2. Tienes una semana para aceptar, o tu madre morirá.

Aunque él se negó a irse, tampoco permitió que su exmujer lo hiciera.

Desde ese día, mantuvo a Julia y a su madre secuestradas, encerradas en contra de su voluntad.

Ninguna de las dos saldría de allí hasta que Julia aceptara convertirse en la esposa de Ciro Costello. Víctor jugaba con su esposa, permitiéndole creer que podría liberarse, solo para detenerla en el momento preciso cuando la libertad parecía al alcance de sus dedos.

En una de esas ocasiones, cuando Julia estaba a punto de saltar la valla trasera de la propiedad, Víctor la detuvo una vez más.

— Esto deja de ser divertido — afirmó Víctor, mostrando su frustración. Sin embargo, en lugar de simplemente detenerla, Víctor tomó la mano de Julia y la tiró con fuerza, haciéndola caer al suelo.

Julia gruñó de dolor mientras estaba tendida en el suelo.

Víctor se agachó frente a ella, agarrándola bruscamente del cabello y obligándola a mirarlo.

— Estás poniéndome de los nervios — dijo con voz amenazante — ¿Sabes qué sucederá si pierdo la paciencia, querida? Tu adorada madre pagará con su vida y entonces tendrás que llorar no solo por tu padre, sino también por tu madre muerta.

El tono de voz "cariñoso" con el que Víctor hablaba contrastaba de manera perturbadora con la agresividad con la que la sujetaba del cabello y la miraba fijamente.

— No puedo creer que seas capaz de amenazarme con eso. ¿Cómo pude equivocarme tanto contigo? — respondió Julia, mezclando incredulidad y decepción en su voz, tenía el corazón roto por ese hombre que había amado tanto.

— Tienes una semana para aceptar, o tu madre morirá. Estás advertida — respondió Víctor fríamente antes de hacerles una señal a los guardias presentes, quienes rápidamente se acercaron y apresaron a Julia, llevándola de vuelta a la casa.

Él se dio la vuelta y se dirigió a su despacho, con la esperanza de que su exesposa recapacitara y aceptara el trato propuesto por la señora Costello.

Temía que, de no hacerlo, cualquier otra mujer podría aceptar la oferta y así perderían la inmensa fortuna que la viuda heredaría y esa viuda era su esposa con la que sin duda volvería a casarse luego para adueñarse de todo.

Julia fue llevada de regreso a la casa, y las lágrimas ya no podían ser contenidas. Había enterrado a su padre muy poco tiempo atrás, y ahora la amenazaban con matar a su madre.

No podía permitirlo.

Necesitaba escapar con su madre.

Sin embargo, cuando entró en la habitación de su madre, un intenso olor a alcohol la golpeó con fuerza.

Tuvo que apoyarse en la pared para no caer, sintiendo un mareo debido a la falta de comida en su organismo.

— Mamá... — llamó Julia mientras buscaba a su madre en la penumbra de la habitación, moviéndose hacia la ventana para abrir las cortinas y dejar entrar la luz del sol.

Lo que presenció al lograrlo solo aumentó su angustia y sus ganas de llorar.

Su madre yacía en la cama con el cabello graso y despeinado, como si no se hubiera aseado en días.

Varias botellas de whisky vacías se encontraban esparcidas a su alrededor.

— Mamá... — susurró Julia, sentándose a su lado en la cama. Había estado tan absorta en sus propios problemas que ni siquiera se había percatado del sufrimiento de su madre. — ¿Cuánto tiempo llevas bebiendo?

— No lo sé, solo quiero morir. La vida ya no tiene sentido para mí sin tu padre — confesó la mujer, llevando el cuello de la botella a su boca.

Julia se dio cuenta de que no podía contar con ella.

Su madre ni siquiera quería continuar viviendo en este mundo.

En ese momento, Julia se sintió completamente sola y lo peor de todo era que si quería seguir adelante y salvar a su madre, solo le quedaba una opción: aceptar la propuesta de su exmarido.

Era un día extraño y desolador para Julia.

Vestida con un vestido de novia, destinada a estar frente al altar, lista para casarse con un hombre que ni siquiera estaba consciente de su propia boda.

A medida que avanzaba por el pasillo. Julia se sentía como una muñeca frágil en manos de los demás.

Saludaba mecánicamente a aquellos que venían a felicitarla, pero no irradiaba la alegría y el esplendor propios de una novia.

Aquella boda no era un evento lleno de emoción y expectativas, sino más bien una reunión curiosa en la que los presentes se preguntaban cómo sería casar a un hombre sin reacciones ni palabras.

La atención no se centraba en la novia, sino en el novio y los intereses que se ocultaban tras aquel enlace peculiar.

Los ojos de Julia reflejaban vacío y desolación.

No había rastro de vida en ellos, solo la huella profunda de la traición de su exmarido.

La desesperación y la indignación se entrelazaban con una determinación silenciosa.

Y allí, entre los asistentes, se encontraba Víctor, su exmarido, llevando del brazo a una mujer deslumbrante que parecía lucir con orgullo su posición a su lado.

Mientras susurrraba palabras al oído de su amante, una sonrisa maliciosa se dibujaba en los labios de Víctor.

Era un verdadero desalmado, capaz de destrozarle el corazón y obligarla a casarse con un completo desconocido.

Su cinismo no tenía límites.

Las palabras de Víctor resonaban en su mente. "No pasa nada, Julia, cásate con ese hombre y ten a su hijo. Pronto serás viuda, tendrás una fortuna y volveremos a casarnos".

Y después de decirle eso, se atrevía a pasearse con su amante en la boda que le había obligado a aceptar, exhibiendo su desprecio y su falta de escrúpulos.

Aquello era la gota que colmaba el vaso para Julia.

La ira se encendía en su pecho, mezclándose con el dolor y la traición que sentía.

No podía creer cómo había podido amar a un hombre como Víctor, y al mismo tiempo, odiarlo con cada fibra de su ser.

Era un torbellino de emociones encontradas que la consumía.

Víctor sabía que la aparición de la familia Costello estaba conmocionando a toda la clase alta de la ciudad, era hora de llevar a su hermosa exmujer a ganarse a esa gente para sus propios beneficios.

Le dijo algo al oído a su acompañante para conformarla por dejarla sola un rato y se acercó a su exmujer con una sonrisa torcida en los labios.

Para Julia era como si todo el embrujo que ese hombre había tenido en el pasado sobre ella, hubiera desaparecido, ya ni siquiera lo veía guapo, solo quería soltar un derechazo en ese rostro y borrarle la sonrisa, pero ni fuerzas para hacerlo tenía, además estaba segura de que eso solo provocaría que hiciera sufrir a su madre.

— Estás hermosa, querida — dijo Víctor con una sonrisa fingida mientras tomaba la mano de Julia y se inclinaba para depositar un beso en sus dedos.

Sin embargo, la joven sintió repugnancia al contacto y rápidamente retiró su mano, luchando por contener el amargo sabor a bilis que amenazaba con subir por su garganta y hacerla vomitar en ese preciso instante.

— No me toques.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo