—¡Han cometido otro robo de ganado! —decía Macario mientras ordenaba su cantina—. Esta vez le tocó a los Gutiérrez, si seguimos así ya no quedará ganado por esta región —exclamó casi escupiendo las palabras, dejando ver su molestia. La noticia se propagó como un incendio incontrolable llenando de preocupación y asombro a los habitantes del pueblo.Lupita lo escuchaba desde un rincón y se preguntaba quiénes serían esos delincuentes, no ocurrían estos hechos delictivos desde hace mucho tiempo en esta región. En un instante pensó en Mauricio y se preocupó de la situación , sabía que él estaría muy alerta. —No quiero que le suceda algo malo —dijo en voz alta.—¿Qué dices hija? —preguntó Macario al escucharla.—¿Se sabe algo de estos delincuentes? Me preocupa Mauricio, papá. En general, todos estamos en peligro con estos tipos rondando por aquí.—Aún nada, estamos escasos de autoridades, como bien sabes . Creo que debemos cuidarnos y armar un equipo, así podríamos hacer guardias por turn
Lupita aceptó agradecida el café que Antonia ponía en sus manos.—Gracias Antonia. ¿Cómo has estado?—¡Muy bien Lupe, gracias! Pero no te puedo negar que estoy muy angustiada por estos robos. Estamos en una situación muy peligrosa y me preocupa Mauricio y todo el personal de la finca que no paran de hacer guardias durante todo el día y la noche. ¿Qué se te ofrece? Tenías mucho tiempo sin venir a la casona. —No he visto a Mauricio, ¿Sabes dónde puede estar? —preguntó mientras disfrutaba del café —. ¿Es cierto que la señorita Marina está de viaje?—Sí, tenía unos asuntos que arreglar , algo con su trabajo…su, su galería. Creo que así le dice ella —respondió Antonia con un gesto de duda en su rostro —. A Mauricio tampoco lo he visto, no para de trabajar, tiene que estar al cuidado de las dos fincas —continuó, a la vez que se llevaba las manos a su rostro—. Dios quiera que puedan encontrar a esos delincuentes y que reciban un merecido castigo.De repente se escuchó el sonido de la puerta
Sebastián miraba el teléfono que sostenía en la mano, sintiendo el peso de los dos últimos días acumulándose sobre sus hombros. Pasado ese tiempo, sabía que había llegado el momento. Dos días en los que apenas había dormido, con la mente dando vueltas sin parar, reviviendo una y otra vez las palabras de aquella conversación sostenida en el auto.Cada vez que cerraba los ojos, lo invadían las dudas y el miedo, impidiéndole descansar. Ahora, con el móvil frente a él, sus dedos temblaban ligeramente, dudando si debía responder a esa llamada. Pero sabía que no tenía otra opción. Se sentía agotado, como si el sueño le hubiera sido negado por completo durante esas interminables horas de incertidumbre y tensión.El sonido del teléfono rompió el silencio como un latigazo, y Sebastián se quedó inmóvil, el corazón golpeando con fuerza contra su pecho. El repentino sonido lo hizo congelarse por un instante, como si el eco de la llamada lo hubiera atrapado en una jaula invisible. Por unos segundo
El encuentro entre Marina y Tita en la cafetería cerca de la galería estaba cargado de emociones. Al cruzar la puerta, Marina sintió cómo el aroma del café recién hecho y el murmullo de las conversaciones la envolvían.Se detuvo un instante en la puerta y pensó: “Todo este ambiente es tan distinto” Su mirada buscó a Tita, y al instante se encontraron en un rincón, donde la luz suave del sol se filtraba a través de las ventanas. Tita sonrió al verla. Ambas se abrazaron con un sentimiento de calidez que parecía borrar el tiempo que estuvieron separadas. Las palabras comenzaron a fluir, mezcladas con risas y anécdotas del pasado.—¿Por qué le diste la dirección de la hacienda a Sebastián?Tita desvió la mirada un poco sonrojada.—Es que... él me estaba presionando mucho. Y pensé que tal vez sería una buena oportunidad para aclarar las cosas entre ustedes.—Entiendo. A veces, enfrentar las cosas es la única manera de seguir adelante.—Sí, pero me siento un poco culpable. No sé si fue la d
Sebastián llevaba horas pensando en el plan macabro en el que se había comprometido a ejecutar. Sabía que de no cumplirlo, su vida corría peligro. Mientras caminaba hacia la posada de Macario, Lupita lo vio desde la ventana de su habitación y pensó en la oportunidad que tenía para comprometer a Mauricio a casarse con ella. No podía estar segura de que su plan resultara como ella esperaba, pero debía intentarlo. Sentía que Mauricio se le escapaba de su vida y haría lo que fuese para retenerlo para ella. —Buenas noches, Sebastián. ¿Qué te gustaría tomar hoy? —preguntó Macario desde el otro lado de la barra.—Buenas noches Macario. Dos tragos de licor, por favor —respondió con un tono cansado.—¿Algo en particular?—Lo que tengas más fuerte. Necesito algo que me ayude a despejar la mente.—Entiendo. A veces, un buen trago es lo que se necesita.—Sí, es justo lo que busco.—Aquí tienes —Le entrega los dos tragos—. Tómate tu tiempo.—Gracias, Macario. A la salud de los que enfrentan la to
Marina había pensado que su estancia en la ciudad sería breve, apenas un par de semanas. Sin embargo, al encontrarse con Daniel, el pintor que había cautivado su atención, sus planes comenzaron a cambiar. Las obras de Daniel eran un reflejo vibrante de su visión, y cada cuadro la atrapaba más que el anterior.La exposición que estaban montando requería más tiempo del que ella había anticipado. Las horas se deslizaban entre la mezcla de colores y la emoción palpable en el aire. Cada detalle del montaje absorbía su atención, y Marina se sentía cada vez más involucrada en el proceso.Aunque la tarea era demandante, todo estaba saliendo a la perfección. El entusiasmo de Daniel y su dedicación eran contagiosos, y Marina no podía evitar sonreír mientras ayudaba a colgar las obras y organizarlas. A pesar de lo ocupada que estaba, Marina no podía dejar de pensar en que su viaje a la hacienda se había retrasado. Anhelaba volver para encontrarse con Mauricio, y los recuerdos de los momentos qu
Lupita estaba sentada a la mesa, desayunando con sus padres. El aroma del café recién hecho y los huevos revueltos llenaban la cocina. Sin embargo, una sensación extraña comenzó a invadirla. Un malestar que no podía identificar con claridad. Las náuseas la hicieron poner la mano en su boca y el mareo la obligó a levantarse de golpe.—¡Disculpen, necesito ir al baño! —dijo con voz entrecortada, apenas alcanzando a controlar la ansiedad.Guadalupe la observó con preocupación mientras ella se apresuraba a salir de la cocina. Macario frunció el ceño y se miró con su esposa.—¿Has visto eso? Parece que algo le cayó mal en la panza —comentó Macario, desconcertado.—No lo sé, Macario. ¿Qué pudo haber comido? —respondió Guadalupe, con una ligera inquietud.Lupita llegó al baño rápidamente, pero el mareo y las náuseas no desaparecían. Se apoyó en el lavabo, sintiendo cómo su corazón latía desbocado. No era solo el malestar físico lo que la tenía tan nerviosa, sino la incertidumbre que la consu
Los robos de ganado comenzaron a disminuir. Los rumores sobre la llegada de nuevos guardias y el aumento de la vigilancia se esparcieron rápidamente, creando un ambiente de confianza entre los habitantes. Poco a poco, la calma se fue apoderando de la región, como si el aire pesado de la incertidumbre hubiera sido reemplazado por una brisa fresca y serena.La región, lentamente, recuperó su pulso normal, y con ello, La Escondida volvía a ser el refugio que siempre había sido.Antonia se movía de un lado a otro en la cocina, una sonrisa radiante iluminaba su rostro. El aroma de pan recién horneado llenaba el aire, y su corazón latía con entusiasmo al pensar en la llegada de los dueños de la hacienda, y de Marina. Era una ocasión especial, y quería que todo estuviera perfecto.En la mesa, colocó flores frescas y la mejor vajilla, asegurándose de que cada detalle hablara de la bienvenida que querían ofrecer. “Estoy tan ansiosa de verlos”, pensó, y una risa suave se escapó de sus labios al