Oh my lady's (Nacida en  la tormenta de poder)
Oh my lady's (Nacida en la tormenta de poder)
Por: Josyfer
prologo

La lucha por la marca Gobles.

En el Monasterio de priato de santa marta, la marca Gobles, en área fronteriza entre Escocia e Irlanda del Norte, la pequeña Estacia tenía paredes y suelo de piedra y un tejado ondulado. Una humedad fría lo colaba todo, proporcionando un brillo desagradable a la luz de la única lámpara.

La habitación parecía congelada en el tiempo, como si hubiera sido abandonada hace décadas, con polvo acumulado en cada rincón y telarañas colgando del techo. Sin embargo, en aquella noche sombría, el ambiente estaba cargado de tensión y miedo, como si el lugar hubiera cobrado vida repentinamente. Dos mujeres, con el rostro pálido y los ojos llenos de temor, se aferraban a sus abrigos en un intento desesperado por mantener el calor, mientras una gata negra se acurrucaba a sus pies, también temblando.

La puerta, reforzada con una antigua tranca de madera, permanecía cerrada y asegurada desde el interior, como si las ocupantes estuvieran tratando de protegerse de algo que acechaba en la oscuridad. Las ventanas, por su parte, permanecían cerradas herméticamente, evitando cualquier mirada curiosa que pudiera penetrar en aquel refugio improvisado.

El silencio reinaba en la habitación, solo interrumpido por el crujir de la madera vieja y el aullido del viento que se colaba por las rendijas. Cada sombra parecía cobrar vida propia, danzando en las paredes como si fueran entidades conscientes. Las dos mujeres intercambiaban miradas nerviosas, buscando consuelo en la presencia mutua, pero sin encontrar ninguna certeza en aquel lugar inhóspito.

Afuera, la noche continuaba su avance implacable, envolviendo la vieja casa en su manto oscuro y misterioso. ¿Qué las había llevado a refugiarse en aquel lugar olvidado por el tiempo? ¿Qué peligro acechaba más allá de las paredes que las rodeaban? Eran preguntas sin respuesta, solo alimentadas por el palpitar acelerado de sus corazones y el frío que se colaba hasta los huesos.

La habitación, testigo silencioso de aquella noche de terror, guardaba sus secretos entre sus paredes desgastadas. Y mientras las dos mujeres y la gata se aferraban a la esperanza de sobrevivir a la oscuridad, la habitación seguía impasible, como si hubiera presenciado incontables escenas de miedo a lo largo de los años.

Las mujeres estaban sentadas la una frente a la otra y entre ellas una gata y un basto tablero de madera sostenido sobre dos caballetes, en uno de cuyo extremo se ovillaba la gata. Ambas figuras iban cubiertas por sendas capas oscuras. Una de ellas, la de más edad, era Ivon bondlok, una mujer oronda, de rostro redondo, ojos oscuros, poco presentable, vestida con un brocado de ropas burdas de criada. 

La otra era Dolores de Romsome, la hija de una de las principales familia aristocráticas de la marca Gobles. Pálida y delgada, era aún muy joven, iba vestida completamente de negro y llevaba la toca blanca y negra de las monjas. En silencio, saco de un saco de lona cuatro velones de sebo, que dispuso formando un cuadro ante su criada, Ivon coloco un plato de barro en el centro, lo lleno de agua y levanto la mirada.

_ ¿Estáis segura, milady?

_ Lo estoy _ respondió a pesar de que le castañeteaban los dientes del frío.

_ Si así es... comenzamos.

Ivon miro a la gata, que se dio inmediatamente la vuelta para levantarse las patas y orejas con estudiada indiferencia. Con un suspiro de resignación, la mujer se rebuscó en un bolsillo y saco unos cuantos paquetitos ante de encender las velas, de las que comenzó a salir un humo acre y denso, casi en tata cantidad como luz

_ El arte de la adivinación es peligrosa _ Le dijo.

Cambiando de postura sobre el taburete _.¿Y si nos han seguido milady? ¿Y si nos descubren aquí? Será nuestro fin.

_ No, no nos han seguido, además este hospital está vacío._ respondió Dolores, apoyando las manos en la mesa con las palmas hacia abajo y los dedos separados.

Ningún anillo adornaba aquellas, manos de nudillos inflamados y piel enrojecida. apretaba los labios y su boca quedaba reducida a una fina línea. 

_ Aun así, debemos estar atenta y vigilando _ respondió, mirándola con atención. Tenías las mejillas hundidas y unas sombras tan oscuras como hematomas bajo los ojos. El marco que le proporcionaba la toca no servía para realizarla, sino más bien al contrario: las llamas temblorosas e indecisas marcaban más sus defectos.

Dolores frunció el ceño, irritada.

_ Hazlo sin más, Ivon. Tu eres mucho mejor que yo adivinando.

_ No, milady, solo que tengo más prácticas, eso es todo.

De uno de los paquetes saco u puñado de hojas de artemisa y se dispuso a leer el futuro de su ama. Primero estrujo en la mano unas cuantas hojas y las coloco en las llamas para que desprendieran su penetrante aroma. Con los ojos cerrados inspiro profundamente y a continuación echo el resto en el agua. y dijo

 _ Vengan a mí por los poderes de la palabra.

En tono a apenas en un susurro, mientras con el dedo índice  de la mano dibujaba patrones aleatorio, desde el centro del recipiente, y siguió así mientras inspirada hondamente seis veces. A continuación  se detuvo para contemplar e interpretar el dibujo que había hecho las hojas.

_ ¿Qué ves?

_ Callad mi lady esperad, que el camino es peligroso.

Dolores entrelazo las manos para estarse quieta.

_ ¿Y bien?

_ Toda está turbio, milady. Nubes. Un derramamiento de sangre, habrá una lucha sangrienta. Hay muchas lágrimas mi lady. Ivon alzo la mirada. Muerte.

_ ¿La mia? Ivon.

_ No, no es para vos... Hay un viaje, quizás un castillo oscuro, pero no se os guarda en él, una bienvenida o un rechazo, un amigo o un enemigo. No puedo decirlo mi lady.

_ ¡Gracias a Dios! _ Exclamó Dolores. _ Un viaje.

_ Callad mi lady. No es apropiado hablar en voz alta lo que ves, el viento puede llevarla  consigo.

Dolores asintió con la cabeza, pero siguió preguntando sin dejar de mirar ella misma la fuente de barro cono si pudiera entender sus imágenes.

_ ¿Cuándo será este viaje? ¿Pronto? ¿O me aré vieja sin ante partir? ¿Estaré..? Dolores de Romsome guardo silenció sin terminar su pregunta de inmediato clavo la mirada en lo que veía. En la superficie de las aguas removidas apareció un rostro coronado de cabello oscuro que parecía alborotado por el viento.

Ojos grises, de mirada intensa y tormentosa, parecía mirarla con determinación desde aquel rostro extraordinariamente bello. La nariz era recta, los pómulos marcados, la barbilla firme. Sin duda era hermoso. Y mientras se admiraba de su simetría y perfección, tuvo la sensación de caer prea de su mirada, de aquel ser se le metía bajo la piel y se les pegaba a los huesos.

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