Un año antes…
—Solo queda ella—informó una voz masculina a su acompañante.—¿Solo esta niña?Luke miró a la curiosa jovencita, quien se quejaba del dolor que se concentraba en su cuerpo tras ser lanzada al suelo.—Sí—confirmó el moreno—. Al parecer ese desgraciado de Amaro abandonó a su propia hija.—Su hija—murmuró Luke aquella palabra, mirando con renovada atención a la castaña.Arlet se estremeció al ser el foco de aquellos ojos azules tan deseosos de venganza.—¿Qué piensas hacer con ella?Aquella pregunta envió una oleada de temor al cuerpo de la joven, quien pudo detallar en primera plana como aquel sujeto parecía cavilar varias opciones. Lo cierto era que sin importar cuál eligiera ninguna de las alternativas, parecía buena.—Obviamente, no puedes dejarla viva—siguió Rodrigo ante la falta de respuesta—. ¿Pero me refiero a si te apetece divertirte un poco antes?Ante aquella cuestión, el hombre miró a su compañero con profundo odio. Rodrigo alzó las manos y se apresuró a agregar:—¡De acuerdo, de acuerdo!—exclamó con cierto tinte dramático—. Está bien, entiendo, la hija de Amaro no te apetece. ¿Pero me dejarías que…?—¡Cierra la boca!—lo cortó Luke, finalmente—. La hija de ese bastardo no me interesa. Estoy seguro de que la dejo aquí únicamente para retrasarnos. Pégale un tiro y vámonos.Dicho eso, hizo el ademán de salir de la habitación, sin embargo, la voz de la mujer detuvo su actuar:—¡No, por favor!—chilló Arlet, al escucharlo.—Ten un poco de corazón, Luke—abogó Rodrigo con jocosidad, aunque en el fondo tampoco tenía muy buenas intenciones—. Mírala bien, es toda una dulzura.—Es la hija de Amaro—la respuesta fue tan fría, que el moreno entendió que para Luke no era una mujer, era simplemente su enemigo.—De acuerdo—se resignó entonces sacando el arma y apuntando en su dirección.Arlet miró como aquel hombre la apuntaba y su corazón latió a una velocidad sorprendente. Moriría, eso era un hecho.Los recuerdos de su infancia pasaron por su mente como un rayo. Lo único que recordaba eran días felices, días al lado de su padre, días rodeada de amor y tranquilidad.Pero, ¿cómo se iba a imaginar que su vida todos estos años no había sido más que una mentira? ¿Qué su padre en realidad no era el hombre dulce que aparentaba? ¿Qué su padre había destruido la vida de su actual verdugo y que lo había convertido en un ser frío y deseoso de venganza?Luke quería vengar la muerte de su familia, el robo de su patrimonio y el hecho de haberlo convertido en un asesino.Amaro merecía morir por sus propias manos, él y toda su familia. Aunque, lastimosamente, la descendencia de aquel tipo no fuese más que esa niña.¿Es que acaso no había podido tener un hijo varón? De ser así, lo hubiese aniquilado con sus propias manos con el mayor de los gustos. Pero no, en su lugar, había dejado a esa criatura endeble y debilucha. ¿Qué podría hacerle? De por sí pegarle un tiro era bajo, carente de disfrute.Un disparo se escuchó, pero no fue Arlet quien cayó al suelo tras el impacto. En su lugar, el moreno que la apuntaba pasó a manchar con su sangre gran parte del piso.Todo había sucedido muy rápido…Luke apuntaba en la dirección de dónde el fuego había venido. ¿No se suponía que no quedaba nadie más en la casa? ¿O es que Rodrigo no la había revisado bien?Una figura se mostró ante ellos, se trataba de un hombre feroz, de cabellos cobrizos.Los ojos de la joven se iluminaron e inmediatamente proclamó una expresión de alivio:—¡Nicolás!Sin embargo, aquella tranquilidad no le duró mucho a Arlet, cuando su acompañante la tomó fuertemente del brazo y colocó el cañón en su sien. El frío metal del arma le heló los huesos y sintió que estaba a punto de desfallecer.—¡Suelta el arma!—ordenó Luke al invasor.La indecisión en los ojos del cobrizo se hizo presente, soltar el arma solo podría significar una cosa: morir. Pero, a su vez, si no lo hacía, la vida de su protegida sería la afectada. No lo podía permitir.Arlet miró como su amigo, su fiel amigo, colocaba el arma en el suelo y levantaba los brazos en señal de rendición. Inmediatamente, cerró los ojos, no quería presenciar como aquel hombre que la sujetaba acababa con la vida de su más querido compañero.Sin embargo, eso no fue lo que sucedió…La joven fue lanzada al suelo nuevamente y este segundo impacto fue más fuerte que el anterior. Quejándose del dolor, evidenció como aquel hombre de ojos azules como el cielo, se abalanzaba sobre su amigo y lo derribaba con una fuerza atroz.Los dos hombres luchaban en el suelo y aunque su fiel guardaespaldas era un hombre fuerte y entrenado para este tipo de situaciones, le estaba resultando difícil responder los golpes de su contrincante.Aquel sujeto parecía un demonio, notó Arlet con horror.La escena con cada segundo se tornaba peor, haciendo que la joven empezara a gritar y a rogar para que se detuviera. Iba a matarlo.Luke, cegado por la ira de ver caer a uno más de sus aliados, asestaba golpe tras golpe en el rostro de aquel malnacido que se había atrevido a enfrentarlo. Su ira y fuerza en ese momento parecían sobrehumana, y no podía detenerse, sus puños deseaban venganza.De pronto, el eco de un nuevo impacto llenó el ambiente. Esta vez, el disparo vino de un lugar justo a su espalda.El hombre se giró y miró cómo la endeble niña lo apuntaba. En cuestión de segundos, el ratón había dejado de ser la presa para convertirse en el depredador.—¡Suéltelo!—demandó con una firmeza de la cual no se había percatado antes.Y en ese momento de incertidumbre, no pudo evitar preguntarse:¿Sería acaso este su final? ¿Moriría bajo la mano de la hija de Amaro?Las manos de la joven temblaban, mientras empuñaba con fuerza aquella arma. Su dedo índice se encontraba posicionado en el gatillo, solo debía apretarlo y ese hombre dejaría de ser una amenaza. Sin embargo, no era tan fácil, Arlet no era una asesina. De hecho, era la primera vez que tenía entre sus manos una pistola. Jamás había tocado una antes. Jamás había tenido que vivir una situación similar en el pasado. —Señorita, no lo haga.La voz de Nicolás se hizo presente, el hombre, quien tenía su rostro todo ensangrentado tras todos los golpes de los que había sido víctima, mostró su deseo de no permitir que sus manos se mancharan con la culpa de llevar sobre las mismas un asesinato.Su fiel guardaespaldas la conocía muy bien, sabía que no era más que una jovencita dulce y mimada, la cual no podría vivir luego con la culpa.Pero Arlet no estaba dispuesta a permitir que aquel sujeto se saliera con la suya, no estaba dispuesta a permitir que los aniquilará.—¡Aléjese de él y arrodíllese!
—¿Cómo dices?—la voz que acompañó aquella pregunta fue baja, mortal. El individuo encargado de dar respuesta, tragó en seco antes de contestar: —No pudimos impedirlo, señor. Se la llevaron. Amaro soltó una maldición audible y al segundo siguiente, el hombre había dejado de respirar. Un disparo, eso había bastado para silenciarlo.—¡Al próximo que me diga semejante bobería, lo mató!—ladró de nuevo. Ninguno de sus hombres quiso repetir el desafortunado desenlace. Sabían muy bien que su jefe no estaba en sus cabales, después de todo no habían sido días fáciles. Todo comenzó con el incendio a una de sus fábricas, las pérdidas que produjo el atentado fueron millonarias, comprometiéndolo de mala manera con muchos de sus socios. Y no se referían a los accionistas de sus empresas fantasmas, sino a gente peligrosa, a los grandes de la mafia. Y Amaro sabía muy bien quién había sido el culpable de todo… Ese maldito de Newton. Había sido un error no asegurarse de acabar con todos los hijos
Al llegar a su destino, Luke se dirigió al asiento trasero del auto y jaló del brazo a la jovencita que se encontraba de rehén. —¿Qué es esto? ¿Dónde estamos?—preguntó Arlet, asustada y temerosa de no ver más que un sitio desierto. Al fondo había aparentemente una casa, pero no había nada más que eso. El hombre apretó más fuerte su agarre y tiro con mayor ímpetu, llevándola prácticamente a rastras. —¿Le hice una pregunta?—insistió, viendo cómo sus zapatos se manchaban de la tierra que había alrededor. Ese hombre ni siquiera le daba tiempo de levantar los pies para caminar con normalidad.—¡Cierra el pico, niña!Horacio, quien sabía que su jefe estaba de pésimo humor, decidió silenciar a la molesta hija de Amaro, al ver que la misma no parecía conocer lo que era la prudencia. Arlet miró de reojo al sujeto que le habló y le pareció un chiste. Era un tipo bajo y gordo, quien cargaba un arma en su cinto que parecía mucho más grande que él. Por un instante, estuvo tentada a responderl
—¿Qué es esto? ¿Acaso es…?—La hija de Amaro—completo Luke, dándole un empujón a Arlet para que terminara de entrar en la casa. La jovencita aterrizó en la sala de esa vivienda, sintiéndose como un pez fuera del agua. ¿Dónde estaba?—¿Cómo es qué…?—siguió preguntando la mujer, deseosa de respuestas. —Exceso de confianza—concluyó el otro sin querer dar más explicaciones al respecto. Horacio, quien sabía que la mujer seguiría preguntando, se apresuró en explicarlo todo. Kenia se relamió los labios al darse cuenta de la joyita que tenían en mano. —Entonces Amaro dejó desprotegida a su preciada hijita—dijo dando algunos pasos en dirección a la muchacha. No dejaba de observarla, evaluándola—. Oh, pero que tenemos aquí—señaló agarrándola de la barbilla e inspeccionando su cara—. Un cutis bien cuidado, sin duda. Qué lástima—dicho eso, sacó una navaja. —Espera, Kenia—la detuvo el hombre al detallar sus intenciones. —¿Qué pasa? ¿Acaso no vamos a matarla?—Así es, pero aún no.La jovenci
Arlet pasó la noche más larga de su vida encerrada en ese lugar oscuro, el cual parecía un cajón en el que no se filtraba ni la más mínima luz. Fueron largas horas de llanto y de rogarle al cielo por un poco de piedad. Tenía miedo de morir, miedo porque presentía que su muerte no sería sencilla. Pero a la vez, veía en esa posibilidad una salida. Cuando finalmente la tortura terminara, cuando finalmente todo acabará, podría reunirse con su madre, podría conocerla, ya que nunca tuvo la oportunidad de hacerlo. Lamentablemente, su madre había muerto dándola a luz. Zelina, como su padre le contaba, era una mujer hermosa, encantadora, la cual lo cautivó con tan solo una mirada. Su padre la amaba, y lo sabía muy bien, porque tenía prácticamente un altar montado para ella en su habitación. Enormes cuadros de la mujer, rodeaban las paredes de aquella recámara, a la cual solía entrar muy poco. Su padre nunca se volvió a casar ni le conoció a otra pareja en todos esos años. Él siempre le hab
La puerta de la habitación se abrió de golpe, haciendo que el corazón de la muchacha se acelerara por completo. «¿Qué estaba sucediendo?», se preguntó, viendo al individuo que la observaba desde el umbral. Un segundo, ese fue el tiempo que le otorgó para que asimilará que había llegado su final. Inmediatamente, sus pasos resonaron como una marcha fúnebre, presagiando un terrible desenlace. Moriría, pudo verlo escrito en esos ojos zarco, tan ardientes, pero al mismo tiempo tan helados. Sin embargo, como si se tratara de una liebre inútil que se niega a ser devorada por las fauces del lobo; corrió, corrió y tropezó sin siquiera haber llegado a un sitio de resguardo. Arlet sintió el golpe en sus rodillas y al segundo siguiente, había sido jalada y lanzada mucho más lejos. Un gemido de dolor se escapó de sus labios cuando su espalda chocó contra la pared más cercana. Sus labios quisieron suplicar por un poco de piedad, quisieron suplicarle para que se detuviera. ¿Pero siquiera ten
Arlet sentía que no podía moverse, uno a uno, sus huesos le dolían. Ese hombre la había arrojado tan fuerte, todavía no entendía cómo era que no la había matado de ese solo movimiento. «¿Qué le había hecho su padre para que la odiara tanto?», no dejaba de hacerse esa pregunta. Nunca había tenido que sentir este tipo de dolor, el dolor físico. Su padre jamás le había puesto un dedo encima, él siempre había sido muy complaciente. En su niñez y adolescencia lo tuvo todo, lujos, viajes, una vida aparentemente feliz. Todo era así hasta hacía apenas unos días. Ahora estaba a merced de ese monstruo, de ese hombre que al parecer disfrutaba de hacerla sufrir.¿Por qué no la mataba de una vez? ¿Por qué no acababa con su tortura?Los días y las horas se le hacían insoportables, desde esa noche, no había podido volver a dormir. Cada vez que sus ojos se cerraban, lo visualizaba, veía el azul de su mirada, veía su sed de sangre, veía su deseo de venganza.Ese hombre, ese rostro, se estaba hacie
—¿Y en serio crees que existe la justicia?—Yo creo que… creo que mi padre merece pagar por todos sus delitos. Él debería ir a la cárcel y…—¿La cárcel? No seas tonta. —Escúcheme, le estoy diciendo que…—No, escúchame tú a mí—la voz y la expresión del hombre cambió, haciendo que su cuerpo se estremeciera de miedo—. La cárcel sería un destino muy apacible para alguien como Amaro; yo pienso traerlo a aguas más profundas, pienso arrastrarlo hasta los confines más abismales del infierno. Que sienta como las llamas lo consumen, yo pienso matarlo con mis propias manos y créeme, no será una muerte feliz. Arlet lo miró perpleja, la pasión con la que decía esas palabras, era como si se tratara de su más grande sueño. Un sueño feo, retorcido, perverso. Ese hombre vivía para el cumplimiento de ese día, no había nada más que le importara en el mundo.—No puede hacer eso, porque entonces, ¿qué diferencia habría entre mi padre y usted?Él le regaló una media sonrisa siniestra antes de decir:—Ni