178Un mes podrá parecer poco tiempo, pero cada día para mí fue un infierno. De semana en semana pasé cada maldito día al lado de mi padre, escuchando sus estupideces, enseñándome sobre el círculo bajo, sobre todo lo que tenía que aprender para poder gobernar ese maravilloso mundo que él había heredado para mí. Y yo tenía que fingir que me sentía feliz.Él, en el fondo, sabía que yo no quería aquello, pero tenía que fingir que estaba resignado completamente. ¿Qué más podía hacer? Era la única opción que tenía. Aunque en este momento no tuviéramos ningún enemigo palpable, como había sucedido con Máximo, sabía que de alguna u otra forma un nuevo enemigo aparecería. Porque era lo que papá me decía. Me había prometido que el círculo bajo y el cacique siempre tendrían un enemigo. Por eso estaba ahí, porque tenía que encontrar la forma de dejar todo eso atrás para poder tener la vida que siempre había querido, al lado de Ana Laura y mis hijos. Los hijos que extrañaba cada día más. Pero no
Sostuve con fuerza la USB en mi mano, sin atreverme a hacer ningún movimiento. Sentado en el mueble de la sala, Ana Laura, a mi lado, entrelazaba sus dedos con los míos. Yo no quería abrirla, no quería ver aquel video porque era… era la última imagen de mi madre, la última que iba a tener de la mujer que creí que había sido mi madre. Me quedé un largo rato ahí sentado, hasta que Ana Laura se puso de pie. Desde arriba me observó, tendiendo su mano hacia mí. — Llegó la hora, Álex — me dijo con confianza. Y yo sabía que así era. Sabía que había llegado el momento, pero no tenía el valor de enfrentarlo. Desde que aparecieron los videos, tenía esa esperanza constante: *el siguiente video, el siguiente, el siguiente...* aquellas palabras de aliento que podrían venir de su boca. Pero ahora que sabía que este era el último, realmente el último, me sentía intimidado, como si al terminar la grabación, Azucena muriera en realidad, y esta vez para siempre. Pero tenía que enfrentarlo. Así
Ana Laura y yo nos quedamos ahí en silencio, mientras la pantalla congelada del televisor nos enseñaba el rostro de Azucena. Ninguno fue capaz de decir una palabra en un buen rato, hasta que Ana se aclaró la garganta. — Entonces, ella lo sabía. Siempre supo que Ezequiel se había convertido en el cacique del Círculo Bajo, y siempre supo que tú serías su heredero. Yo asentí. — Ella siempre supo que, a pesar de que mi padre murió, supuestamente, yo seguiría siendo el heredero, porque el Círculo Bajo nunca me perdió la pista. Mamá siempre fue muy astuta, siempre supo dónde estabas tú y los trillizos, porque contrataba hombres importantes que hacían trabajos por ella. Su dinero también poseía poder. Supo que tarde o temprano yo heredaría el mandato del Círculo Bajo, y por eso se preparó. Investigó los pilares por tantos años… Fueron muchos años. Ana Laura tomó su teléfono y observó. — Creo que reconozco este lugar. Son bodegas. Son bodegas donde las personas pueden almacenar
¡No quería esperar un segundo más!Me escapé de la reunión de trabajo y me hice la tan esperada prueba de embarazo.Mientras apretaba el pequeño plástico en mis dedos, sentía que el corazón se me salía, y cuando aparecieron las dos pequeñas líneas indicando que, en efecto, estaba embarazada, sentí que mi mundo comenzaba a desvanecerse. ¡Estaba embarazada de mi jefe!Un hombre con el que había sostenido por dos años una relación fortuita y a escondidas. Ni siquiera había terminado de analizar mi situación cuando el teléfono en mi bolsillo sonó. No tuve que ver para saber que era Alexander, mi jefe, quien me solicitaba.Así que me puse la prueba de embarazo en el bolsillo y regresé nuevamente a la mesa. El cliente, gordo, de mejillas rojas y frente sudada, ya estaba un poco ebrio. Cuando me senté, extendió la copa de vino hacia mí.—Bebe —me dijo, arrastrando las palabras—. Bebe, y entonces firmaremos este negocio.—Lo siento, yo no quiero beber. Creo que con agua...—¡Bebe ahora!
Todo el cuerpo me tembló de bajo de las sábanas, las manos comenzaron a sudarme y me senté en el borde, pero Alexander no quiso mirarme a la cara.—¿Qué significa esto? — le pregunté nuevamente. él se puso de pie, su musculoso cuerpo a la luz del sol del amanecer que entraba por la ventana.— Como lo oyes, Ana Laura, esto ya se tiene que acabar — con el corazón en un puño y sin creer todavía lo que estaba escuchando, me armé de valor para decirle que estaba embarazada, pero cuando abrí la boca las palabras se quedaron atoradas en mi garganta.— Yo… ¿Qué tal si estoy embarazada? — todo el cuerpo de Alexander se tensó, los músculos de la espalda se apretaron, pero luego soltó una carcajada cínica.— Claro que no, eso es imposible, recuerda que tengo la vasectomía, además no puedes quedarte embarazada, nos hemos protegido — ya no quise decir nada más, ¿qué podía decir al respecto? podría pensar que me había acostado con otro hombre.los ojos verdes de Alexander se posaron en mi con frial
El café se regó por el suelo alfombrado. El humo llenó el lugar. Alexander me miró con rabia contenida; aún seguía sosteniendo la mano de su futura esposa entre la suya, mostrando el anillo.—Lo siento —dije.Había arruinado el momento perfecto de la presentación de la prometida de Alexander. Me arrodillé en el suelo a recoger los vidrios de las tazas de café que habían caído. —Deja eso —me dijo Alexander con frialdad—. Esa no es tu responsabilidad. —No te pongas tan serio, hijo —doña Azucena me miró amablemente y me hizo un gesto para que volviera a sentarme—. Tienes cosas más importantes que hacer, Laurita.Tomé asiento torpemente con duda.—Exacto. Tienes una boda que preparar.Levanté la mirada hacia Alexander y traté de disimular un poco la rabia que me dio aquel comentario.—¿Yo? —le pregunté.Y Alexandra asintió.—Eres mi asistente, tú te encargarás de mi boda.Vi cómo todos me miraban con envidia, como si fuera un honor.No me atreví a mirar a los ojos a la madre de mi jefe
—¡Felicidades! Jefe... y jefa —Raúl pareció darse cuenta del ambiente apagado del ascensor y tomó la iniciativa de hablar.—Gracias, la boda es la semana que viene, estoy deseando que llegue —dijo Gabriela tomando el brazo de Alexander y se apoyó íntimamente en su hombro.Hacía tanto calor que me quité el pañuelo de seda que me rodeaba el cuello, dejando al descubierto la clavícula, y la depresión de mi corazón me hizo soltar un suspiro involuntario.—Ejem —Miré confundida el rostro enrojecido de Raúl, el muchacho desvió la mirada y continuó —El Jefe se va a casar, ¿y tú, Ana ¿Tienes novio? —Ya no tengo, me escasean novios — murmuré.Raúl pareció repentinamente interesado. Noté que era más o menos de la misma talla que Alexander, si no ligeramente más alto, y de complexión más fuerte.—¿Qué te parezco yo?El muchacho se quitó la chaqueta del traje y mostró sus músculos, haciendo rebotar sus pectorales de forma graciosa y me arrancó una sonrisa.Me pareció que el aire era menos opresi
No existían palabras para expresar lo incómoda que llegué a sentirme en aquel momento. Desde que salimos del restaurante hasta que llegamos al lugar de vestidos de novia, el auto se sumía en un silencio sepulcral. Traté de distraerme en mi celular, tratando de adelantar lo mayor posible la tan esperada y famosa boda. Aprovechando que la insípida de Gabriela estaba ahí.Quería girasoles, copas de cristal y vajilla transparente. Ciertamente, yo nunca había planeado una boda, jamás, así que aquello me resultaba nuevo y agobiante.Cuando llegamos a la tienda de vestidos de novia, me senté en un amplio mueble, tratando de alejarme lo más posible de ellos.—No entiendo por qué quieres apresurar tanto esto —le pregunté a Alexander en un segundo descuido de Gabriela.Pero él simplemente se encogió de hombros.—Tengo que hacerlo lo antes posible, esta próxima semana a más tardar. Te lo contaré luego —dijo en un tono un poco más bajo y menos enojado.Pero yo aparté la mirada, furiosa.—No me