nada de la existencia de tu hijo? —preg