Capítulo XXXV

Ese día Marcela y Antonio vendrían a almorzar, por lo que Estefanía esperaba que estuvieran llegando sobre las once o doce. No sabía qué tan incómodo iba a ser, no solo por el hecho de que no hubiera vuelto a hablar con su amiga por dos semanas, conscientes las dos del muro que se interponía en su amistad y que, de no ser resuelto pronto, podría truncar su relación. Con Antonio era diferente, porque, aunque, en apariencia su matrimonio estaba bien, Estefanía había llegado a la conclusión de nunca sabría con certeza si Antonio sabía o no que le había sido infiel con su mejor amigo y, para concluir esa molesta pintura, el lienzo estaba enmarcado con el asunto de las finanzas que, de seguro, su padre en algún momento sacaría a la luz y Antonio le preguntaría a ella por su intromisión. Nubes negras se veían en el hori

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