El tacto cálido de las manos de Ciro se sintió como un fuego lento recorriendo el cuerpo de Julia. Sus dedos, con movimientos precisos y suaves, comenzaron a deslizar el vestido de novia de su cuerpo, haciendo que la piel de Julia se erizara ante su contacto. Cada centímetro de piel que quedaba al descubierto era explorado con reverencia, como si fuese un tesoro que por fin podía ser descubierto, como si apretara demasiado pudiera romperla y a la vez con posesividad, como si pudiera desvanecerse y dejar de estar allí.Julia cerró los ojos, permitiéndose sumergirse en el océano de sensaciones que le provocaba Ciro. El sentimiento de estar completamente expuesta ante él en medio del campo, en plena naturaleza, no era aterrador, sino todo lo contrario. Se sentía liberadora y verdadera, como si en ese momento, desnuda ante el hombre que amaba, estuviera mostrando no solo su cuerpo, sino también su alma.—Julia, no me tortures, desvísteme rápido o lo haré yo…— Aseguró Ciro impaciente.Juli
Los meses de embarazo transcurrieron como un sueño para Julia. En el cálido abrazo de su hogar, junto a Ciro y la pequeña Hanna, cada día se dibujaba con los colores suaves del amor. La ansiedad dulce y ganas de conocer al nuevo miembro de la familia llenaba las esperanzas de todos.Julia acariciaba su vientre abultado con ternura, imaginando las facciones de su bebé, preguntándose si sería niño o niña. Las paredes de la habitación ya estaban pintadas de un tono neutro, acogedor y cálido, y el armario estaba lleno de ropa de colores blancos y suaves, preparados para acoger al pequeño ser que pronto llegaría a sus vidas. Ya tenían la bolsa del hospital lista y colocada cuidadosamente en un rincón, esperando ser utilizada en el momento oportuno.Una semana antes de la fecha prevista del parto, una mañana tranquila se vio interrumpida por una sensación inusual que despertó a Julia de su sueño profundo. Sentía un click extraño, como un pequeño estallido interno, resonando desde el centro
Llegaron al hospital y Ciro, con el recién nacido en brazos, ayudó a Julia a salir del coche. El personal del hospital, alertado por la llamada que Ciro había realizado durante el viaje, ya los esperaba en la entrada de la sala de emergencias. Una enfermera corrió hacia ellos con una silla de ruedas, y ayudó a Julia a sentarse.—¡Bienvenidos! —dijo la enfermera con una cálida sonrisa—. Parece que ya han hecho la parte difícil. Vamos, los llevaré directamente a maternidad.—Gracias —suspiró Ciro, todavía sosteniendo a su hijo con cuidado mientras seguía a la enfermera por el pasillo. Al llegar a la sala de maternidad, fueron recibidos por un médico que los esperaba, listo para examinar al bebé y asegurarse de que tanto él como Julia estaban bien después del sorpresivo parto.—Hola, soy el doctor Martínez. ¿Cómo están todos? —preguntó el médico con una voz calmada y profesional.—Un poco sorprendidos, pero bien, creo —respondió Ciro, mientras Julia asentía, sonriendo débilmente al médic
El estruendo del motor de un automóvil, rugiendo a toda velocidad, rompía la tranquilidad de la noche en aquella carretera normalmente poco transitada. Otro conductor avanzaba en dirección contraria, ajeno al peligro que acechaba, hasta que los dos vehículos colisionaron en un instante fatídico. La visión fue tan repentina que resultó imposible tomar alguna medida, no hubo tiempo para reaccionar, esquivar la colisión no era una opción.Si los ocupantes de aquellos automóviles hubieran sido otras personas, tal vez el accidente no habría sido descubierto hasta el día siguiente debido al escaso tráfico en esa carretera. Sin embargo, se trataba de dos familias prominentes en la ciudad, una mucho más influyente que la otra. Ambas contaban con dispositivos de localización GPS y sistemas de envío de señales instantáneas a la policía en caso de accidente.Poco tiempo después, las ambulancias llegaron velozmente al hospital donde la familia aguardaba ansiosa. — Su padre falleció en el act
Aunque él se negó a irse, tampoco permitió que su exmujer lo hiciera. Desde ese día, mantuvo a Julia y a su madre secuestradas, encerradas en contra de su voluntad. Ninguna de las dos saldría de allí hasta que Julia aceptara convertirse en la esposa de Ciro Costello. Víctor jugaba con su esposa, permitiéndole creer que podría liberarse, solo para detenerla en el momento preciso cuando la libertad parecía al alcance de sus dedos. En una de esas ocasiones, cuando Julia estaba a punto de saltar la valla trasera de la propiedad, Víctor la detuvo una vez más. — Esto deja de ser divertido — afirmó Víctor, mostrando su frustración. Sin embargo, en lugar de simplemente detenerla, Víctor tomó la mano de Julia y la tiró con fuerza, haciéndola caer al suelo.Julia gruñó de dolor mientras estaba tendida en el suelo.Víctor se agachó frente a ella, agarrándola bruscamente del cabello y obligándola a mirarlo.— Estás poniéndome de los nervios — dijo con voz amenazante — ¿Sabes qué sucederá si p
— No me toques. Estoy haciendo lo que quieres, así que déjame en paz y vete con... — se detuvo a tiempo para no pronunciar una palabra ofensiva. Odiaba maldecir en voz alta, pero su desprecio hacia Víctor era evidente.— Cariño, si tenemos que fingir una separación real, debemos hacerlo bien. ¿Realmente crees que si ese hombre estuviera consciente permitiría que te cases con él? No, mi amor, tú eres mi esposa, yo no permitiré que ningún otro hombre te toque, aunque ya no esté escrito en los papeles, eres mia, lo volverás a ser cuando esto termine — dijo Víctor, mostrando su falta de sinceridad y egoísmo al intentar manipularla.— Eres despreciable, ni siquiera eres capaz de ser honesto y admitir que solo te importas a ti mismo — respondió Julia con desdén.— Ahora mismo no puedes comprenderlo, pero más adelante me agradecerás lo que estoy haciendo. Estoy actuando en beneficio de los dos, así que sé una buena chica y ve a ganarte el favor de tu futura familia política. Y más te vale ha
—¿Estás despierto? — preguntó levantándose de un salto del sillón para pararse frente a él y observarlo detenidamente—. Sí, estás despierto.La sonrisa de Julia se dibujó en su rostro, haciéndose presente después de mucho tiempo. Desde aquel fatídico día en el que perdió a su padre y sucedió el accidente que involucró a su esposo reciente, no recordaba haber sonreído, todo fueron lágrimas, miedo y soledad.Podía observar cómo la mano del hombre buscaba algo, y ella siguió su movimiento. Estaba intentando presionar un botón en la mesita de noche. Con delicadeza, Julia tomó la mano de Ciro entre la suya y lo ayudó a alcanzar el botón, presionándolo junto a él.En el instante en que sus manos se tocaron, una extraña corriente eléctrica los atravesó haciendo que lo que ese instante pareciera mucho más extenso en el tiempo, que sus miradas se buscaran y conectarán de una forma inexplicable y sus corazones demostrarán que existían al alborotarse.Era una sensación tan inusual que, después
Julia sintió cómo su corazón se rompía un poco más. Ni siquiera su esposo deseaba su compañía. No quería ser una carga y estaba dispuesta a acatar las peticiones de Ciro. Sobre todo no podía soportar saber que su esposo invalidaba de esa manera su sentir, de esa manera tan beligerante.Cuando la chica se acercó a la puerta, Alice la sujetó del brazo impidiéndole salir y negó con la cabeza.—Lo siento, pero eso no será posible — afirmó la abuela, una mujer supersticiosa y arraigada a las tradiciones, convencida de que la presencia de Julia había logrado despertar a su nieto.Y quizás ninguno de los dos se daba cuenta, pero Julia le hacía bien a Ciro. Por esa razón, Alice no permitiría que se marchara. Sabía que era lo mejor para él.—Ella es tu esposa, y no solo eso. Espero que aceptes que se convierta en madre de tus hijos.Ciro estaba desconcertado, creía que su abuela había perdido por completo la razón al decir eso. El no quería hijos y mucho menos con esa mujer.—No, eso no es pos