Capítulo XXXI

Esa tarde, cuando regresó a la casa de la mamá de Antonio, Marcela estaba sonriente y Esperanza no tardó en percatarse de su cambio de ánimo. 

—En la cena me tienes que contar lo que te tiene tan radiante. —Le dijo cuando estaba por salir a hacer unas compras. Marcela asintió con una sonrisa que sus labios no habían dejado salir desde el bochornoso día en el salón de belleza. 

Cuando entró en su habitación, la vio tan oscura y fría que sintió ganas de redecorar. Gracias a que no había cometido el desastroso error de dejar el puesto que le había dado Sergio en su empresa, tenía el dinero suficiente para hacer las compras que necesitaba por internet. Se acostó en la cama y entró a varias tiendas en línea. Así e

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