Ciro y Hanna se encontraban en el jardín, sonriendo satisfechos. Ambos miraban a su alrededor con una expresión de orgullo brillando en sus ojos.—Todo está perfecto — afirmó Ciro, dirigiéndose a su hija. Esta alzó su mano derecha, y Ciro chocó su palma abierta contra la de ella, celebrando el éxito de sus preparativos.—Solo falta que mamá y las abuelitas lleguen — comentó la pequeña con entusiasmo.—Exacto, no deberían tardar en llegar. Será mejor que tú y yo nos vayamos a cambiar de ropa — sugirió Ciro.Hanna asintió y, en brazos de su padre, se adentraron en la mansión. Una doncella se acercó para llevar a Hanna a su habitación, donde sería bañada y vestida para la ocasión. Mientras tanto, Ciro se dispuso a hacer lo mismo, pero no sin antes revisar un mensaje que había recibido en su móvil.Julia, Alice y María estaban sentadas en el coche completamente en silencio sin saber que pretendían hacer con ellas. A pesar de los cristales tintados, podían sentir la mirada intensa de los
Mientras era conducida a una sala separada, Julia se sintió la ansiedad creciendo al ser separada de María y Alice. Su respiración se tornó errática y sus ojos mostraban evidente preocupación.—¡Quiero a mi madre y a Alice conmigo! ¡Esto no está bien! — exclamó, mientras intentaba zafarse de las manos que la sostenían.Una mano firme, pero gentil, la tomó por el brazo. Isabella, con su expresión serena, la miró a los ojos.—Julia, te prometo que nada les ocurrirá. Necesito que confíes en mí solo por un momento.Julia la observó, intentando descifrar cualquier indicio de engaño en sus palabras. Luego de unos segundos, asintió, permitiéndole a Isabella continuar. La mujer comenzó a maquillarla con destreza, realzando su belleza natural. Una vez terminado, Isabella colocó con cuidado la venda sobre los ojos de Julia, asegurándose de no estropear el maquillaje.—Ahora, el toque final — dijo Isabella con una sonrisa, mientras vestía a Julia con un vestido de novia que, si bien era sencillo
Tras la emotiva ceremonia, Ciro y Hanna habían organizado un íntimo convite al aire libre. En un rincón del hermoso jardín, se había dispuesto una mesa adornada con flores silvestres y velas que iluminaban sutilmente el ambiente. El aroma de la comida recién preparada se mezclaba con el perfume de las flores nocturnas.María y Alice, sentadas frente a frente, charlaban animadamente, rememorando anécdotas familiares y comentando sobre lo inesperado y hermoso que había sido el evento. A su lado, Ciro, Julia y Hanna compartían risas y bromas, en una atmósfera llena de cariño y complicidad.La música suave que emanaba de un pequeño equipo de sonido llenaba el ambiente con un aire romántico y acogedor. Ciro se inclinó hacia su hija, extendiendo una mano en un gesto caballeroso.—Hanna, mi pequeña princesa, ¿te gustaría compartir un baile con tu viejo papá?—Pero papá, aún no sé bailar como tú.— respondió la niña, con sus mejillas teñidas de un rosado suave, asintiendo con timidez.Ciro so
El ambiente nocturno estaba cargado de magia. La luna llena y brillante bañaba el entorno con un resplandor plateado, mientras las estrellas centelleaban en el cielo, creando un panorama celestial que parecía pintado solo para ellos. Un ligero viento soplaba, llevando consigo el aroma de las flores nocturnas y el suave murmullo de las hojas de los árboles cercanos.Ciro tomó la mano de Julia y la condujo hacia un claro iluminado por la luna. En el centro había una manta dispuesta sobre el césped, rodeada por velas que iluminaban tenuemente el lugar y creaban una atmósfera íntima y acogedora. En la manta había una botella de champagne y dos copas, y a su lado, una pequeña radio que reproducía una dulce melodía, lenta y romántica.—¿Qué es todo esto? —preguntó Julia, su voz cargada de emoción.Ciro sonrió con ternura, mirándola directamente a los ojos. —Una sorpresa. Pensé que después de todo el alboroto de hoy, podríamos tener un momento solo para nosotros pero en medio de la naturale
El tacto cálido de las manos de Ciro se sintió como un fuego lento recorriendo el cuerpo de Julia. Sus dedos, con movimientos precisos y suaves, comenzaron a deslizar el vestido de novia de su cuerpo, haciendo que la piel de Julia se erizara ante su contacto. Cada centímetro de piel que quedaba al descubierto era explorado con reverencia, como si fuese un tesoro que por fin podía ser descubierto, como si apretara demasiado pudiera romperla y a la vez con posesividad, como si pudiera desvanecerse y dejar de estar allí.Julia cerró los ojos, permitiéndose sumergirse en el océano de sensaciones que le provocaba Ciro. El sentimiento de estar completamente expuesta ante él en medio del campo, en plena naturaleza, no era aterrador, sino todo lo contrario. Se sentía liberadora y verdadera, como si en ese momento, desnuda ante el hombre que amaba, estuviera mostrando no solo su cuerpo, sino también su alma.—Julia, no me tortures, desvísteme rápido o lo haré yo…— Aseguró Ciro impaciente.Juli
Los meses de embarazo transcurrieron como un sueño para Julia. En el cálido abrazo de su hogar, junto a Ciro y la pequeña Hanna, cada día se dibujaba con los colores suaves del amor. La ansiedad dulce y ganas de conocer al nuevo miembro de la familia llenaba las esperanzas de todos.Julia acariciaba su vientre abultado con ternura, imaginando las facciones de su bebé, preguntándose si sería niño o niña. Las paredes de la habitación ya estaban pintadas de un tono neutro, acogedor y cálido, y el armario estaba lleno de ropa de colores blancos y suaves, preparados para acoger al pequeño ser que pronto llegaría a sus vidas. Ya tenían la bolsa del hospital lista y colocada cuidadosamente en un rincón, esperando ser utilizada en el momento oportuno.Una semana antes de la fecha prevista del parto, una mañana tranquila se vio interrumpida por una sensación inusual que despertó a Julia de su sueño profundo. Sentía un click extraño, como un pequeño estallido interno, resonando desde el centro
Llegaron al hospital y Ciro, con el recién nacido en brazos, ayudó a Julia a salir del coche. El personal del hospital, alertado por la llamada que Ciro había realizado durante el viaje, ya los esperaba en la entrada de la sala de emergencias. Una enfermera corrió hacia ellos con una silla de ruedas, y ayudó a Julia a sentarse.—¡Bienvenidos! —dijo la enfermera con una cálida sonrisa—. Parece que ya han hecho la parte difícil. Vamos, los llevaré directamente a maternidad.—Gracias —suspiró Ciro, todavía sosteniendo a su hijo con cuidado mientras seguía a la enfermera por el pasillo. Al llegar a la sala de maternidad, fueron recibidos por un médico que los esperaba, listo para examinar al bebé y asegurarse de que tanto él como Julia estaban bien después del sorpresivo parto.—Hola, soy el doctor Martínez. ¿Cómo están todos? —preguntó el médico con una voz calmada y profesional.—Un poco sorprendidos, pero bien, creo —respondió Ciro, mientras Julia asentía, sonriendo débilmente al médic
El estruendo del motor de un automóvil, rugiendo a toda velocidad, rompía la tranquilidad de la noche en aquella carretera normalmente poco transitada. Otro conductor avanzaba en dirección contraria, ajeno al peligro que acechaba, hasta que los dos vehículos colisionaron en un instante fatídico. La visión fue tan repentina que resultó imposible tomar alguna medida, no hubo tiempo para reaccionar, esquivar la colisión no era una opción.Si los ocupantes de aquellos automóviles hubieran sido otras personas, tal vez el accidente no habría sido descubierto hasta el día siguiente debido al escaso tráfico en esa carretera. Sin embargo, se trataba de dos familias prominentes en la ciudad, una mucho más influyente que la otra. Ambas contaban con dispositivos de localización GPS y sistemas de envío de señales instantáneas a la policía en caso de accidente.Poco tiempo después, las ambulancias llegaron velozmente al hospital donde la familia aguardaba ansiosa. — Su padre falleció en el act