Morgan, es una chica ruda que no ha tenido la vida fácil y cada centavo se lo ha ganado con esfuerzo, soportando día a día a su jefe explotador y alejada de las emociones extravagantes, hasta que conoce al señor Müller, un hombre que no solo logra calentar su cama, sino que la ha puesto en un peligro inminente. Llevándola en una montaña rusa de emociones y de orgasmos, haciéndola dudar en todo aquello que creyó bueno y sumergiéndola en un mundo de sombras. Pero, eso no es todo; Morgan tendrá que superar miles de obstáculos, entre ellos, explicarle a su familia que se enamoró de un hombre menor que ella.
Leer másTremenda suerte.Sin embargo, quería creer que no era tan malo como parecía ¿Cuánto había visto? ¿Acaso había podido reconocer a Müller?Pero claramente mi súplica desesperada había logrado captar su atención y encender una chispa de curiosidad en su interior; en mi mente, a pesar de haber pasado ya una hora de aquello, aún continuaba bailando su sonrisa malévola y sus grandes ojos oscuros zarandeando por todo mi cuerpo, a la vez que me juzgaba por mi atrevida vestimenta y maquillaje, sin embargo, no se detuvo en mí y con gesto de estupor vislumbró la figura desordenada del señor Müller.Mi cuerpo titiritaba en solo recordarla… lo reconoció… algo en mí lo sabía…—Me devolví, preferí regresar porque me preocupaba que mamá se quedara sola en casa y más, cuando hab&iacut
Me imaginé a William mirando entre mis muslos y se me estremeció el sexo. Me sentía tan pesada y mi coño latía humedecido. A continuación; un líquido viscoso y helado, cayó sobre mis nalgas, humedeciendo sin control mis piernas, mi coño y las sábanas. No tuve tiempo de reaccionar, porque alguno de los dos inició a frotarme sin control la colita, desatando chipas de placer. Pensé que eso sería todo, pero estaba equivocada. Me tomaron de nuevo como una pequeña muñeca de trapo y me colocaron de cuatro encima de William, era extraño, de todas las maneras posibles ¿debía decir algo? ¿Besarlo o contarle un chiste? Solté un grito cuando lo sentí presionado contra la entrada de mi vagina; estaba tan qué duro que automáticamente mi cuerpo sucumbió a él. Estiré la mano y le clavé los dedos en los músculos de los hombros, a la espera que se sumergiese, sin embargo, se limitó a rozarme su glande por mis jugos. Me tensé cuando el colchón cedió ante el peso de Müll
Debía estar loco cómo para destrozarme el vestido en un lugar desconocido, rodeada de personas desconocidas y, sí que lo estaba ¿Cómo se suponía que volvería a casa? O ¿saldría de la habitación sin sentir que el alma se me escapa de las manos?Mi idea era pasar desapercibida, pero esto… Estaba asombrada.Sin palabras, observando como mis pezones se endurecían poco a poco, apuntando amenazantes hacia Müller, quien no le importaba en lo absoluto mi vestimenta desgarrada o mi creciente enojo.Bueno, aún no sabía si estaba de verdad enfadada, porque, pese a, que mi cerebro gritaba cualquier tipo de grosería, mi cuerpo, en cambio, ansiaba ser tomado ahora mismo por ambos hombres, en especial por él ¿a quién debía obedecerle? ¿A mi cerebro o a mis hormonas?—Eres un desgraciado —pronuncié, avanzando
Estaba a punto de lograrlo o eso creía. Los nervios me jugaban una mala pasada ¿y como no hacerlo? Ambas miradas dominantes me observaban cada uno de mis movimientos; por un lado, estaba Müller quien me miraba con ternura y lujuria, inspirándome confianza y el impulso necesario para proseguir.Luego, estaba William, su amigo; no había ternura en su mirada, solo una profunda seriedad que encajaba tan bien con el fuego de sus ojos ¿con quién debía iniciar?Inhalé e instintivamente estiré mi mano izquierda hacia Müller; deslizando mis dedos por su dureza y por aquel bulto hinchado que deseaba probar, le sonreía con malicia, demostrándole que yo también podía ser una chica mala si me lo proponía.Resultaba exquisito el movimiento de mis dedos por encima del oscuro pantalón me entusiasmaba, me llenaba de orgullo, pero no era suficiente…Neces
Avanzamos despacio hacia el interior de la acogedora habitación; esta se hallaba cálida y algo obscura. No tenía mucho que resaltar, solo una cama matrimonial con sabanas blancas y algunas almohadas que daban la impresión de ser cómodas; también, había un sofá mediano color beige cerca del muro delante de mí. Toda la fachada resplandecía de un color blanco opaco y el techo estaba hecho de madera clara como el mismo piso. Asimismo, a mi derecha, se alzaba una televisión de 50 pulgadas colgada en la pared poco adornada y, justo debajo de ella una cómoda café con detalles cincelados.Tomé asiento en la cama, y pude apreciar la calidad del colchón al instante, era como estar sentada en las nubes o en una pila de algodón. Esto era exactamente lo que necesitaba mi cuerpo entero y mi mente; relajarse de los acosadores pensamientos e imágenes perturbadoras. Me sentía segura, gracias a Müller y amaba esa peligrosa sensación de confort que solo él lograba transmitirme.Cerré los ojos po
Como era de esperarse su amigo soltó una risita, relajando su rostro, al igual que sus músculos y después, mordió su labio inferior sin dejar de sonreír. Yo esperaba que se tratara de una simple broma, pero era imposible que lo fuera; notaba el leve temblor de sus manos que solía surgir cuando hallaba excitado, su voz y su conducta, habían cambiado, tornándose gruesa y grave, con una personalidad juguetona. —Te conozco hace años, Dom y aún no me canso de recordarte que estás chiflado —avanzó unos cuantos pasos con timidez, como si temiera ser rechazado por mí.—Eres un rogado, no es la primera vez que hacemos esto —reveló Müller sonriendo, a la vez que de reojo divisaba a las personas nos observaban a lo lejos.—¡Yo, exijo contexto! —exclamé, girándome sobre mi propio eje y tomando a Müller con ímpe
Sus ojos, ese era el verdadero problema; no sus músculos definidos, ni su capacidad de sonrojarme o mojarme a su antojo. Tampoco, la delicadeza y la brutalidad de su tacto sobre mi piel o el peligroso poder de hacerme olvidar todos mis enojos, problemas y tristezas cuando está a mi lado. Era su mirada obscura, posesiva y dominante, la única culpable de hacerme caer en un agujero sin salida, de ceder a todos sus sucios apetitos sin dudarlo, de hipnotizarme y convertirme en una persona completamente distinta.Así que si, la forma en la que me observaba me estaba llevando a la locura. Nunca en vida hubiera permitido que dos hombres me mirarán de aquella manera o que jugaran con mi mente como ellos lo hacían; sabían que estaba nerviosa y, aun así, se aprovechaban de ello para hacerme enloquecer.Conversaban con normalidad y de repente, alguno de ellos soltaba una pregunta referente a los leves espasmos que causaban la
Lo escuché esbozar una sonrisa cerca de mi mejilla a la vez, que su cuerpo entero se relajaba al igual que el mío. Nos hallábamos envueltos en una burbuja cargada de tensión y no precisamente por disgustos, oyendo como los grillos nos sumergían más y más en una prisión de la cual luego nos costaría escapar.—¿Nos vamos? —pronunció, permitiéndose el privilegio de poseer mis caderas entre sus largos dedos, sin embargo, no era capaz de mantenerse quieto en un solo lugar y con lentitud y suavidad trazó un nuevo camino desde mis nalgas hasta mi espalda alta —¿estás preparada?—He… lo estaría si usted dejara de manosearme —espeté sin poder contener una risita, no obstante, una pequeña pizca de miedo arrasó conmigo ¿y si alguien nos veía? ¿O Matías volvía? Lo mejor era marcharno
No muy segura de mí misma me di los últimos retoques; aún no creía lo que estaba haciendo, iba en contra de mi instinto y de todas las posibles opiniones de mi familia si supieran quien es realmente el señor Müller…Por ahora, me abstenía a responder preguntas sobre él e inmediatamente cambiaba de tema; como era de esperarse Matías no se había podido contener y le comentó a mi madre, quien ahora también me acosaba constantemente con el asunto, pero no era tan malo como parecía y para mi suerte ninguno de los dos lo relacionó con el Müller que mantuvo aterrado al vecindario por unos cuantos días.De hecho, creían que por yo llamarle “señor” ya era un hombre millonario de la ciudad y sin dudarlo, mi madre le había dado el visto bueno…—¡Mamá! —gritó Matías desde el pasillo,