Capítulo XLV

Después de atravesar la puerta, Sergio se encontró en un corredor iluminado por una única bombilla y un fuerte hedor a humedad. A su lado, sentada en una banca, estaba la joven que lo había dejado entrar.

—Es tu primera vez. —Sergio no supo si la joven se lo preguntaba o estaba haciendo una afirmación. Asintió con la cabeza—. Sigue derecho por el corredor.

Sergio volvió a asentir y caminó a través de un pasadizo que no tardó en oscurecerse. Debió sacar su celular y usar la función de linterna para iluminar el trayecto, que no fue tan largo como temía. Pasó a través de una cortina de cuentas de madera y entró a una gran sala con la apariencia de un bar clandestino, de techo bajo, luces rojas, poca concurrencia y una atractiva barman que, después de recorrerlo con la mirada, le sonrió. Atraído por la chica que atendía la barra, consideró que lo mejor era sentarse allí y esperar a Angélica. Apagó la linterna del celular y revisó la hora.

10:54 p.m

La barman, una joven de pelo negro cor
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