167°

Cuando, después de un par de tonos, la llamada se descolgó al otro lado, yo sentí un nudo.

— abuelo? — pregunté, conmocionada.

— Aquí estoy, mi niña — la voz al otro lado me hizo emocionar.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

— ¿Abuelo, cómo estás? ¿Cómo están los trillizos? ¿Cómo están todos por allá?

— Es un lugar hermoso — me dijo el abuelo — . No me permiten decir cuál es porque la llamada puede ser interceptada, pero te prometo que estamos bien. Los trillizos están bien, están extrañándote mucho.

Yo me senté en la butaca que había a un lado de mi escritorio, sin fuerzas en las piernas. Escuchar su voz me traía de nuevo una energía que no sabía que había perdido.

— Quiero… quiero hablar con ellos — le dije, pero el abuelo negó.

— En este momento están jugando. Pero ahora que tendremos comunicación, te prometo que en un rato, cuando lleguen, llamaré de nuevo para que hables con ellos. te han extrañado mucho, te he extrañado mucho.

— Yo también te he extrañado mucho, abuelito
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