Los rayos del sol comenzaban a ser visibles en el horizonte, dando la bienvenida a un nuevo día. Arlet, asomada desde la ventana, observaba con atención la diversidad de colores. Ese día, Nicolás saldría libre de la cárcel. Luego de siete meses en prisión, finalmente se le permitiría pagar la fianza que lo absolvería de todos sus delitos. Con ayuda de sus abogados pudo demostrar que no había estado involucrado en los negocios turbios de su padre. La labor de Nicolás siempre había sido únicamente la de un guardaespaldas. Pero a pesar de que estaba feliz por el desenlace de su amigo, su corazón se entristecía al pensar en Luke. La diferencia entre los dos era abismal, mientras que a Nicolás lo trataban como a un criminal más, con derecho a visitas y a ser defendido. A Luke ni siquiera le permitían verlo, a pesar de que seguía siendo su esposa. Contrario a lo que Luke había querido, ella no quiso invalidar el matrimonio. De hecho, ahora más que nunca necesitaba su apellido. Con u
Un rayo de sol se filtró por la ventana dándole directo a la cara, sus ojos se abrieron con una mueca en ese instante. —Buenos días—murmuró una voz suave a su lado. La mirada azulada viajó por toda la habitación un segundo antes de enderezarse en la cama. —¿Arlet?—preguntó Luke con asombro, sin poder creerse que era la primera vez que dormía a su lado sin ningún tipo de episodio. La sonrisa de su esposa iluminó mucho más que el mismo sol que se colaba por la ventana. —¿Cómo dormiste? —Yo dormí… bien, supongo—las palabras tuvieron un sabor extraño en su boca. “Bien” y “dormir” eran dos palabras que desde hacía muchos años no habían sido pronunciadas juntas. —Finalmente, está dando resultados—la mujer se acercó y acarició su mejilla con dulzura—. Sabía qué funcionaria. Era cuestión de tiempo. —Arlet, eso fue muy arriesgado—no pudo evitar pensar en la posibilidad de que algo malo hubiese pasado. —No, Luke, ya no tienes que temer, las pesadillas se han ido—dijo con triunfo
El sonido de la puerta al abrir la sobresaltó, pero no se giró, no hacía falta hacerlo, bastaba con sentir como sus vellos se erizaban ante la inminente presencia. Era ese hombre, estaba segura. —¿Qué quiere?—lo encaró firme, alzando la barbilla. Evidentemente, esto él no podía notarlo, estaba de espaldas después de todo. Pero sin importar si la veía o no, no pensaba demostrarle temor. Ya no. —¿Qué quiero yo o que quieres tú?La pregunta sonó tan extraña, que no pudo evitar girarse y mirarlo a la cara. —¡¿Querer yo?!—le gritó sin poder evitarlo—. ¡Pues creo que es bastante obvio! ¡Libéreme!—ordenó, como si realmente estuviese en condiciones de hacerlo. Él no contestó, solo la miró con esos azules tan intensos y penetrantes. Era, sin duda, una visión impropia, parecía existir algo más en ese mar de indiferencia que siempre demostraba. —¿Estás segura de eso?—preguntó, su voz sonó extrañamente suave. —Por supuesto, ¿por qué no lo estaría?—La otra noche, cuando me acerque, sentí q
Un año antes…—Solo queda ella—informó una voz masculina a su acompañante.—¿Solo esta niña?Luke miró a la curiosa jovencita, quien se quejaba del dolor que se concentraba en su cuerpo tras ser lanzada al suelo. —Sí—confirmó el moreno—. Al parecer ese desgraciado de Amaro abandonó a su propia hija. —Su hija—murmuró Luke aquella palabra, mirando con renovada atención a la castaña.Arlet se estremeció al ser el foco de aquellos ojos azules tan deseosos de venganza. —¿Qué piensas hacer con ella?Aquella pregunta envió una oleada de temor al cuerpo de la joven, quien pudo detallar en primera plana como aquel sujeto parecía cavilar varias opciones. Lo cierto era que sin importar cuál eligiera ninguna de las alternativas, parecía buena.—Obviamente, no puedes dejarla viva—siguió Rodrigo ante la falta de respuesta—. ¿Pero me refiero a si te apetece divertirte un poco antes?Ante aquella cuestión, el hombre miró a su compañero con profundo odio. Rodrigo alzó las manos y se apresuró a agre
Las manos de la joven temblaban, mientras empuñaba con fuerza aquella arma. Su dedo índice se encontraba posicionado en el gatillo, solo debía apretarlo y ese hombre dejaría de ser una amenaza. Sin embargo, no era tan fácil, Arlet no era una asesina. De hecho, era la primera vez que tenía entre sus manos una pistola. Jamás había tocado una antes. Jamás había tenido que vivir una situación similar en el pasado. —Señorita, no lo haga.La voz de Nicolás se hizo presente, el hombre, quien tenía su rostro todo ensangrentado tras todos los golpes de los que había sido víctima, mostró su deseo de no permitir que sus manos se mancharan con la culpa de llevar sobre las mismas un asesinato.Su fiel guardaespaldas la conocía muy bien, sabía que no era más que una jovencita dulce y mimada, la cual no podría vivir luego con la culpa.Pero Arlet no estaba dispuesta a permitir que aquel sujeto se saliera con la suya, no estaba dispuesta a permitir que los aniquilará.—¡Aléjese de él y arrodíllese!
—¿Cómo dices?—la voz que acompañó aquella pregunta fue baja, mortal. El individuo encargado de dar respuesta, tragó en seco antes de contestar: —No pudimos impedirlo, señor. Se la llevaron. Amaro soltó una maldición audible y al segundo siguiente, el hombre había dejado de respirar. Un disparo, eso había bastado para silenciarlo.—¡Al próximo que me diga semejante bobería, lo mató!—ladró de nuevo. Ninguno de sus hombres quiso repetir el desafortunado desenlace. Sabían muy bien que su jefe no estaba en sus cabales, después de todo no habían sido días fáciles. Todo comenzó con el incendio a una de sus fábricas, las pérdidas que produjo el atentado fueron millonarias, comprometiéndolo de mala manera con muchos de sus socios. Y no se referían a los accionistas de sus empresas fantasmas, sino a gente peligrosa, a los grandes de la mafia. Y Amaro sabía muy bien quién había sido el culpable de todo… Ese maldito de Newton. Había sido un error no asegurarse de acabar con todos los hijos
Al llegar a su destino, Luke se dirigió al asiento trasero del auto y jaló del brazo a la jovencita que se encontraba de rehén. —¿Qué es esto? ¿Dónde estamos?—preguntó Arlet, asustada y temerosa de no ver más que un sitio desierto. Al fondo había aparentemente una casa, pero no había nada más que eso. El hombre apretó más fuerte su agarre y tiro con mayor ímpetu, llevándola prácticamente a rastras. —¿Le hice una pregunta?—insistió, viendo cómo sus zapatos se manchaban de la tierra que había alrededor. Ese hombre ni siquiera le daba tiempo de levantar los pies para caminar con normalidad.—¡Cierra el pico, niña!Horacio, quien sabía que su jefe estaba de pésimo humor, decidió silenciar a la molesta hija de Amaro, al ver que la misma no parecía conocer lo que era la prudencia. Arlet miró de reojo al sujeto que le habló y le pareció un chiste. Era un tipo bajo y gordo, quien cargaba un arma en su cinto que parecía mucho más grande que él. Por un instante, estuvo tentada a responderl
—¿Qué es esto? ¿Acaso es…?—La hija de Amaro—completo Luke, dándole un empujón a Arlet para que terminara de entrar en la casa. La jovencita aterrizó en la sala de esa vivienda, sintiéndose como un pez fuera del agua. ¿Dónde estaba?—¿Cómo es qué…?—siguió preguntando la mujer, deseosa de respuestas. —Exceso de confianza—concluyó el otro sin querer dar más explicaciones al respecto. Horacio, quien sabía que la mujer seguiría preguntando, se apresuró en explicarlo todo. Kenia se relamió los labios al darse cuenta de la joyita que tenían en mano. —Entonces Amaro dejó desprotegida a su preciada hijita—dijo dando algunos pasos en dirección a la muchacha. No dejaba de observarla, evaluándola—. Oh, pero que tenemos aquí—señaló agarrándola de la barbilla e inspeccionando su cara—. Un cutis bien cuidado, sin duda. Qué lástima—dicho eso, sacó una navaja. —Espera, Kenia—la detuvo el hombre al detallar sus intenciones. —¿Qué pasa? ¿Acaso no vamos a matarla?—Así es, pero aún no.La jovenci