CAPÍTULO 27.

Lupita estaba sentada a la mesa, desayunando con sus padres. El aroma del café recién hecho y los huevos revueltos llenaban la cocina. Sin embargo, una sensación extraña comenzó a invadirla. Un malestar que no podía identificar con claridad. Las náuseas la hicieron poner la mano en su boca y el mareo la obligó a levantarse de golpe.

—¡Disculpen, necesito ir al baño! —dijo con voz entrecortada, apenas alcanzando a controlar la ansiedad.

Guadalupe la observó con preocupación mientras ella se apresuraba a salir de la cocina. Macario frunció el ceño y se miró con su esposa.

—¿Has visto eso? Parece que algo le cayó mal en la panza —comentó Macario, desconcertado.

—No lo sé, Macario. ¿Qué pudo haber comido? —respondió Guadalupe, con una ligera inquietud.

Lupita llegó al baño rápidamente, pero el mareo y las náuseas no desaparecían. Se apoyó en el lavabo, sintiendo cómo su corazón latía desbocado. No era solo el malestar físico lo que la tenía tan nerviosa, sino la incertidumbre que la consu
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