Hubiera preferido evitarle ese dolor a Ana Laura, pero no tenía opción más que decírselo.Habíamos prometido en nuestra relación que ya no nos ocultaríamos nada, que no habría misterios ni mentiras entre nosotros. Pero tenía que saberlo, así como lo había sabido yo. Sin embargo, no me sentía con el valor para decírselo.Después de subirnos a la camioneta, aceleré despacio por la ciudad. Era tan entrada la noche que las carreteras estaban prácticamente vacías, y no me costó mucho dirigirnos hacia mi casa.No pude evitar notar cómo un par de camionetas del Círculo Bajo nos seguían. Seguramente era Tronte, o tal vez el grupo que papá había enviado para mí.El esquema de seguridad que papá había ordenado para nosotros era bastante más pequeño que el que teníamos cuando Máximo había estado vivo, pero al menos parecía suficiente para mantenernos a salvo.Aunque, como ya lo había pensado, nadie se atrevería a meterse con nosotros después de lo que le había pasado a ese joven mafioso.Recorda
No fui capaz de dormir claramente en toda la noche. En medio de mis pesadillas, regresaba una y otra vez el recuerdo de mi hermana ensangrentada frente a la entrada de la casa, con los orificios de las balas en su pecho, en su puerta.En mis recuerdos, escuchaba mi propio grito, que siempre se mezclaba con el grito de Máximo cuando Ezequiel le había disparado al pobre de Alfredo.Cuando me levanté en la mañana, sudorosa, con el cabello pegado a la cara, Alexander no estaba a mi lado, y aquello me asustó. Pero cuando vi la hora en el pequeño armario junto a la cama, entendí por qué: eran pasadas las diez de la mañana. Seguramente Alexander había ido a la empresa. Tal vez quiso dejarme descansar, aunque no debió hacerlo. Yo también tenía muchas cosas que hacer.El cansancio siempre seguía ahí, y ahora que entregaría el casino a la Orden del Círculo Bajo, tenía que prepararlo también.Me puse de pie y todo el cuerpo me dolió. Parecía que, a pesar de dormir, el cansancio nunca se iría. Me
Alexander respiró profundo ante la confesión de Carlota. La mujer se había sentado descaradamente en el mueble y había subido los pies sobre la mesita del centro. — Lo entiendo. Entiendo bien que tu información tiene un costo, pero ¿no te parece que entregarte el mandato del círculo bajo es un precio lo suficientemente alto como para que nos ayudes? — La mujer asintió. — Claro que sí. Pero aun así, sigue siendo un riesgo muy alto. Aun así, es probable que los Pilares que queden no me acepten y tenga que asesinarlos y buscar más Pilares. Solo que me ofrezcas el puesto del círculo bajo no significa que todos los problemas están solucionados, Alexander. En lo personal, yo consideraría que estaría bien derrotar a todos los Pilares antes de asesinar a tu padre.Alexander la miraba fijo. — ¿Hay que asesinarlo? — preguntó él.Todos los ojos se concentraron en la mujer, y ella asintió. — Claro que hay que asesinarlo. ¿Qué te pasa? Si tu padre está vivo, yo nunca podría hacer el reclamo. S
Yeison despertó prácticamente de un salto. Se había quedado dormido sin darse cuenta. El cansancio acumulado de tantos días y todo lo que había sucedido en la última semana lo habían tenido al límite, y estaba seguro de que no era el único.Podía ver en el rostro de Paloma y del resto de sus hermanos, incluso en el de Ana Laura, un sueño atrasado. Estaba seguro de que todos necesitarían por lo menos un mes de sueño entero para poder recuperar todo lo que habían perdido.Recostó la cabeza en la camilla y se había quedado dormido sin darse cuenta, y había despertado por las pesadillas que lo habían acometido.Cuando levantó la cabeza, somnoliento, observó a Paloma sobre la camilla. La máquina que separaba la médula ósea de su sangre estaba ahí, encendida, mientras ella reposaba cálidamente en la cama.Se veía tranquila, contenta, a pesar de que su gesto casi neutro le indicaba que estaba durmiendo. Apenas el día anterior había estado secuestrada, la habían golpeado y la habían ultrajado
Hicimos un desayuno rápido. Ana Laura hizo unos huevos revueltos, pero Carlota se metió descaradamente a la cocina y encontró un trozo de pollo que frió en una sartén llena de aceite. — En mi casa jamás me dejarían comer esto — dijo — . Dicen que una Carlota tiene que estar presentable, delgada y atlética.Se sentó a comerlo con los dedos en medio de la isla de la cocina. Nosotros simplemente comimos de los huevos revueltos con pan y café, y estábamos ahí desayunando tranquilamente cuando Xavier se inclinó hacia Carlota. — Entonces te pregunto, si Carlota es un título, así como cacique, ¿cuál es tu verdadero nombre?La mujer me dio una rápida mirada, seguramente para pedirme que le dijera a mi hermano que se quedara callado, pero yo la ignoré. La verdad no me importaba si se sentía incómoda con la pregunta, que ella misma le respondiera.Así que suspiró profundo y se chupó los dedos por donde escurría un poco de aceite. — ¿Qué te importa? — le dijo.Xavier sonrió un poco. — Está b
178Un mes podrá parecer poco tiempo, pero cada día para mí fue un infierno. De semana en semana pasé cada maldito día al lado de mi padre, escuchando sus estupideces, enseñándome sobre el círculo bajo, sobre todo lo que tenía que aprender para poder gobernar ese maravilloso mundo que él había heredado para mí. Y yo tenía que fingir que me sentía feliz.Él, en el fondo, sabía que yo no quería aquello, pero tenía que fingir que estaba resignado completamente. ¿Qué más podía hacer? Era la única opción que tenía. Aunque en este momento no tuviéramos ningún enemigo palpable, como había sucedido con Máximo, sabía que de alguna u otra forma un nuevo enemigo aparecería. Porque era lo que papá me decía. Me había prometido que el círculo bajo y el cacique siempre tendrían un enemigo. Por eso estaba ahí, porque tenía que encontrar la forma de dejar todo eso atrás para poder tener la vida que siempre había querido, al lado de Ana Laura y mis hijos. Los hijos que extrañaba cada día más. Pero no
Sostuve con fuerza la USB en mi mano, sin atreverme a hacer ningún movimiento. Sentado en el mueble de la sala, Ana Laura, a mi lado, entrelazaba sus dedos con los míos. Yo no quería abrirla, no quería ver aquel video porque era… era la última imagen de mi madre, la última que iba a tener de la mujer que creí que había sido mi madre. Me quedé un largo rato ahí sentado, hasta que Ana Laura se puso de pie. Desde arriba me observó, tendiendo su mano hacia mí. — Llegó la hora, Álex — me dijo con confianza. Y yo sabía que así era. Sabía que había llegado el momento, pero no tenía el valor de enfrentarlo. Desde que aparecieron los videos, tenía esa esperanza constante: *el siguiente video, el siguiente, el siguiente...* aquellas palabras de aliento que podrían venir de su boca. Pero ahora que sabía que este era el último, realmente el último, me sentía intimidado, como si al terminar la grabación, Azucena muriera en realidad, y esta vez para siempre. Pero tenía que enfrentarlo. Así
Ana Laura y yo nos quedamos ahí en silencio, mientras la pantalla congelada del televisor nos enseñaba el rostro de Azucena. Ninguno fue capaz de decir una palabra en un buen rato, hasta que Ana se aclaró la garganta. — Entonces, ella lo sabía. Siempre supo que Ezequiel se había convertido en el cacique del Círculo Bajo, y siempre supo que tú serías su heredero. Yo asentí. — Ella siempre supo que, a pesar de que mi padre murió, supuestamente, yo seguiría siendo el heredero, porque el Círculo Bajo nunca me perdió la pista. Mamá siempre fue muy astuta, siempre supo dónde estabas tú y los trillizos, porque contrataba hombres importantes que hacían trabajos por ella. Su dinero también poseía poder. Supo que tarde o temprano yo heredaría el mandato del Círculo Bajo, y por eso se preparó. Investigó los pilares por tantos años… Fueron muchos años. Ana Laura tomó su teléfono y observó. — Creo que reconozco este lugar. Son bodegas. Son bodegas donde las personas pueden almacenar