Malas intenciones

Apagué la cocina y guardé las patatas en su lugar. No tenía sentido cocinar cuando en unos minutos tendría la oportunidad de comer en un restaurante con Adeline. Volví acercarme a la ventana, aún no había rastro de los hombres fortachones y eso me alegraba, probablemente nunca más los volvería a ver. No obstante, preferí meter el cuchillo más filoso de mi cocina en mi bolso, seguidamente introduje mi gas pimienta y el dinero que utilizaría hoy. Antes de salir casa me aseguré de cerrar todas las ventanas, puertas y guardé las cosas valiosas en un lugar donde nadie podría encontrarlas.

Mejor prevenir que lamentar, salí de la casa despacio sin prisa, parecía paranoica, pero no me fiaba de los hombres del señor Müller. Corrección, no me fio del señor Müller.

Abrí la puerta de mi viejo automóvil y entré en

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