CAPÍTULO 23.

Sebastián miraba el teléfono que sostenía en la mano, sintiendo el peso de los dos últimos días acumulándose sobre sus hombros. Pasado ese tiempo, sabía que había llegado el momento. Dos días en los que apenas había dormido, con la mente dando vueltas sin parar, reviviendo una y otra vez las palabras de aquella conversación sostenida en el auto.

Cada vez que cerraba los ojos, lo invadían las dudas y el miedo, impidiéndole descansar. Ahora, con el móvil frente a él, sus dedos temblaban ligeramente, dudando si debía responder a esa llamada. Pero sabía que no tenía otra opción. Se sentía agotado, como si el sueño le hubiera sido negado por completo durante esas interminables horas de incertidumbre y tensión.

El sonido del teléfono rompió el silencio como un latigazo, y Sebastián se quedó inmóvil, el corazón golpeando con fuerza contra su pecho. El repentino sonido lo hizo congelarse por un instante, como si el eco de la llamada lo hubiera atrapado en una jaula invisible. Por unos segundo
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