Lupita estaba sentada a la mesa, desayunando con sus padres. El aroma del café recién hecho y los huevos revueltos llenaban la cocina. Sin embargo, una sensación extraña comenzó a invadirla. Un malestar que no podía identificar con claridad. Las náuseas la hicieron poner la mano en su boca y el mareo la obligó a levantarse de golpe.—¡Disculpen, necesito ir al baño! —dijo con voz entrecortada, apenas alcanzando a controlar la ansiedad.Guadalupe la observó con preocupación mientras ella se apresuraba a salir de la cocina. Macario frunció el ceño y se miró con su esposa.—¿Has visto eso? Parece que algo le cayó mal en la panza —comentó Macario, desconcertado.—No lo sé, Macario. ¿Qué pudo haber comido? —respondió Guadalupe, con una ligera inquietud.Lupita llegó al baño rápidamente, pero el mareo y las náuseas no desaparecían. Se apoyó en el lavabo, sintiendo cómo su corazón latía desbocado. No era solo el malestar físico lo que la tenía tan nerviosa, sino la incertidumbre que la consu
Los robos de ganado comenzaron a disminuir. Los rumores sobre la llegada de nuevos guardias y el aumento de la vigilancia se esparcieron rápidamente, creando un ambiente de confianza entre los habitantes. Poco a poco, la calma se fue apoderando de la región, como si el aire pesado de la incertidumbre hubiera sido reemplazado por una brisa fresca y serena.La región, lentamente, recuperó su pulso normal, y con ello, La Escondida volvía a ser el refugio que siempre había sido.Antonia se movía de un lado a otro en la cocina, una sonrisa radiante iluminaba su rostro. El aroma de pan recién horneado llenaba el aire, y su corazón latía con entusiasmo al pensar en la llegada de los dueños de la hacienda, y de Marina. Era una ocasión especial, y quería que todo estuviera perfecto.En la mesa, colocó flores frescas y la mejor vajilla, asegurándose de que cada detalle hablara de la bienvenida que querían ofrecer. “Estoy tan ansiosa de verlos”, pensó, y una risa suave se escapó de sus labios al
"Seguramente Mauricio habrá terminado la jornada y debe estar de regreso a su hacienda. Hoy es el día, el momento perfecto para contarle la noticia… ¿Y si se pone nervioso? Ojalá que lo reciba bien… No puedo esperar más ", pensaba Lupita, tratando de encontrar la manera más eficaz de abordarlo con la nueva noticia.Llevaba unos minutos sentada en la sala, tomando un té que Cata le ofreció al recibirla.—¡Mauricio! ¡Justo te estaba esperando! ¿Cómo estuvo la jornada de hoy? —Lupita quiso acercarse a darle un beso pero Mauricio llevaba su ropa manchada de tierra y secaba el sudor de su cara con un pañuelo bastante desgastado y sucio.—Bien, Lupita. Como siempre. Un poco de trabajo, pero nada que no se pueda manejar. ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí tan lejos de tu casa?—Quería hablar contigo de algo importante. Algo que no puedo esperar más para decirte… —respondió ella mirándolo a los ojos, un poco nerviosa, pero decidida a hacerlo. Sabía que debía ser muy convincente para que Mauricio no
—Buenas noticias. Lupita está bien. El embarazo está en su etapa normal y no hay complicaciones graves por ahora —exclamó el doctor entrando a la habitación con una expresión tranquila tras revisar los resultados.—¿Entonces no es nada serio? —suspiró Mauricio aliviado, pero con el rostro aún preocupado.—No, el bebé está bien. Ha tenido una reacción física fuerte, y aunque todo parece estar en orden ahora, es fundamental que se cuide mucho.—¿Qué quiere decir con "cuidarse"? ¿Qué tengo que hacer?—Debe guardar reposo absoluto. Nada de esfuerzos, ni trabajos pesados, ni estrés emocional. Necesita descansar. Cualquier movimiento brusco o sobrecarga puede poner en riesgo el embarazo. Tiene que estar tranquila, y con tiempo y cuidados, todo debería ir bien.—¿Reposo total? —preguntó Mauricio.—No podemos arriesgarnos a que haya complicaciones. Ella necesita mucha calma, evitar preocupaciones y, sobre todo, estar lo más relajada posible. No puede estresarse, ni tampoco tener grandes esfue
—Lupita... está en el hospital —La voz de Antonia temblaba levemente al dar la noticia, como si las palabras mismas pesaran una tonelada.Don Emiliano y su esposa intercambiaron miradas sorprendidas, sin saber qué pensar. Marina, que estaba mordiendo una tortilla, dejó de masticar, su rostro reflejó una mezcla de desconcierto y preocupación.—¿Qué le pasó a Lupita? —preguntó don Emiliano, sin apartar la mirada de su esposa.—Tuvo un conato de aborto —respondió Antonia, en voz baja, como si el aire mismo temiera escuchar la gravedad de la noticia.Marina no pudo evitarlo. Un nudo se formó en su garganta, pero no fue hasta que escuchó de quién estaba embarazada que todo pareció volverse borroso.—¿Lupita está embarazada? —preguntó Marina, entre la confusión y el miedo—. ¿De quién está embarazada Lupita? Antonia la miró a los ojos, un instante de silencio pesado llenó la cocina antes de que finalmente hablara.—Lupita lleva en su vientre un bebé de Mauricio.En ese momento, Marina sinti
La mañana se presentaba cálida y despejada, el sol se alzaba en el cielo sin nubes. El aire fresco llenaba el espacio con una sensación de calma y quietud. Marina despertó temprano; aún no se recuperaba de la noticia que había recibido, más que una simple noticia , sentía que había recibido un golpe a su corazón. Se levantó de la cama, no tenía deseos de ver a nadie. Había estado tratando de disimular su malestar cada vez que hablaba con sus padres.—Marina…¿Hay algo que quieras contarme? No me tienes que ocultar nada, sabes que puedes confiar en mí —Antonia entró a su habitación con una taza de té que ella le había pedido minutos antes.—No, Antonia, no es nada. Estoy bien, de verdad. Solo un poco cansada, eso es todo —Marina intentó forzar una sonrisa, pero sus ojos se veían opacos y tristes—. Gracias por el té querida Antonia.—No te lo creo, Marina. Sé que estás haciendo un esfuerzo por que nadie se dé cuenta, pero yo te conozco. No estás bien, lo siento. ¿Es algo con tus padres?
Marina apenas tuvo tiempo de gritar . Un fuerte brazo la atrapó por la cintura, cubriéndole la boca con una tela húmeda que la dejó sin aliento. Rápidamente comenzó a percibir un ardor extraño que la hizo toser. Los segundos pasaron con lentitud mientras su cuerpo intentaba reaccionar, pero la tela empapada en un líquido desconocido la despojó de fuerzas con rapidez.El mundo a su alrededor comenzó a girar, y en medio del pánico, vio a dos hombres acercándose, vestidos de oscuro, como sombras que surgían de entre la densa vegetación.Con cada paso que daban, Marina luchaba con todas sus fuerzas. Intentó zafarse, pateó, pero nada parecía tener efecto. Los hombres la arrastraban sin piedad, su agilidad y fuerza eran imbatibles. El brazo que la rodeaba la apretaba con tal fuerza que sentía como si sus costillas estuvieran a punto de ceder bajo la presión. La tela seguía sobre su rostro, cubriéndole la boca y la nariz, pero ahora también le nublaba la mente, invadiéndola de un aroma acre
Macario estaba sentado, su rostro surcado por arrugas profundas, y las manos, firmemente apoyadas sobre la mesa, entrelazadas como si fueran un nudo que no pudiera soltarse. Frente a él, Mauricio daba pequeños sorbos a su vaso, evitando la mirada del hombre que lo observaba fijamente, como si le estuviera pidiendo cuentas por algo. La habitación estaba en silencio, tan denso que hasta el aire parecía espeso.—Te vas a casar con Lupita, Mauricio —dijo Macario, sin rodeos, con una voz firme, que no dejaba lugar a dudas. Cada palabra salía de su boca con la precisión de un disparo.Mauricio levantó la mirada, sorprendido por la brusquedad de la afirmación. Pero Macario no le dio tiempo para contestar.—No me importa lo que hayas o no hayas hecho, —continuó Macario, apretando los dientes con rabia contenida— pero lo que no voy a permitir es que mi hija quede con el nombre embarrado.Sus ojos, como dos brasas encendidas, no dejaban de mirar a Mauricio. La furia estaba contenida en su voz,