Durante la clase de Emprendimiento e Innovación, Sergio pensaba, sin apenas poner atención a lo que decía la profesora, en lo que le había sugerido Marcela. No se le ocurría a qué podía invitar a Estefanía y le angustiaba la idea de que, ahora que por fin empezaba a prestarle atención, fuera a arruinar su oportunidad con la que, por mucho, era la estudiante más bella de la facultad de Administración de Empresas, bueno, solo un escaño por debajo de la de joven de segundo semestre que aplazó la carrera por irse a concursar al certamen nacional de belleza y de la que ahora todos hablaban. —Usted, joven —dijo la profesora señalando a Sergio—. ¿Cómo es su apellido? Distraído, como estaba, Sergio demoró la respuesta, hasta que pudo aterrizar de nuevo en el salón de clases. —Molina. —Señor Molina, ¿qué puede decirnos sobre la formalización legal de un nuevo emprendimiento? ¿La recomendaría?Sergio notó que le empezaban a sudar las manos, se reacomodó en la silla e intentó leer lo que est
Al terminar la clase, Sergio salió como si en verdad tuviese el exámen de inglés del que había hablado. Había inventado que se trataba de una evaluación en esta materia para que fuera más difícil a la profesora averiguar si era o no verdad, además de que hablaba el idioma a la perfección porque en su infancia, entre los cinco y nueve años, vivió en los Estados Unidos. Sin embargo, estaba seguro de que tanta previsión había sido en vano porque la profesora debió saber que le estaba mintiendo, algo en su mirada y en sus gestos se lo indicaba. Fue a la clase que tenía en seguida, pero cuando estaba por entrar, vio a Estefanía. ¡Cómo se le había podido olvidar! Esa clase la veía con ella y allí estaba, hablando con algunas amigas frente al salón de clases mientras esperaban la llegada del profesor. Ahora no quería verla porque seguro saldría el tema del plan y él no había pensado en ninguno, además de que confiaba que, no habiendo podido dedicar tiempo a pensar sobre la salida en la clas
Cuando fue servida la sopa, una crema de espárragos con auyama, el tema en la mesa era el atentado contra un importante y reconocido abogado frente al restaurante D´aggi.—Escuché que la familia del abogado está involucrada en un proceso de corrupción —dijo Ignacio—. Puede ser que el intento de asesinato tenga algo que ver con eso. —Apenas me entero —dijo Sergio—, y pensar que estuvimos almorzando allí hace poco, ¿recuerdas, Marce?Cuando Marcela planteó el tema lo hizo para rescatar a Estefanía, aunque previó que, con toda seguridad, Sergio iba a mencionar la invitación de unas semanas antes.—Sí, claro —contestó Marcela—. Fue recién empecé a trabajar contigo. —¿Una invitación a D´aggi? —preguntó Antonio con una sonrisa— Me imagino que fue una invitación de bienvenida.Los ojos de Marcela se encontraron con los de Estefanía, que la miraban sin atreverse a preguntar lo que quería salir expulsado de su lengua, y se sonrojó. Sergió se rió. —¡Pero claro! Cómo no iba a dar la bienven
Sergio llegó a la oficina de la profesora faltando cinco minutos para las tres de la tarde. Quedaba, como había previsto, en un lujoso edificio del centro financiero de la ciudad y el piso del despacho no lo era menos. Mientras repasaba los temas de la clase, se anunció con… el secretario, un joven no más de tres años mayor que él, vestido con un elegante traje de por lo menos quinientos dólares y que lo saludó de manera muy atenta. —Enseguida lo hago pasar, joven.Por su tono de voz y movimientos, Sergio supuso que debía ser gay. No esperó más de dos minutos y vio salir a la profesora por el corredor que llevaba a su oficina. —Señor Molina —saludó la profesora—. Siga, por favor. Esteban —dijo, dirigiéndose al secretario—, no estaré disponible por las próximas dos horas. Toma mis llamadas. —Por supuesto, señora —contestó Esteban con una ligera inclinación de cabeza que, a Sergio, le pareció exagerada para un empleado. «¿Dos horas?», pensó Sergio. «¿Va a dedicar dos horas a un exám
Sergio no estaba seguro de lo que debía hacer. Había tomado un taxi luego de reclamar el traje, que ahora llevaba colgado de un gancho y cubierto con un forro de cuero, y mientras veía el logo de la prestigiosa marca de moda que lo había confeccionado, se preguntaba si debía compartir su experiencia con Antonio y contarle la extraña situación propuesta por Angélica, la profesora de su clase de Emprendimiento e Innovación, pero, de otra parte, había entendido que la invitación era personal y que llevar a su amigo a ese sitio sería una pérdida de tiempo para él. Llegó a su casa sin haberse decidido y cuando su madre le preguntó el motivo de su tardanza, le dijo que se había quedado estudiando con un amigo. Ya en su habitación, luego de evitar que su madre lo viera con el costoso traje, se probó el vestido. Le quedaba un poco ajustado, pero eso incluso lo hacía ver mejor porque le daba la apariencia de ser bastante ancho. Ya viéndose vestido, se decidió a que la invitación no debía ser
La trucha se sirvió con salsa holandesa y limón, ensalada de rábanos con tomate y rúcula y cascos de papas al vapor. Aunque el plato se veía genial, Estefanía sabía que no podría dar un solo bocado al pescado. Le costaba entender la actitud de Sergio, que actuaba como si el hecho de que descubrieran su infidelidad no le molestara en lo más absoluto, es más, Estefanía incluso estaba considerando que Sergio quería ser descubierto.—¿No vas a comer, bebé? —preguntó Antonio a Estefanía— Sé que la trucha es tu favorita, después del salmón. —No sé, de un momento a otro no me siento bien. —¿Qué pasa, Teffa? —dijo Sergio— Hoy, no sé, te noto como distante, ¿o solo soy yo? De haber podido, Estefanía se habría abalanzado sobre la mesa para estrujar el cuello de Sergio hasta verlo morado, con la lengua afuera pidiéndole perdón por todo lo que había dicho y hecho, empezando por colarse a un almuerzo al que no estaba invitado.—Sí, hija, hoy estás extraña —dijo Estela—. Pedí que prepararan truc
Después de atravesar la puerta, Sergio se encontró en un corredor iluminado por una única bombilla y un fuerte hedor a humedad. A su lado, sentada en una banca, estaba la joven que lo había dejado entrar.—Es tu primera vez. —Sergio no supo si la joven se lo preguntaba o estaba haciendo una afirmación. Asintió con la cabeza—. Sigue derecho por el corredor. Sergio volvió a asentir y caminó a través de un pasadizo que no tardó en oscurecerse. Debió sacar su celular y usar la función de linterna para iluminar el trayecto, que no fue tan largo como temía. Pasó a través de una cortina de cuentas de madera y entró a una gran sala con la apariencia de un bar clandestino, de techo bajo, luces rojas, poca concurrencia y una atractiva barman que, después de recorrerlo con la mirada, le sonrió. Atraído por la chica que atendía la barra, consideró que lo mejor era sentarse allí y esperar a Angélica. Apagó la linterna del celular y revisó la hora.10:54 p.m La barman, una joven de pelo negro cor
Estefanía y Marcela salieron juntas de la casa, de regreso a la mesa. Cuando se sentaron, los demás ya estaban comiendo el postre, un mousse de limón.—¿Qué les pasó, niñas? —preguntó Estela— Ya les traen de regreso la trucha, que se había enfriado. Estefanía y Marcela agradecieron el gesto, pero su atención estaba puesta en sus parejas, en particular en Sergio, que las recibió con una sonrisa. —Llegamos a pensar que se habían ido a festejar solas —dijo Sergio.—¿A festejar? ¿De qué hablas? —preguntó Estefanía.Sergio la miró unos segundos antes de responder. La conocía lo suficiente para saber que estaba tramando algo y eso lo emocionaba. —No te hagas, Teffa —contestó Sergio—. Hace un momento, Antonio estaba contándole a Ignacio y Estela los planes de los que te hablé, para esta noche. —Ah, eso —dijo Estefanía con disimulado desdén—. Ya lo había olvidado. —Hace mucho no se reúnen los cuatro—dijo Estela sosteniendo un trozo de mousse en la cuchara—. Le dije a Antonio que estaría