Esa noche, mientras todos dormían, Lady Magdalena visitó a Dolores en secreto. Entró en su habitación con un sobre en la mano, sus ojos llenos de preocupación.“Dolores,” susurró, entregándole el sobre. “Esto es para ti. No lo abras aquí. Espera hasta que estés de camino a casa. Este lugar no es seguro.”Dolores tomó el sobre, sintiendo el peso de las palabras de su tía. “¿Qué es esto, tía Magdalena?”“Es algo que necesitas saber,” respondió Magdalena, con lágrimas en los ojos. “Algo que podría cambiarlo todo. Pero prométeme que tendrás cuidado. Aquí, las paredes tienen oídos.”Dolores asintió, guardando el sobre en su bolso. “Lo prometo.”Magdalena la abrazó una vez más antes de salir de la habitación, dejándola sola con sus pensamientos. Dolores miró el sobre, preguntándose qué secretos contenía. Pero sabía que debía esperar. Las respuestas vendrían a su debido tiempo.Al día siguiente, Dolores y Nicolas se despidieron de Latiz, llevando consigo más preguntas que respuestas. Mientra
Carta de Aita de Pertong, ahora Aita de Llelewas:“Mi querida Dolores,Espero que esta carta te encuentre bien. Hace tanto tiempo que no hablamos, y no puedo evitar extrañarte. Hay tanto que quiero contarte… Isaac y yo hemos sido bendecidos con tres hijos. Nuestro mayor, Edmund, ya tiene cinco años, y recientemente di a luz a gemelos, Leonor y Arthur. Aunque los días son agotadores, no podría estar más feliz de tenerlos en mi vida.”“Sin embargo, no todo es como en los cuentos de hadas que solíamos soñar. Isaac pasa más tiempo en el parlamento que en casa, y aunque entiendo que sus responsabilidades son importantes, a veces me siento sola. Pero no quiero que pienses que soy infeliz. Estoy bien, y eso es lo que importa. Mis hijos son mi alegría, y cada día me esfuerzo por ser fuerte por ellos.”“Espero que algún día podamos reunirnos de nuevo, como en los viejos tiempos. Hay tanto que quiero compartir contigo, y tanto que quiero escuchar de ti. Por favor, cuídate, Dolores. Eres una de
Al día siguiente, Dolores decidió visitar a Padre Elric, el sacerdote del castillo y un viejo amigo de la familia. Padre Elric había sido el confesor de David y conocía muchos de los secretos de los Carter. Si alguien podía ayudarla a entender más sobre lo que había sucedido, era él.Elric la recibió en la pequeña capilla del castillo, un lugar tranquilo y lleno de luz que contrastaba con la oscuridad que Dolores sentía en su corazón. El sacerdote, un hombre de cabello gris y ojos bondadosos, la saludó con una sonrisa cálida.“Dolores, querida niña,” dijo Elric, tomando sus manos entre las suyas. “Es un placer verte. ¿En qué puedo ayudarte?”Dolores respiró profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas. “Padre Elric, necesito hablar con usted sobre mi hermano David. Sé que fue su confesor, y sé que no puede revelarme lo que él le dijo en confianza, pero… necesito su guía. Encontré algo que me hace pensar que su muerte no fue un accidente, y no sé qué hacer.”Elric la mir
La mañana en Ghrand amaneció con el cielo cubierto de nubes grises, como si la naturaleza misma anticipara las tormentas que se avecinaban. Dolores se levantó temprano, con la carta de Lady Magdalena aún fresca en su mente y los objetos de David guardados cuidadosamente en una caja de madera que había escondido en su estudio. Había pasado la noche en vela, trazando mentalmente los pasos que debía seguir para desentrañar el misterio que rodeaba la muerte de su hermano.Cuando bajó al comedor, encontró a Nicolas esperándola. Estaba sentado junto a la mesa, con una taza de café en la mano y un mapa extendido frente a él. Al verla entrar, levantó la mirada y le dedicó una sonrisa cálida, aunque sus ojos reflejaban la misma preocupación que ella sentía.“Buenos días, Dolores,” dijo, poniéndose de pie para acercarse a ella. “¿Dormiste algo?”Dolores negó con la cabeza, suspirando. “No mucho. No puedo dejar de pensar en lo que Lady Magdalena me escribió y en esos objetos de David. Siento que
La noche caía sobre el castillo de Latiz, envolviendo sus torres y salones en un manto de sombras. Dolores, vestida con un abrigo oscuro y acompañada por Nicolas y un pequeño grupo de hombres leales, se movía con sigilo por los pasillos. Había llegado el momento de enfrentarse a su tío, Sir John, y poner fin a la red de mentiras y traiciones que había construido. Pero antes de hacerlo, Dolores necesitaba una última pieza para completar el rompecabezas: las pruebas que demostrarían, sin lugar a dudas, que Sir John era el responsable de la muerte de David.Horas antes, Dolores había recibido un mensaje de Edric, el hombre que Nicolas había enviado a Latiz para infiltrarse y recopilar información. El mensaje, entregado por un mensajero de confianza, contenía detalles que podrían cambiarlo todo.“Mi señora,” decía la nota, “he descubierto documentos importantes en el despacho del consejero de Sir John, Lord Gresham. Estos documentos confirman que Sir John ordenó la muerte de David y que G
Días después, Sir John fue llevado ante la justicia, junto con sus cómplices. Dolores, aunque aliviada de que todo hubiera terminado, sabía que la herida de perder a David nunca sanaría por completo. Pero al menos ahora, su hermano podría descansar en paz, sabiendo que su muerte no había sido en vano.El sol brillaba con fuerza sobre los jardines de Ghrand, llenando el aire con el aroma de las flores recién florecidas. Dolores, sentada en una banca de piedra bajo un gran roble, acariciaba suavemente su vientre con una sonrisa que no podía borrar de su rostro. La noticia de su embarazo había llegado como un rayo de luz después de meses de oscuridad e incertidumbre. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que la vida le estaba dando una segunda oportunidad para ser feliz.A su lado, Ivonne, su dama de compañía, sostenía una bandeja con té y pastelillos. La joven no podía ocultar su emoción, y sus ojos brillaban con lágrimas de alegría.“Mi señora,” dijo Ivonne, inclinándose ligeramente,
El castillo de Ghrand estaba envuelto en una atmósfera de emoción y expectación. Dolores había dado a luz a dos gemelos, un niño y una niña, después de un arduo pero milagroso parto. La noticia se extendió como el fuego por todo el reino, llenando los corazones de sus habitantes con júbilo y esperanza. Los gemelos Carter no solo eran herederos de un linaje noble, sino que también llevaban en sus venas la sangre de la realeza, un símbolo de unión y fuerza para el futuro del reino.Dolores descansaba en su cama, pálida pero con una sonrisa de pura felicidad mientras sostenía a sus bebés en brazos. A su lado, Nicolas la miraba con admiración y amor, incapaz de contener las lágrimas al contemplar a su familia.“Son perfectos,” susurró Dolores, mirando a sus pequeños. “Un niño y una niña… no podría haber pedido más.”Nicolas acarició suavemente su cabello, inclinándose para besar su frente. “Eres increíble, Dolores. Has traído al mundo no solo a nuestros hijos, sino a dos nuevas esperanzas
La lucha por la marca Gobles.En el Monasterio de priato de santa marta, la marca Gobles, en área fronteriza entre Escocia e Irlanda del Norte, la pequeña Estacia tenía paredes y suelo de piedra y un tejado ondulado. Una humedad fría lo colaba todo, proporcionando un brillo desagradable a la luz de la única lámpara.La habitación parecía congelada en el tiempo, como si hubiera sido abandonada hace décadas, con polvo acumulado en cada rincón y telarañas colgando del techo. Sin embargo, en aquella noche sombría, el ambiente estaba cargado de tensión y miedo, como si el lugar hubiera cobrado vida repentinamente. Dos mujeres, con el rostro pálido y los ojos llenos de temor, se aferraban a sus abrigos en un intento desesperado por mantener el calor, mientras una gata negra se acurrucaba a sus pies, también temblando.La puerta, reforzada con una antigua tranca de madera, permanecía cerrada y asegurada desde el interior, como si las ocupantes estuvieran tratando de protegerse de algo que ace