Capítulo VI

Pasó una semana desde el nacimiento de los mellizos, a los que todos empezaron a llamar como tales, cuando no se referían a ellos por sus nombres: Héctor y Marco, o el moreno y el rubio, como solía referirse a ellos el abuelo materno, el señor Ignacio Alarcón, un hombre que siempre calló sus sentimientos, del que se decía que no era capaz de llorar ante la muerte de cualquier de sus familiares, incluidas su esposa y su hija, pero sí cuando bajaban las acciones de la compañía o perdía su equipo de fútbol.

—Lloran mucho, en especial el morenito —se quejaba don Ignacio cada que tenía oportunidad de oír llorar a sus nietos—. Por qué no traen a Valeria, que con tres hijos debe saber cómo hacerlos menos llorones.

Se refería a su hija mayor, hermanastra de Estefanía e hijastra de doña Estela. También, siempre que

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