El aire apenas llegaba a mis pulmones, la llamada misteriosa me hacía pensar que tal vez, el señor Müller se había tomado por fin la decisión de comprarse un celular.
¿Pero cómo consiguió mi número? —pensé —¿eso importa? Además ¿por qué no hablaba? A través del teléfono escuchaba los autos pasar y personas a lo lejos conversar, algo que me resultaba aún más misterioso. Me animé hablar primero, si era el señor Müller no quería desaprovechar la oportunidad de ser sincera con él.
— Señor Mü…
—¡Mamá! ¿Me oyes? ¿Hola? —gritó una voz masculina, la reconocí de inmediato, me sentí aliviada, pero al mismo tiempo defraudada.
—¿Matías? ¿Cambiaste de número? —le pregunté
Me levanté más temprano que nunca. Estaba a punto de explorar de la emoción. Quería que el día pasara rápido y para mi suerte, así fue. En un cerrar y abrir de ojos ya me encontraba sentada en el sofá pensando en todas las posibilidades. ¿Tal vez era un error asistir? O tal vez no, aun mi cabeza seguía perdida en las palabras de mi hijo ¿Y si se llegaba a enterar? Dios, de seguro odiaría… todo este asunto resultaba más difícil de lo que parecía. ¿Cómo lo lograba Elizabeth? Siempre tenía una sonrisa en su rostro, hacia ejercicio todas las mañanas, trabajaba, es madre y, aun así, lograba disfrutar de su sexualidad de una manera responsable. ¿Y yo? Pues, tenía que empezar a buscar ideas de como carajos le iba a dar un carro a mi hijo. Es verdad que mi salario es bastante estable ¿pero lo suficiente para comprar un auto que vale más que todo lo que tengo? Nunca le había negado nada a Matías, pero ahora empezaba a ser más difícil mantener todo esto. <
Los taxis empezaban a irse, las tiendas alrededor cerraban sus puertas y los jóvenes enamorados recogían sus cosas para marcharse a casa. Había pasado mucho tiempo ya, no tenía ni idea de cuanto, pero ya el frio volvía a traspasar mi ropa. Me sentía asustada de estar tan sola en el parque y de volver a casa caminando. No había nadie cerca que me prestara su teléfono para llamar a algún vecino, taxi o algo… empezaba a preocuparme.¿Por qué Müller me hizo venir hasta aquí si no pensaba presentarse?Me sentí decepcionada, abrumada con unas inmensas ganas de llorar. Me sentía engañada y tonta, pero con la toda mi fuerza me levanté de la banca, miré ambos. No era buena idea volver a casa y pasar nuevamente el espeso bosque sola. Debía buscar algún lugar abierto, probablemente allí me ayudarían. Tomé con fuerza
Subí al automóvil sin ni siquiera pronunciar una sola palabra. Todo esto me resultaba tan extravagante, tan extraño... y tan sensual como el hombre delatante de mí; llevaba puesto un suéter con pucha de color gris y unos pantalones jeans un poco flojos y rotos, por primera vez noté que llevaba consigo un reloj dorado, este no movía sus manecillas.Él me sonrió abriéndome campo en la espaciosa camioneta, nos acomodamos de manera que ambos quedáramos frente a frente, eso en definitivamente no ayudaba en nada a mis nervios. La chica me sonrió por última vez antes de cerrar la puerta con un fuerte golpe. Pude darme cuenta que el vidrio no solo por fuera se encontraba forrado con aquel papel negro, desde adentro no se podía observar nada hacía fuera. Eso me estremeció aún más cuando la rodilla de Müller rozó con la mía. Intentaba llamar m
No lo había pensado. No era un tema que me importara, sin embargo, me acusaba intriga ¿señor Müller? ¿Por qué lo llamaba por su apellido, si claramente me sabía su nombre? Todos conocían su nombre ¿Por qué señor? No estaba casado, no tenía hijos ni mucho menos los cuarenta años le estaban pisando los talones, pero todo se resumía que me excitaba llamarlo así “señor” “amo”Me abofeteé mentalmente, lo que empezaba a pensar ya no tenía sentido alguno, no obstante, era interesante idealizarlo como una fiera salvaje apasionado del BDSM y un amante estupendo. Mordí mi labio inferior, tenía miedo de que mis fantasías se convirtieran en una horrible pesadilla. Y ante mí no estuviera esa fiera, al contrario, me encontrara frente a un bobo enamoradizo, eso solo empeoraría la situación. No solo porqu
La euforia es un estado mental y emocional en el que una persona experimenta sentimientos intensos de bienestar, felicidad, excitación y júbilo. Pero a mi lado, esa palabra se quedaba pequeña; estaba asustada, pero no lo suficiente como para detenerlo, también me sentía tan feliz, tan emocionada, excitada con la adrenalina recorriendo mi cuerpo entero. Todas las personas a mi alrededor me aterraban, más con sus miradas oscuras y sus murmullos. Aun mi mente se seguía sintiendo insegura, pero en cuestión de minutos pude darme cuenta de que a nadie le importaba. Nos les interesaba en lo absoluto verme al lado del hombre alto y con capucha. Además, personas un poco más mayores que yo reía alegremente. Mi cerebro estaba lleno de falsas ideas de que en esta clase de eventos encontraría solo jóvenes ricachones, pero estaba tan equivocada; hombres y mujeres de todas las edades, tatuadas y sin tatuar,
Sentí como la sangre se me subía a la cabeza, el fuego nos embriagaba en una urgente necesitad de poseernos. Era extraño y mágico, era como estar en una especie de sueño. No quería escapar.—¿Has pensando en aquella noche? —le pregunté sin apartar mis ojos de los suyos. Era hipnotizante tenerlo tan cerca.—Sí, mucho —habló casi sin aliento.—¿Te gustó verme desnuda?—Mucho —su pecho subía con dificultad y su aliento acariciaba mi rostro —no tienes idea a de cuantas noches he fantaseado con estar así contigo—las cosquillas en mi entrepierna volvieron a hacer acto de presencia, impulsándome a continuar. Sin poder contenerme, rompí la distancia que nos separaba con un beso. Mis miedos desaparecieron en sus labios. Eran tan suaves, carnosos que sin controlarme le mordisqueé el labio inferi
—¿Qué tiene en mente, Morgan? —no le respondí. Fingiendo ser toda fiera me acerqué a él. Resultaba un poco incómodo estar los dos juntos; él a pesar de todo era robusto y yo, bueno, tampoco era muy delgada de que digamos. Pero con esfuerzo logré acomodarme en su regazo. Mis manos comenzaron su recorrido desde su cabeza, quitándole aquella capucha que ocultaba sus mechones rizados. Enredé los dedos jalando de ellos con fuerza, un jadeo volvió a escapar de sus labios impulsándome a continuar. Mis manos prosiguieron su camino bajando por su cuello hasta entrar aquello duro que tan deseaba poseer —¿Qué pretende? —me interrumpió, su mano atrapó la mía forzándola alejarse de su arma.—Nada malo, señor Müller —me obligó a levantar los brazos chocando contra el techo de su automóvil. Solté un
Paso el antebrazo sobre sus hombros y hundo mi rostro en su cuello. Tengo el olfato agudizado y puedo sentir su olor corporal combinado con loción. Huele tan bien. Su cercanía se siente tan bien.Él continúa acariciándome con sus dedos, pero no es suficiente, nada es suficiente. Arrastro su mano y la coloco sobre mis nalgas, sin mucho esfuerzo me elevo, su pene esta tan duro que como por arte de magia se levanta en busca de mi sexo. Lo dejo entrar, sintiendo esa presión tan deliciosa al sumergirse en mí. Suspiro, obligándome a hundirme en él hasta el fondo.—Separa más las piernas… Oh sí —gimió, me permití abrir los ojos y enfrentarme a mi realidad. Müller tenía la cabeza hacia atrás, delirantemente sexy. Pude notar como la manzana de Adam subía y bajaba, sin poderme contener me incliné para dedicarle un beso allí y volv&