Yeison se abalanzó sobre mí y enterró su cara en mi pecho, y yo lo abracé de vuelta. Estábamos arrodillados en el suelo. Alexander estaba de pie con el arma que su padre le había dado, sosteniéndola en el pecho.Los cuerpos de Máximo y de Alfredo yacían en el suelo, inertes. Yo me sentí tan mal, me sentí sucia. Entonces me aferré a la espalda de Yeison con fuerza mientras él gimoteaba en mi pecho.No me imaginaba cómo se estaría sintiendo el muchacho. Yeison había metido a Alfredo en todo este lío, lo había secuestrado, lo había utilizado como moneda de cambio, y ahora estaba muerto, y seguramente se culpaba.Federico se apartó de Raúl y avanzó hacia donde yo estaba. Tomó a Yeison por los hombros y lo sacudió para que lo mirara a la cara. — No es tu culpa — le dijo — . No es tu culpa, hermanito. No lo es.Lo abrazó. Yo me puse de pie, temblorosa, y caminé hasta donde estaba Alexander. Lo tomé por el mentón para que dejara de mirar los cuerpos que estaban frente a él, para que me mira
Paloma se sentía tan cansada que quiso haberse quedado en la cama por una semana entera.Todo el cuerpo le dolía cuando la alarma la despertó en la mañana. Con el cuerpo entumecido y los párpados caídos, le ardía la garganta, le dolía el vientre, como si alguien le hubiese dado un puñetazo. Probablemente alguien lo hizo.Imaginó que debió haber ido al médico porque la habían drogado para dejarla inconsciente, pero se sentía bien en lo que cabía, y de no ser por la promesa que le había hecho a Yeison. Seguramente se quedaría en la cama todo el resto del día.Levantó la cabeza y comprobó que Xavier dormía plácidamente en un pequeño colchón a su lado. aunque la casa de Ana Laura era grande, no tenía demasiadas camas. De todas formas, se las arreglaron para que todos pasaran la noche ahí.Había tenido pesadillas casi toda la noche, sueños en donde la secuestraban, donde todo era oscuro mientras manos le tocaban el cuerpo, intentando arrancarle la piel. Y los ojos verdes de su padre la ace
No tuve más remedio esa mañana de levantarme muy temprano para ir a la naviera. Tenías tanto trabajo acumulado que seguramente me tendría ocupado hasta la madrugada del siguiente día, pero ya no podía evadir mis responsabilidades. Ahora que Máximo ya no estaba, no teníamos ninguna amenaza directa sobre nosotros.El círculo bajo seguía teniendo enemigos, pero después de la muerte de Máximo comenzaba a extenderse como pólvora caliente por todo el mundo delictivo de la ciudad, posiblemente del país o del continente. Nadie se metería con nosotros un buen rato.Así que llegué temprano a las instalaciones de la naviera y, de igual modo, Ana Laura y los gemelos hicieron lo mismo. También tenían muchísimas cosas pendientes en Transportes Imperio, sobre todo los negocios que ambas empresas tenían.Había muchas cosas por hacer y me sentí tranquilo mientras las elaboraba. Aquello me distraía lo suficiente para no pensar más en la situación de m*** que estábamos viviendo. A pesar de que ya no ten
Cuando, después de un par de tonos, la llamada se descolgó al otro lado, yo sentí un nudo. — abuelo? — pregunté, conmocionada. — Aquí estoy, mi niña — la voz al otro lado me hizo emocionar.Mis ojos se llenaron de lágrimas. — ¿Abuelo, cómo estás? ¿Cómo están los trillizos? ¿Cómo están todos por allá? — Es un lugar hermoso — me dijo el abuelo — . No me permiten decir cuál es porque la llamada puede ser interceptada, pero te prometo que estamos bien. Los trillizos están bien, están extrañándote mucho.Yo me senté en la butaca que había a un lado de mi escritorio, sin fuerzas en las piernas. Escuchar su voz me traía de nuevo una energía que no sabía que había perdido. — Quiero… quiero hablar con ellos — le dije, pero el abuelo negó. — En este momento están jugando. Pero ahora que tendremos comunicación, te prometo que en un rato, cuando lleguen, llamaré de nuevo para que hables con ellos. te han extrañado mucho, te he extrañado mucho. — Yo también te he extrañado mucho, abuelito
De la mano de Ana Laura, cruzamos el enorme parqueadero de la dirección que papá me había dado. La verdad, no tenía ni idea de qué podría ser, pero lucía como un edificio grande e imponente.Desde la primera vez que supimos sobre la ubicación del círculo bajo, en aquella fábrica abandonada en medio de la jungla, pensé que no era más que una organización mediocre que se escondía en las sombras y en las alcantarillas. Pero ahora sabía que no. Ahora sabía que todo iba mucho más allá de eso, y el edificio en el que estábamos entrando lo demostraba.Papá dijo: — Ven a una de las sedes del círculo bajo.Ahí estábamos, en uno de los edificios más importantes de la ciudad. Un hombre alto y rubio, que estaba de pie en el ascensor, nos observó detenidamente antes de presionar el botón y dejarnos pasar.No tuvimos que decir una sola palabra; seguramente ya conocía perfectamente nuestro rostro. Así que avanzamos despacio, y en medio del elevador, en el espejo, Ana Laura me apretó con fuerza la m
— ¿Ese es el nombre del guardaespaldas que me enviaste esta mañana? — pregunté, más bien asustado. — No es el nombre del guardaespaldas — me dijo Ezequiel, poniéndose de pie y caminando por la oficina.Era grande y ostentosa, con un enorme candelabro en forma de araña que reflejaba las luces cálidas que rebotaban por todo el lugar. Papá podría ser lo que sea, pero siempre había tenido un gusto impecable. — Tronte es el programa. Esos guardaespaldas, como tú los llamas, son soldados de élite. No tienen nombres, no tienen vidas. Solo viven para proteger a la persona que se les fue encomendada. Entonces, cuando nos referimos a ellos… — Tronte — Le corté. — Cuando nos referimos a ellos, nos referimos por el nombre del programa. Ya te lo dije, ellos no tienen nombres. Son números. — Esto es de bárbaros — dije con Ana Laura — . ¿Cómo pueden tener a personas así? Son casi como esclavos. — No lo son — respondió Ezequiel.Caminó hacia la licorera y sirvió tres enormes tragos de un licor
Xavier se había sentido bastante cansado los últimos días, pero esperaba que todo aquello cambiara.Después de lo que había sucedido con Máximo, entendía que el peligro que se cernía sobre ellos era tan real como el aire frío que le quemaba las mejillas esa noche.Ya era tarde; la medianoche había pasado hacía unos cuantos minutos, pero las luces de la casa de Raúl aún seguían encendidas. Sabía que el hombre había trabajado hasta tarde, seguramente quería dormir y descansar. Hacía menos de 24 horas que estaba secuestrado, pero él quería hablar. Necesitaba hacerlo.Un par de veces tocó la puerta antes de que Raúl se tardara un momento en abrirla. Cuando lo hizo, tenía un albornoz grande y unas rodajas de pepinillo cubriendo sus ojeras y los moretones en su cara. — Me estaba preparando para irme a la cama — dijo Raúl.Xavier sonrió con tristeza. — Lo siento de verdad, no era mi intención. Sé que estás cansado y necesitas descansar, pero necesito hablar con alguien. — Claro que puedes
Paloma caminó de un lado para otro. Alexander había movido las influencias suficientes para que los exámenes que se había realizado salieran lo antes posible, pero estaba tremendamente ansiosa y nerviosa.Una vez que había entrado a la habitación de Emilda, la mujer la había mirado a la cara, y cuando Paloma la observó, supo de inmediato que era su madre.Podía verlo en sus ojos, podía ver en su rostro, un poco envejecido, su propio reflejo. Eran tan parecidas que sintió un tremendo nudo en el pecho, una sensación agridulce y dolorosa, porque aún seguía amando a Azucena como su madre. Pero tal vez, como decía Alexander, la sangre llamaba, y había sentido un remordimiento enorme por Emilda al verla en esa camilla, por haberse negado tantas veces a ayudarla.Pero ahora estaba ahí, y esperaba que hubiese sido lo suficientemente pronto como para poder salvarla.Yeison seguía sentado en el mueble. Había estado demasiado callado ese día, y Paloma se acercó a él, se sentó a su lado y le apre