Mi nombre es Morgan Fischer y trabajo para el magnate Adam Hoffmann, mi día a día es una montaña rusa, no suelo poseer ni un minuto de libertad. Soy su asistente hace siete años y cada día me esfuerzo por hacer mi trabajo de la mejor manera posible. Pero con mis treinta y nueve años recién cumplidos, me he dado cuenta que he trabajado día y noche, ganando mi dinero con esfuerzo y ofreciéndoles todo a mi familia, pero, olvidándome por completo de mí.
Quedé embarazada desde muy joven y desesperada logré conseguir un trabajo con el magnate Adam Hoffmann, empecé siendo una chica de limpieza; con un salario no tan bueno, pero con ayuda de mis padres puede mantener a mi hijo y pagar mis estudios. Actualmente soy su asistente, ganando un buen salario en el cual, por fin, puedo darle una buena vida a mi hijo, ofreciéndole la oportunidad de asistir universidad privada y con un apartamento que le pertenece solo a él.
He logrado criar un hombre que próximamente será neurocirujano, ofreciéndole día a día mis consejos y mis mejores bendiciones.
Ahora vivo en una casa sola, pensando seriamente que hacer con mi vida ¿renunciar a mi trabajo y enfocarme en mi? Lo haría, pero los impuestos no dejan de llegar ¿Tener una aventura con un desconocido? Lo haría, pero no soy lo suficientemente valiente para ligarme a un hombre. Tengo casi cuarenta años ¿Cómo se liga en la actualidad? ¿Cómo hacen algunas chicas para hacerle entender a un hombre que ahora en adelante, él será mi juguete? ¿Cómo se hace para sacar la fiera que lleva dentro?
Suspiré agotada, la habitación se encontraba llena de amigos de la familia, tomando cervezas y charlando, hoy por fin se festejaba mi cumpleaños ¿un año más de vida o uno menos? Depende de la perspectiva en la que lo veas.
Me encontraba en una crisis existencial que no me permitía avanzar ni disfrutar de nada. Deseaba relajarme sola en la bañera, o por primera vez después de diecinueve años, poder disfrutar de un caballero.
—¿Qué tal te la estas pasando en tu fiesta de cumpleaños? —preguntó Dominik Müller, era un hombre bastante alto, atractivo y joven. Se murmuraba que andaba en malos pasos, ya saben lo típico; venta de drogas, armas, peleas y carreras ilegales, pero nadie se atrevía a acusarlo con la policía o más bien, la policía nunca hacía nada, con unos cuantos billetes hacían de la vista gorda.
—Estupendo —espeté con amargura, volví a tomar otro trago de whisky —estoy sola, amargada y vieja. Asi que, wow, estoy genial.
—Deberías dejar de tomar tanto, Morgan. Además, no estas tan vieja… —sus ojos buscaron los míos, intentando mostrarme sinceridad en sus palabras —mira, yo me sentía igual que tú, melancólico con una crisis existencial enorme cuando cumplí mis veinticinco años…
—¿Tienes veinticinco años? —interpelé sintiéndome ofendida y vieja —¿Qué carajo haces aquí, niño? ¿Quién te invitó?
—¿Niño? —soltó una risota haciéndome hervir la sangre —no soy un “niño” señorita, Morgan. Y lamentablemente nadie me invitó, así que tuve que colarme —sacudió su chaqueta, mostrando sin vergüenza alguna, su fuerte abdomen bajo la camisa blanca transparente, que se ajustada a su cuerpo, detallando cada uno de sus musculos, pero lo que llamó más mi atención no fue su musculatura, al contrario, al lado derecho, cerca de su pantalón, sobresalía una gran pistola color negro. Larga y tenebrosa, se encontraba sujeta simplemente por el borde de su pantalón.
—¿Te gusta? —preguntó Müller alargando las comisuras de sus labios. El licor empezaba a hacer efecto, mi cuerpo se erizó, volviendo a sentir su mirada acosadora sobre mi cuerpo.
—Nunca había…nunca había visto una de cerca…pero, pero… ¿Qué haces con…con eso en mi casa? —titubeé.
—Soy un hombre de negocios, señorita Morgan —bajó la voz, acercándose más a mí. El aroma de su perfume penetró mi nariz, haciéndome volar y soñar con los ojos abiertos. No entendía que me sucedía, llevaba semanas, meses deseando algo peligroso, algo prohibido… y tenerlo cerca de mí, aumentaba mis deseos —¿Quieres tocarla?
—Sí —le respondí.
—Sí —le respondí, llenándome al instante de la típica timidez que me perseguía a todos lados cuando intentaba ser atrevida, aunque lo fuera un poco —digo —me aclaro la garganta— no me interesa la verdad ver sus armas, ni nada que tenga que ver con usted, señor Müller…le pido con muchísimo respeto que se retire de mi casa con esa arma, podría lastimar a alguien inocente.Me erguí, repasando con la mirada a las personas presentes. Todos estaban en sus asuntos, ignorando por completo al enorme tigre salvaje que me acorralaba contra la esquina de la pared. Pero, me negaba a mostrarme vulnerable.—¿Segura? —inquirió. Yo me limité mover la cabeza de arriba hacia abajo, deteniéndome unos segundos, para admirar su abdomen —¿muy segura? Si salgo por esa puerta…no nos volveremos a ver, mis negocios me impiden quedarm
El dolor intenso me despertó, haciéndome querer morir o desaparecer por unos días. el sol aún no había salido y yo, ya debía levantarme a trabajar.Suspiré derrotada, sintiéndome vacía y depresiva, no estaba acostumbrada a estar sola en una casa tan grande ni micho menos, para siempre.El objetivo de mi vida siempre había sido mi hijo, era el motivo que todas las mañanas me levantara a soportar a mi pesado jefe, sus explotaciones hasta sus humillaciones.Inhalé dirigiéndome despacio hasta la ventana, todo se encontraba tranquilo como todos los días. a excepción de un hombre que al instante reconocí. No hace mucho que el señor Müller llegó aquí y todos los días hombres grandes y fuertes lo protegían a muerte, como si fuera una celebridad, de ahí comenzaron los rumores de que sus negocios no eran nada bueno.
Alexandro no lograba encender mi ser, pero quería acción, necesitaba un poco de calor para poder olvidarme por completo del señor Müller. Me acerqué a él, sabiendo de pies a cabeza que, si no empezaba yo el acto, aquí no sucedería nada.—Eres un hombre grande —le dije, mis manos acariciaron su pecho por encima de su camisa —muy alto —el asintió, empezando a reaccionar bajo mi tacto. Su mano cayó sobre mi muslo moviéndola de forma lenta, haciéndome tambalear por unos segundos —hace mucho calor ¿no crees? —elevé mi ceja, quería verme sensual ante él. Necesitaba saber si una mujer como yo, podría comerse al mundo —mucho… ah… calor —levanté mi trasero hasta lograr posicionarlo sobre el escritorio, me deslicé hasta el fondo —tanto… ah… uff… mucho calor —abr&i
¿Qué sucedía conmigo?¿Acaso estaba defectuosa?Siempre había leído relatos eróticos donde las chicas se sentían tan bien durante el coito; la conexión… El amor y el pacer iban de la mano. Pero en mi vida, no lograba obtener placer por medio de la penetración y a los pocos hombres que he tenido dentro de mí parecía no importarle en lo absoluto.Sonreí, fingiendo estar satisfecha con todo lo que sucedió, al menos, había logrado calmar mi sedienta sed, pero ahora el sentimiento había sido remplazado por un vacío que no parecía tener fin.Terminé de arreglar mi ropa e inmediatamente prepararé todo lo necesario para darle la bienvenida a mi jefe; su café negro, sin azúcar a una temperatura de sesenta y un Celsius, con un pequeño pastelito simple, acomodado al lado del escritorio y al lado izqui
El mundo se detuvo a mis pies cuando tomé el sobre, por alguna extraña razón perdí el miedo que hace unos segundos me comía entera. El auto oscuro que me perseguía se estacionó unas cuantas casas atrás de la mía, pero con una ubicación perfecta para observar todos mis movimientos. Estaba claro que no pretendía hacerme nada, por ahora. Aun así, con el sobre en mano entré a casa; cerrando las puertas con seguro y cubriendo totalmente las ventanas con unas cortinas oscuras, encendí las luces y coloqué en la mesa el cuchillo más filoso de mi cocina.Suspiré, tomando asiento en la dura silla de madera y con un último respiro me dispuse a abrir el sobre de color morado.11 de agosto del 2021Querida señorita Morgan.Lamento muchísimo no llamarla por su apellido, pero me he dado cuenta de que no poseo conocimient
Con carta en mano caminé hasta el automóvil oscuro, los hombres no parecían sorprendidos, al contrario, sus rostros no mostraban ninguna expresión, pero por el olor a cigarrillo que emanaba el auto y las bolsas de comida chatarra logré adivinar lo aburrido que sería el estar vigilándome día y noche.Uno de ellos me miró de reojo, haciéndome temer lo peor ¿acaso estaba cometiendo un error al ofenderlo de tal manera?Tal vez sí, pero no planeaba participar en sus planes ni ser su maldito juguete.—Toma —expendí mi mano hacia ellos —dale esto a tu jefe.Unos dedos regordetes se extendieron hacia mí. Nunca había estado frente a frente con unos hombres tan aterradores, su piel color marrón y una mirada penetrante me hacía temblar. No se tomaron el tiempo de hablar, ni siquiera de dedicarme una mirada de reojo. Parecía
Días atrás.La noche del cinco de agosto celebrábamos el embarazo de una buena amiga de la familia, mi casa era la más amplia y elegante y a los ojos de mis padres era perfecta para eventos familiares. No me molestaba en absoluto eso, amaba tener compañía y creo que uno de mis más grandes miedos era quedar sola para siempre, por esa razón me asusta tanto cumplir años.Terminé mi lata de cerveza y sin tener ánimos de quedarme más tiempo en el festejo, subí a mi habitación. No había tenido tiempo en la mañana de arreglar la cama, de hecho, no había tenido tiempo de nada. Entre prepararme para mi trabajo y hacerle el desayuno, almuerzo y merienda a mi hijo, el tiempo apenas me ajustaba para llegar a la oficina.Estaba tan agotada que lo único que me apetecía era dormir o relajarme un rato viendo una película.Camin&eacut
Suspiré, esta vez, pensándomelo un poco mejor, pero, aun así, el alcohol continuaba impulsándome en esta tremenda estupidez.—Ay, dios —susurré para mis adentros. Abajé mis manos con sutileza, no quería que se sintiera amenazado y mucho menos, que una bala terminara en mi pecho. Desabroché el botón del pantalón y acto seguido comencé a desnudarme. Él no apartaba su vista ni por segundo, su rostro había cambiado, lo notaba a pesar de la distancia que nos separaba ¿acaso le estaba empezando a gustar todo esto?Una vez con el pantalón fuera, procedí a quitarme mi ropa interior, no sabía que haría después cuando me encontrara completamente desnuda ante el sujeto, no tenía planes y el hombre no me ayudaba mucho en todo esto.El efecto del licor se empezaba a evaporar y ahora, me sentía avergonzada, pero no lo s