CAPÍTULO 28.

Los robos de ganado comenzaron a disminuir. Los rumores sobre la llegada de nuevos guardias y el aumento de la vigilancia se esparcieron rápidamente, creando un ambiente de confianza entre los habitantes. Poco a poco, la calma se fue apoderando de la región, como si el aire pesado de la incertidumbre hubiera sido reemplazado por una brisa fresca y serena.

La región, lentamente, recuperó su pulso normal, y con ello, La Escondida volvía a ser el refugio que siempre había sido.

Antonia se movía de un lado a otro en la cocina, una sonrisa radiante iluminaba su rostro. El aroma de pan recién horneado llenaba el aire, y su corazón latía con entusiasmo al pensar en la llegada de los dueños de la hacienda, y de Marina. Era una ocasión especial, y quería que todo estuviera perfecto.

En la mesa, colocó flores frescas y la mejor vajilla, asegurándose de que cada detalle hablara de la bienvenida que querían ofrecer. “Estoy tan ansiosa de verlos”, pensó, y una risa suave se escapó de sus labios al
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