121 Mientras salía de la oficina, Tomás pensaba en la charla que tendría con Fabricio esa noche. Sabía que sería una conversación difícil, pero quería proteger su relación, tanto de los periodistas como de las dudas o tensiones que podrían surgir entre ellos. La cafetería era discreta, de esas que se esconden en callejones donde casi nadie se detiene, justo como a Fabricio le gustaba. Sin embargo, la expresión de Tomás decía lo contrario: sus ojos reflejaban ansiedad y sus dedos tamborileaban sobre la mesa sin descanso. —Tenemos que hablar, Fabricio —dijo Tomás, rompiendo el silencio con un suspiro profundo. Fabricio levantó la vista, su semblante serio como siempre, pero esta vez había algo de cansancio en su mirada. —No es la primera vez que hablamos de esto, Tomás —respondió con voz calma, pero sus ojos denotaban tensión—. Ya sabes lo que pienso sobre hacer pública nuestra relación. Tomás respiró hondo, tratando de mantener la paciencia. Sabía que Fabricio era reservado,
122Isabel trató de apoyar a Callum lo más que pudo así que él se sintió en deuda… contar una historia que creía enterrada y olvidada.Isabel lo miró en silencio, esperando que él dijera algo más, llevaban días sin hablar y apenas se veían. Con un suspiro, Callum se sentó en el borde de la cama, e Isabel lo siguió, sin desviar la vista.—Hace unos seis o siete años conocí a una chica, éramos jóvenes e inmaduros —comenzó Callum—. Ella era una joven de la nobleza, su familia y la mía eran más o menos cercanas, y por un breve tiempo en ese verano, tuvimos una romance. Fue un amor apasionado, pero imposible. Nuestras familias descubrieron nuestra relación y nos separaron. Yo era un duque, pero no estaba en posición de arruinar sus planes. Poco después me informaron que se caso con quien ellos ya tenían planeado y no la volví a ver —cuenta Callum con aire de melancolía.Isabel sintió una mezcla de celos y compasión, pero no dijo nada.—¿No sabías nada de la existencia de tu hijo? —preg
123—No pude, me casaron una semana después y… estando allí me enteré de mi embarazo —los recuerdos ponían a Arabella triste y desolada— había llegado a un acuerdo con mi familia y lo cumplí, ahora que soy viuda y que Terrence pregunta por ti soy libre de buscarte y eso hice.—Todo esto es… increíble… un hijo —Callum aún no puede creerlo— tienes alguna… ¿foto?—¡Sí! —ella se mostraba entusiasmada y le mostró cientos de fotos y Callum estaba maravillado y triste por perderse las etapas de su hijo.Callum estaba sentado frente a Arabella en el elegante restaurante mirando la foto de su pequeño con un sonrisa enorme frente a la pantalla, Callum no dudó y se lo paso a su teléfono para mostrárselo a Isabel mas tarde. Había pasado mucho tiempo desde que la última vez que se vieron, y aunque sus palabras eran amables, la expresión de Arabella revelaba algo diferente. A medida que cenaban, y ella le contaba de su hijo esperó el momento ideal para decirle lo que había venido a buscar con e
124 Las luces del taller de diseño en Nueva York permanecían apagadas, sumiendo en una penumbra vacía el espacio que solía ser el corazón creativo de la firma de Tomás Weaver. Antes, aquel lugar era una sinfonía de voces y sonidos: máquinas de coser, risas, conversaciones animadas sobre colores y telas. Pero hoy, había un silencio desolador. Las últimas semanas lo habían transformado todo.A pesar de la aceptación pública y el respaldo de muchos en las redes, los rumores y la tensión se filtraron a su entorno. Los periodistas y las redes sociales se dividieron entre elogios y críticas, pero lo peor llegó desde su propia casa, en Londres. Su madre, Lady Eleanor Weaver, enfureció con la revelación de su hijo. Y cuando Tomás decidió no responder a sus reproches, ella orquestó su propia venganza.—Esa abominación no va a seguir pisoteando nuestro apellido —dijo Eleanor enojada, tanto que la habitación donde estaba parecía que había pasado un huracán categoría 5.La gota que colmó el v
125 En ese instante, Fabricio se inclinó hacia él y lo tomó de la mano. Su toque fue firme, transmitiendo una sensación de estabilidad y calma. —No vas a rendirte, no te dejaré. Este es tu sueño, tu vida. Si algo se ha caído, lo reconstruiremos, ¿entiendes? —le dijo, con una determinación inquebrantable en sus ojos. —Yo… —Tomás se veía roto y vulnerable, Fabricio jamás lo había visto así de esa manera tan cruda. La máscara alegre de Tom se había caído y ahora quedaba este hombre herido y desilusionado casi como si fuera un niño pequeño— no estoy seguro de que funcione, Fabri. Tomás sabía que era odiado por su familia y siempre pudo enmascararlo con alegría y risas… chistes y amor por parte de sus amigos, en especial Julieta, siempre contó con ella y su familia a pesar de saber quién era en verdad. Nunca les importó. Menos mal ella no estaba en el país o pondría en su lugar a todos aquellos que lo herían. Así es como era su amistad. Fabricio se levantó y, sin soltar la ma
126 Al amanecer, la luz se colaba tímidamente entre las cortinas y el primer reflejo hizo que Isabel despertara despacio. Cuando abrió los ojos, notó que estaba en su cama, arropada, y a su lado estaba Callum, con su brazo aún envolviéndola, profundamente dormido. Era raro verlo así, relajado y a su lado, algo que no ocurría con frecuencia. Recordó vagamente la noche anterior, la tensión, el dolor y las lágrimas que había derramado; sentir su cuerpo junto a ella ahora, casi la tranquilizaba… aunque sabía que necesitaban hablar. Un rato después, Callum comenzó a moverse, y en cuanto abrió los ojos y la vio despierta, esbozó una sonrisa leve y le acarició la mejilla. —Buenos días —murmuró suavemente. Isabel lo miró, aún con el peso de la incertidumbre en su rostro, pero le respondió en un tono apacible: —Buenos días —Hubo un silencio corto, pero significativo. —Hoy me tomé el día libre. Necesitamos hablar —Callum se adelantó a explicar su presencia en casa, adivinando sus p
127Julieta caminaba de un lado a otro en el pasillo del hospital. Llevaba una hora esperando a que Max terminara sus exámenes y, para matar el tiempo y calmar su antojo, se dirigió a la máquina expendedora de snacks. Sin embargo, la dichosa máquina decidió robarle su dinero y dejarla sin sus papas.Frunciendo el ceño, Julieta golpeó el vidrio de la máquina con frustración. —¡Vamos! ¡Dame mis papas! —murmuró enojada— ¡Eres una mala máquina! ¡Secuestra papas! El pasillo estaba vacío, y ella aprovechó para darle un par de golpes más. Pero nada, la máquina se negaba a darle sus papas. Estaba dispuesta a abandonar la misión e ir por un sándwich en la cafetería, pero no es lo que quería. Además odiaba alejarse de Maximiliano cuando estaba con sus exámenes de revisión. Estaba tan perdida en sus pensamientos cuando de repente alguien, desde el otro lado, dio un golpe fuerte en el vidrio de la máquina. Julieta dio un respingo, protegiendo instintivamente su creciente barriga, y dio un
128Habían pasado tres días desde que encontró a Isabel dormida en el sofá luego de llorar por horas y ahora era Callum respiró hondo antes de entrar a la sala donde Arabella y Terrence lo esperaban. Había ensayado mil veces en su mente cómo quería que fuera este momento, le hubiera gustado que Isabel estuviera con él y poner a raya sus pensamientos oscuros y su ansiedad, pero Arabella insistió en que fuera solo por el bien de Terrence.—Aquí vamos —susurró para él mismo antes de entrar.Nada lo había preparado para el impacto de ver a su hijo por primera vez. Terrence, con sus rizos oscuros tapando un poco sus ojos, que parecían observarlo con una mezcla de curiosidad y desconfianza, lo miró en silencio desde el sofá.—Terrence, ¿Recuerdas lo que hablamos en la mañana? —dijo Arabella dulcemente— bueno lo traje hasta nosotros —usó la palabra “nosotros” a propósito— él es… tu papá —dijo Arabella suavemente, colocando una mano en el hombro del niño.Hubo un momento de silencio, el c