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—Te lo dije, lastimosamente los hombres somos muy básicos y la mayoría es fácil de interpretar, te lo digo yo que soy hombre.

—Me veo bien.

—Sí, niña, ya van como cien veces que te lo dije, ve y comete el mundo, me avisas cualquier cosa, las chicas también están ansiosas.

El vestido blanco que traía puesto, tipo sastre, era hermoso, elegante y adecuado para la secretaria de CEO de una trasnacional tan reconocida. Nunca pensó que el hombre que creyó amar fuera tan básico y cayera rendido sin siquiera ella pronunciar una palabra.

—El poder del dinero.

—¿Qué dices?

—Nada olvídalo, me voy, un taxi viene por mí.

—Yo seguiré soñando con Afrodita, aún quedan tres horas para abrir el salón y un día martes no son muy movidos—Mientras abrazaba su almohada y la otra la ponía entre las piernas, cerrando los ojos, entre murmullos y estirando la mano le decía a ella que era hora de marcharse, ella suspiró profundo, tomó su pequeño bolso, se vio por última vez al espejo.

Mientras, al otro lado de la
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