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3. Parece que tú eres mi esposo ahora.

— No me toques. Estoy haciendo lo que quieres, así que déjame en paz y vete con... — se detuvo a tiempo para no pronunciar una palabra ofensiva. Odiaba maldecir en voz alta, pero su desprecio hacia Víctor era evidente.

— Cariño, si tenemos que fingir una separación real, debemos hacerlo bien. ¿Realmente crees que si ese hombre estuviera consciente permitiría que te cases con él? No, mi amor, tú eres mi esposa, yo no permitiré que ningún otro hombre te toque, aunque ya no esté escrito en los papeles, eres mia, lo volverás a ser cuando esto termine — dijo Víctor, mostrando su falta de sinceridad y egoísmo al intentar manipularla.

— Eres despreciable, ni siquiera eres capaz de ser honesto y admitir que solo te importas a ti mismo — respondió Julia con desdén.

— Ahora mismo no puedes comprenderlo, pero más adelante me agradecerás lo que estoy haciendo. Estoy actuando en beneficio de los dos, así que sé una buena chica y ve a ganarte el favor de tu futura familia política. Y más te vale hacerlo bien, o tu madre sufrirá las consecuencias — amenazó Víctor con frialdad, mostrando su lado más oscuro y manipulador.

Julia se sintió atrapada entre la repulsión hacia Víctor y la preocupación por el bienestar de su madre. Aunque su mente bullía de indignación, sabía que debía contenerse y planear con cautela su venganza.

En su interior, ardía un fuego de determinación y fortaleza, dispuesta a liberarse de las garras de Víctor y recuperar su vida y su dignidad.Ella carecía de ánimo para cualquier cosa, pero lo que menos deseaba era seguir cerca de Víctor.

Por lo tanto, obedeció la orden de él y se alejó para saludar a los familiares de su futuro esposo, era mejor que tener que soportarlo a él, cualquier cosa era mejor que Víctor.

Todos los ojos estaban puestos en ella, algunos familiares se mostraron más amigables que otros, pero no podía ocultar lo abatida que se sentía, a pesar de sus esfuerzos por disimularlo.

La ceremonia transcurrió rápidamente.

Julia firmó los documentos junto a la abuela de su nuevo esposo, quien poseía un poder notarial para tomar decisiones en nombre de su nieto.

El novio no estaba presente, ¿cómo podría estarlo si permanecía dormido y ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor?

Después de la ceremonia, al percatarse de la tristeza reflejada en el rostro de la nueva esposa de su nieto, Alice, la abuela se cansó de su actitud y se acercó a ella tratando de ocultar su molestia.

— Es hora de que vayas a hacerle compañía a tu esposo — dijo Alice Costello, mostrando cierta molestia por la aparente tristeza de la joven. ¿No era capaz de fingir un poco de felicidad? Después de todo, acababa de casarse con uno de los hombres más poderosos del país. — Uno de tus deberes como esposa es cuidar de él, así que ve a verlo.

Julia asintió, agradeciendo en el fondo la oportunidad de escapar de aquella extraña celebración.

Subió rápidamente las elegantes escaleras de la mansión y se dirigió hacia la habitación que le habían indicado.

Al entrar, se encontró con su nuevo marido tendido en una amplia cama, en un estado de inconsciencia.

— Bueno, parece que tú eres mi esposo ahora — murmuró Julia.

Una inmensa pena la inundó mientras contemplaba al hombre inerte ante ella.

Ojalá pudiera despertar de su estado vegetativo y estar presente, aunque fuera solo como compañero en ese matrimonio concertado.

Julia daría cualquier cosa por no estar sola, anhelaba tener a alguien a su lado, incluso sin exigir amor, solo necesitaba un amigo que la ayudara a salvar a su madre, alguien que la protegiera.

Con delicadeza, siguió con el dedo la curva de sus labios, admirando su belleza, algo en su interior no la dejaba apartar la vista de él.

Por un instante, se dejó llevar por el impulso de besarlos, pero se contuvo rápidamente, recordando que no sería correcto besar a alguien que no podía darle su consentimiento.

Finalmente, se sentó en la butaca junto a la cama y se abrazó a sus propias piernas, sintiéndose abrumada por la tristeza.

Se encontraba en un mundo solitario, obligada a ser la esposa de un hombre que ni siquiera había tenido la oportunidad de elegirla.

No podía apartar la mirada de él en su estado tan desolador, como si estuviera muerto en vida, casado con una extraña, tal vez se moriría sin llegar a saber que se casó.

Aunque sus situaciones eran diferentes, ambos parecían atrapados, él inmovilizado y ella arrastrándose sin esperanzas, sin que nadie se preocupara por ella.

En ese instante, sintiéndose segura de que nadie se atrevería a interrumpirlos, Julia dejó que todas las emociones reprimidas brotaran en forma de lágrimas.

Necesitaba liberarse de la amargura, la ira y la tristeza que la habían consumido por tanto tiempo.

Quería purificarse de todo ese dolor.

De repente, Ciro Costello, quien había experimentado sueños oscuros y opresivos, se vio envuelto en el sonido de alguien llorando.

Una voz que lo sacó de sus pesadillas y parecía acercarse cada vez más, y una sensación de desesperación lo embargó, aunque no era su propia desesperación.

Aquella intensa tristeza no provenía de él, y luchó contra la oscuridad que lo mantenía prisionero para ir a socorrer a esa mujer, como si una extraña necesidad de hacerlo creciera en él a cada sollozo.

Finalmente, los ojos del hombre se abrieron, y se encontró con una joven desconocida vestida de blanco.

Ella no podía contener las lágrimas, lo cual lo llenó de molestia.

¿Acababa de despertar para encontrarse con esa escena?

Ciro intentó hablar, deseando llamar la atención de la mujer, pero las palabras se negaban a salir de su boca, era como si su garganta no funcionara.

Una extraña parálisis parecía haber invadido cada parte de su ser, dejándolo incapaz de comunicarse de forma efectiva.

Sin más opciones, se resignó a observarla con la esperanza de que ella también lo notara y tomara acción.

Sin embargo, para su creciente frustración, la mujer no levantó la mirada hacia él.

En cambio, hundió la cabeza entre sus brazos, dejando escapar lágrimas aún más abundantes.

Ciro, en un gesto de exasperación que no podía expresar físicamente, hubiera rodado los ojos si le fuera posible. Se dio cuenta de que necesitaba encontrar una forma de comunicarse con ella, por lo que intentó hablar nuevamente, aunque su voz seguía siendo un susurro inaudible.

"¡Estúpida!" Pensó Ciro, en su desesperación por captar la atención de la mujer.

La impaciencia crecía dentro de él, instándolo a intentar cualquier movimiento o sonido que pudiera sacarla de su ensimismamiento y finalmente hacerle caso.

Con un esfuerzo titánico, Ciro logró mover su mano torpemente, alcanzando el borde de la mesita de noche.

En un acto de desesperación, tiró accidentalmente una taza de tila que Julia había bebido y que había dejado allí con la intención de recogerla más tarde.

El sonido del cristal rompiéndose resonó en la habitación, interrumpiendo el silencio y atrayendo la atención de la joven, quien levantó la cabeza bruscamente, llena de temor e incertidumbre.

Julia se quedó perpleja al ver los restos de la taza esparcidos por el suelo.

Se preguntaba cómo había ocurrido eso, ya que estaba segura de haberla dejado cuidadosamente en su lugar.

Un escalofrío recorrió su espalda, y la inquietud comenzó a apoderarse de ella.

No era posible que aquel hombre despertara.

¿Y si alguna fuerza inexplicable había escuchado su deseo de no estar sola y de tener compañía, aunque fuera en forma de este misterioso hombre?

Ella levantó la vista con cierto temor en su mirada, preparada para enfrentarse a lo que pudiera encontrar.

Sin embargo, se encontró con la intensidad de aquellos ojos verdes, y por un instante, quedó sin palabras.

Una extraña sensación de calidez pareció envolver su corazón, haciéndola consciente del frío que la rodeaba por primera vez, tal vez no estaba sola en el mundo, tal vez Blas cosas empezaban a arreglarse.

—¿Estás despierto?

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