Capítulo XXX

Estefanía nunca se había demorado tan poco en la ducha y no había terminado de secarse cuando ya estaba sentada sobre la cama, la laptop apoyada en las piernas, con la página de la sucursal virtual, del banco en el que Antonio tenía su cuenta principal, frente a sus ojos. Por medio de otros documentos que tenía en el computador, tenía el número de cuenta de su esposo y creía recordar la clave de cuatro dígitos que le bastaba para ingresar y revisar sus movimientos, pero después de haber errado por dos veces la clave, que seguro Antonio había cambiado después de la discusión en la que Estefanía exhibió los saldos de su cuenta, temía arriesgarse a introducirla por tercera vez y que el acceso quedara bloqueado. De ser así, con toda seguridad el banco se comunicaría con Antonio, así fuese con un sencillo mensaje de te

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