8. Es que eres una inútil.

— Supuestamente soy tu esposa y es mi responsabilidad cuidarte — respondió Julia.

— Por poco tiempo — murmuró Ciro entre dientes.

— Perdona, ¿dijiste algo? — preguntó Julia, incapaz de escuchar las últimas palabras pronunciadas por él.

— Que vengas aquí y traigas mis medicamentos — exigió él de mal humor.

Julia se puso nerviosa y mientras caminaba hasta su cama se tropezó con sus propios pies y es que se volvía muy patosa cuando los nervios la ganaban.

Las pastillas cayeron al suelo y Julia las pisó sin querer convirtiéndolas en poco más que polvo de distintos colores.

— Es que eres una inútil — dijo Ciro muy molesto — no solo una interesada sino también una inútil que no puede hacer las cosas más simples. Siempre te estás equivocando, el otro día me tiraste el café caliente encima y el otro ni siquiera pude dormir a causa de tus llantos de niña pequeña¿Es que no te cansas nunca de llorar?

La voz de Ciro se escuchaba más allá de la habitación, cada vez gritaba más alto haciendo que Ju
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