El dolor intenso me despertó, haciéndome querer morir o desaparecer por unos días. el sol aún no había salido y yo, ya debía levantarme a trabajar.
Suspiré derrotada, sintiéndome vacía y depresiva, no estaba acostumbrada a estar sola en una casa tan grande ni micho menos, para siempre.
El objetivo de mi vida siempre había sido mi hijo, era el motivo que todas las mañanas me levantara a soportar a mi pesado jefe, sus explotaciones hasta sus humillaciones.
Inhalé dirigiéndome despacio hasta la ventana, todo se encontraba tranquilo como todos los días. a excepción de un hombre que al instante reconocí. No hace mucho que el señor Müller llegó aquí y todos los días hombres grandes y fuertes lo protegían a muerte, como si fuera una celebridad, de ahí comenzaron los rumores de que sus negocios no eran nada bueno. Algunas noches se oían disparos salir de su casa o gritos, por más que se llamó a la policía, ellos se negaban a poner un pie en el vecindario, ofreciendo excusas vagas.
El guardaespaldas del señor Müller me miró, pero no se detuvo. Iba en dirección al lago. Volví a sentir el típico escalofrió recorrer mi espalda, no sabía cómo reaccionar. Estaba claro, que él se dirigía a buscar la respuesta a la propuesta que su jefe me hizo o eso quería pensar. Otro sujeto desconocido observaba mi casa junto a su compañero sin discreción, en silencio y perturbándome aún más. Cerré la puerta con seguro y volví a mirar hacia la ventana.
—No seas boba, Morgan —logré enfocar más mi vista, hasta lograr ver mi reflejo en el limpio ventanal. Mis ojeras eran el centro de atención; oscuras y grandes. Necesitaba urgentemente una mascarilla o hielo. No podía presentarme con este rostro a mi trabajo.
Me dirijo a la cocina, en busca de algo que pueda ayudarme. Rápidamente opto por un poco de hielo y seguidamente una mascarilla de café con miel, la aplico por todo mi rostro y la dejo reposar el tiempo suficiente. La ducha logra calmar mis tormentosos pensamientos que insisten más y más porque me lance a la aventura con señor Müller. Pero yo, me niego en hacerlo.
A lo lejos, escucho varios sonidos que me ponen los pelos de punta; voces graves, unos cuantos golpes a la pared que cesan en segundos. No comprendo porque me siento tan tensa, sin embargo, se me hace imposible lograr escapar de este estado.
Después de la ducha, me alisto para mi trabajo no pierdo mucho tiempo eligiendo mi ropa, ya que toda es de color blanco y negro o gris oscuro, toda ropa formal. No salía mucho, asi que no tenía sentido tener ropa casual.
Una vez vestida, vuelvo a mirar hacia la ventana; los hombres se han ido, dejando la casa donde antes habitaban completamente vacía y eso me tranquiliza mucho. Vuelvo a sentirme segura y preparada para marcharme.
Subo a mi automóvil y conduzco 30 minutos hasta llegar a mi trabajo. Nadie había llegado aún, a excepción del guarda de seguridad que lucía agotado, pero con una gran sonrisa en su rostro y unos pocos trabajadores.
Trabajar para el señor Adam Hoffmann me exigía todos los días presentarme una hora antes que él; prepararle un café, limpiarle su oficina y arreglarle por color su agenda, donde rojo exigía el máximo de su atención y el verde, tranquilad.
—Hola ¿Qué tal estuvo tu cumpleaños, Mor? —Alexandro se acercó a mí. Hoy se veía demasiado guapo, era eso o mis hormonas se estaban volviendo locas estos días. Él pasó delante mío, modelándome su redondo trasero. Me abofeteé mentalmente y me exigí enfocarme nuevamente en el trabajo ¿Qué otras obligaciones tenía para hoy?... Ni idea, mi cabeza estaba en blanco, de hecho, no sabia si seguía dormida o despierta. Mi cuerpo se sentía pesado y todo a mi alrededor parecía irreal.
—Resumiendo, un asco total —entramos al ascensor —tras de todo, debo soportar al señor Hoffmann.
—¿Por qué fue un asco? ¿Qué sucedió, Mor? —presioné el botón que lleva a la planta número cinco.
—Lo de siempre, Alex…siento que me he pasado toda la vida pensando en el dinero y en mi familia…—suspiré —a veces, quisiera tener un pito así de grande —separé mis manos, ofreciéndole una demostración bastante explicita —llenándome la boca. Solo eso quiero, no compromisos, solo darle un poco de chispas a mi aburrida vida.
—¿Y qué te detiene, Mor? —preguntó, las puertas del ascensor se abrieron y juntos caminamos hasta la oficina de mi jefe. El no debería estar aquí, ni siquiera, debía entrar, no obstante, no le negué la entrada.
—Soy una mujer madura con un hijo. Los hombres de mi edad ahora solo buscan mujeres jóvenes y llenas de vida. Yo llevo diecinueve años sin sentir un orgasmo…
Él mordió su labio inferior mirando el despacho del jefe. Todo se encontraba exquisitamente arreglado y el olor a cuero solo me hacía fantasear con tener una copa de whisky en mi mano derecha.
—Creo que exageras, a muchos hombres les gustan las mujeres maduras —dijo él. me encaminé al escritorio y con mi mano derecha empecé a mover los documentos.
—Te creo, pero nadie le gustaría salir conmigo…soy horrible, Alex… —él tocó mi hombro. Mis hormonas explotaron y de nuevo, sentí el espíritu de estupidez florecer dentro de mí. Incliné mi trasero, fingiendo no lograr alcanzar el lápiz. Cumpliendo mi objetivo, mi trasero choco con su entrepierna. Él no chisto, ni se movió. Quedó inmóvil ante los roces que le yo le propinaba.
Por fuera la tranquilidad me llenaba, pero por dentro, todo, todo iba a explotar en mí.
—No digas eso, Mor —su voz sonó ronca —eres muy guapa, muchos hombres desearían estar contigo.
Me levanté, volviendo a rozar mi trasero descaradamente y girándome lo suficiente para mirarlo.
—¿Así?
—Sí, Mor —posé mis manos en su pecho y con cuidado, acaricié su abdomen. No era tan fuerte como el del señor Müller, ni tan atractivo. Alexandro estaba a punto de cumplir los cuarenta años, pero, aun así, era un hombre bastante lindo y gracioso. Y el único hombre en la habitación —para… —se aclaró la garganta —para mi eres una mujer muy…atractiva. Con tu cabello castaño, esos ojos oscuros…tu personalidad, eres muy fuerte, Mor…
—¿Por qué te has puesto nervioso, Alexandro? —retrocedí unos cuantos pasos hasta chocar contra la fría madera —¿te da miedo que entre el jefe?
—Mor —musitó —se lo que estás pensando y no es una buena idea… —enarqué la ceja, mis malditas hormonas me hicieron sentir un cosquilleo en mi entrepierna y con cada parpadeo, podía ver al señor Müller desnudo —no me mires así, mujer —suplicó —no me tientes a algo que sabemos que podría tener muy mal.
—Sabes, un famoso escritor decía “La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella”
Alexandro no lograba encender mi ser, pero quería acción, necesitaba un poco de calor para poder olvidarme por completo del señor Müller. Me acerqué a él, sabiendo de pies a cabeza que, si no empezaba yo el acto, aquí no sucedería nada.—Eres un hombre grande —le dije, mis manos acariciaron su pecho por encima de su camisa —muy alto —el asintió, empezando a reaccionar bajo mi tacto. Su mano cayó sobre mi muslo moviéndola de forma lenta, haciéndome tambalear por unos segundos —hace mucho calor ¿no crees? —elevé mi ceja, quería verme sensual ante él. Necesitaba saber si una mujer como yo, podría comerse al mundo —mucho… ah… calor —levanté mi trasero hasta lograr posicionarlo sobre el escritorio, me deslicé hasta el fondo —tanto… ah… uff… mucho calor —abr&i
¿Qué sucedía conmigo?¿Acaso estaba defectuosa?Siempre había leído relatos eróticos donde las chicas se sentían tan bien durante el coito; la conexión… El amor y el pacer iban de la mano. Pero en mi vida, no lograba obtener placer por medio de la penetración y a los pocos hombres que he tenido dentro de mí parecía no importarle en lo absoluto.Sonreí, fingiendo estar satisfecha con todo lo que sucedió, al menos, había logrado calmar mi sedienta sed, pero ahora el sentimiento había sido remplazado por un vacío que no parecía tener fin.Terminé de arreglar mi ropa e inmediatamente prepararé todo lo necesario para darle la bienvenida a mi jefe; su café negro, sin azúcar a una temperatura de sesenta y un Celsius, con un pequeño pastelito simple, acomodado al lado del escritorio y al lado izqui
El mundo se detuvo a mis pies cuando tomé el sobre, por alguna extraña razón perdí el miedo que hace unos segundos me comía entera. El auto oscuro que me perseguía se estacionó unas cuantas casas atrás de la mía, pero con una ubicación perfecta para observar todos mis movimientos. Estaba claro que no pretendía hacerme nada, por ahora. Aun así, con el sobre en mano entré a casa; cerrando las puertas con seguro y cubriendo totalmente las ventanas con unas cortinas oscuras, encendí las luces y coloqué en la mesa el cuchillo más filoso de mi cocina.Suspiré, tomando asiento en la dura silla de madera y con un último respiro me dispuse a abrir el sobre de color morado.11 de agosto del 2021Querida señorita Morgan.Lamento muchísimo no llamarla por su apellido, pero me he dado cuenta de que no poseo conocimient
Con carta en mano caminé hasta el automóvil oscuro, los hombres no parecían sorprendidos, al contrario, sus rostros no mostraban ninguna expresión, pero por el olor a cigarrillo que emanaba el auto y las bolsas de comida chatarra logré adivinar lo aburrido que sería el estar vigilándome día y noche.Uno de ellos me miró de reojo, haciéndome temer lo peor ¿acaso estaba cometiendo un error al ofenderlo de tal manera?Tal vez sí, pero no planeaba participar en sus planes ni ser su maldito juguete.—Toma —expendí mi mano hacia ellos —dale esto a tu jefe.Unos dedos regordetes se extendieron hacia mí. Nunca había estado frente a frente con unos hombres tan aterradores, su piel color marrón y una mirada penetrante me hacía temblar. No se tomaron el tiempo de hablar, ni siquiera de dedicarme una mirada de reojo. Parecía
Días atrás.La noche del cinco de agosto celebrábamos el embarazo de una buena amiga de la familia, mi casa era la más amplia y elegante y a los ojos de mis padres era perfecta para eventos familiares. No me molestaba en absoluto eso, amaba tener compañía y creo que uno de mis más grandes miedos era quedar sola para siempre, por esa razón me asusta tanto cumplir años.Terminé mi lata de cerveza y sin tener ánimos de quedarme más tiempo en el festejo, subí a mi habitación. No había tenido tiempo en la mañana de arreglar la cama, de hecho, no había tenido tiempo de nada. Entre prepararme para mi trabajo y hacerle el desayuno, almuerzo y merienda a mi hijo, el tiempo apenas me ajustaba para llegar a la oficina.Estaba tan agotada que lo único que me apetecía era dormir o relajarme un rato viendo una película.Camin&eacut
Suspiré, esta vez, pensándomelo un poco mejor, pero, aun así, el alcohol continuaba impulsándome en esta tremenda estupidez.—Ay, dios —susurré para mis adentros. Abajé mis manos con sutileza, no quería que se sintiera amenazado y mucho menos, que una bala terminara en mi pecho. Desabroché el botón del pantalón y acto seguido comencé a desnudarme. Él no apartaba su vista ni por segundo, su rostro había cambiado, lo notaba a pesar de la distancia que nos separaba ¿acaso le estaba empezando a gustar todo esto?Una vez con el pantalón fuera, procedí a quitarme mi ropa interior, no sabía que haría después cuando me encontrara completamente desnuda ante el sujeto, no tenía planes y el hombre no me ayudaba mucho en todo esto.El efecto del licor se empezaba a evaporar y ahora, me sentía avergonzada, pero no lo s
Restriego mis tetas sobre el vidrio, imaginando que la situación había sucedido de manera diferente. Imaginando como se sentiría rozarlas contra su dureza. Me había negado por días en pensar en aquel encuentro, me sentía avergonzada y cobarde, porque en el fondo, yo si deseaba ser poseída por él.Recordé la intensa mirada del señor Müller, ahora el calor que me había abrasado hace unos minutos se convertía en llamas y el chorro de agua se transformaba en su glande, en esa cabecita rosada que comenzaba a hacerme delirar. Con los parpados cerrados me dejé llevar por la imaginación, la fantasía que yo hubiera aceptado su propuesta indecente.Sueño con el señor Müller, aquí, a mi lado, en la ducha, mirándome lascivamente. Inclino la cabeza hacia atrás, arqueando la espalda mientras mi clítoris palpitante es asedi
Apagué la cocina y guardé las patatas en su lugar. No tenía sentido cocinar cuando en unos minutos tendría la oportunidad de comer en un restaurante con Adeline. Volví acercarme a la ventana, aún no había rastro de los hombres fortachones y eso me alegraba, probablemente nunca más los volvería a ver. No obstante, preferí meter el cuchillo más filoso de mi cocina en mi bolso, seguidamente introduje mi gas pimienta y el dinero que utilizaría hoy. Antes de salir casa me aseguré de cerrar todas las ventanas, puertas y guardé las cosas valiosas en un lugar donde nadie podría encontrarlas.Mejor prevenir que lamentar, salí de la casa despacio sin prisa, parecía paranoica, pero no me fiaba de los hombres del señor Müller. Corrección, no me fio del señor Müller.Abrí la puerta de mi viejo automóvil y entré en