169| Alex.

— ¿Ese es el nombre del guardaespaldas que me enviaste esta mañana? — pregunté, más bien asustado.

— No es el nombre del guardaespaldas — me dijo Ezequiel, poniéndose de pie y caminando por la oficina.

Era grande y ostentosa, con un enorme candelabro en forma de araña que reflejaba las luces cálidas que rebotaban por todo el lugar. Papá podría ser lo que sea, pero siempre había tenido un gusto impecable.

— Tronte es el programa. Esos guardaespaldas, como tú los llamas, son soldados de élite. No tienen nombres, no tienen vidas. Solo viven para proteger a la persona que se les fue encomendada. Entonces, cuando nos referimos a ellos…

— Tronte — Le corté.

— Cuando nos referimos a ellos, nos referimos por el nombre del programa. Ya te lo dije, ellos no tienen nombres. Son números.

— Esto es de bárbaros — dije con Ana Laura — . ¿Cómo pueden tener a personas así? Son casi como esclavos.

— No lo son — respondió Ezequiel.

Caminó hacia la licorera y sirvió tres enormes tragos de un licor
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