Alexander llevaba una semana sin poder tocar a su esposa, una maldita semana durmiendo en el ancestral castillo Deveroux, en el ala contraria a donde ella se encontraba. Apenas podían besarse a escondidas, pero siempre había gente tras ellos, intentando que no se quedaran a solas.Despertó de mal humor; estaba frustrado sexualmente y además odiaba despertar solo, sin su esposa. Caminó hasta el comedor esperando verla, pero allí solo encontró a Antuan. Ni Sophie ni Franchesca estaban allí, como era habitual a la hora del desayuno.—¿Dónde está mi esposa? —preguntó Alexander, sentándose en la mesa para empezar a desayunar.—No será tu esposa hasta el amanecer —aseguró Antuan sin levantar la mirada de su periódico—. Eso, o no verás un nuevo amanecer. Tal vez eso sea lo más probable.En ese momento, Antuan levantó la mirada y la fijó en el posible hijo de su mejor amigo. En realidad, conservaba la esperanza de que realmente fuera hijo de Robert y se transformara aquella noche. La forma en
Por fin el sol se estaba poniendo y Alexander estaba allí en medio de un montón de hombres. Algunos los conocía por sus títulos nobiliarios y otros ni siquiera parecían humanos comunes; aún sin transformarse, se veía claramente que eran lobos. Parecían vivir en esos mismos bosques o tal vez en otros.—Es hora de que la ceremonia empiece —anunció de repente el gran alfa Antuan.Franchesca no pudo evitar estremecerse al escuchar las palabras de su abuelo, sobre todo al rememorar todos los momentos que había compartido en el picnic esa tarde junto a Alexander."Por favor, diosa Selene, te pido que no me lo quites", rezó Franchesca incapaz de controlarse, y ¿cómo hacerlo cuando el hombre que amaba se encontraba en medio de un pequeño coliseo parecido al de los antiguos romanos?Aunque tal vez el nerviosismo de Franchesca se debía a lo que le había hecho beber a Alexander momentos atrás.Era una poción que le había dado su protector y mentor al encontrarse con él a solas. un momento. Tras
Franchesca, quien había tenido todo ese tiempo las manos en su boca para no gritar al escuchar los gritos de dolor de Alexander, ahora se encontraba parada al igual que todos los presentes. Pero en su rostro no había sorpresa, sino una mirada embelesada y llena de adoración que la llevó a echar la cabeza hacia atrás y a aullar en respuesta al ensordecedor aullido del lobo en el que se había convertido Alexander.Los reyes se voltearon a ver. No solo el esposo de su nieta había demostrado su legitimidad como hijo de Robert Di Angelo, sino que era más que apto para ser el esposo de su nieta al ser un lobo negro. Hasta la fecha, solo había un lobo negro entre los lycan y ese era Antuan. Anteriormente eran dos, ya que Robert, el padre de Alexander, también era un lobo negro. Los lobos negros no solo eran fuertes, eran los únicos que podían dominar a los otros alfas.Sophie le sonrió a su rey Antuan. La ley era la ley y, no importaba si era un lobo negro, tenía que luchar por la mano de Fr
El rostro de Franchesca irradiaba felicidad en ese momento, volviéndola aún más hermosa bajo la luz de la luna, especialmente cuando su abuelo colocó la mano de Alexander sobre la suya, reconociendo su unión. Pero lo que realmente la hacía feliz era sentir la mirada intensa y penetrante de Alexander sobre ella.No obstante, no todo era tan fácil como que el rey reconociera su unión, y ambos lo supieron cuando se acercó la reina con el chamán de los Deveroux, quien habló.—Has demostrado ser digno de tomar a la princesa como tu pareja frente a los miembros del clan Deveroux y los alfas de otros clanes, pero ahora ambos necesitan la bendición de nuestra diosa Selene—les explicó el chamán a ambos jóvenes.—Así es, ahora ambos deberán ir a la montaña donde se encuentra el altar de la diosa de los Deveroux y pedir su bendición—añadió Sophie, quien en ese momento era abrazada cariñosamente por Antuan, su alfa.—No creo que tengan problemas para obtener la bendición de la diosa Selene, ya qu
Antuan se encontraba en el balcón de la habitación del ala favorita del castillo ancestral de su familia. El balcón estaba iluminado por completo por la luz de la luna llena de esa noche. Tenía mucho por lo que agradecer y mucho por lo que pedir perdón, empezando por haber querido ir en contra de los designios de la diosa Selene al querer casar a su nieta con otro alfa. Antuan se encontraba tan absorto en sus propios pensamientos que no se dio cuenta de la presencia del otro lycan hasta que este se encontraba a su lado. —¿Te sientes mal por querer ir en contra de los designios de la diosa y en contra de la promesa que le hiciste a tu amigo ese día? Antuan se volvió ante la voz del lycan intruso, mostrando sus colmillos dispuesto a desgarrarlo. —No tiene por qué temer por mí, majestad—de entre las sombras apareció Markus Lamash. —¿Qué hace usted aquí, Lamash? Markus se acercó hasta el balcón sin temer a la amenaza implícita en el tono de la voz del rey lycan. —Aún recuerdo
Habiendo culminado con la tradición de emparejamiento, la loba blanca de Franchesca y el lobo negro de Alexander se adentraron nuevamente en la espesura del bosque, sus corazones latiendo al unísono con la adrenalina de la cacería. La luna llena brillaba sobre ellos, iluminando una vez más su camino hacia el templo de la diosa Selene.Al llegar al templo, un aura de magia los envolvió. La loba blanca y el lobo negro se miraron a los ojos, y una conexión profunda e inquebrantable fluyó nuevamente entre ellos. Con un aullido sincronizado, invocaron el poder de la diosa Selene, y una luz radiante los envolvió por completo.Cuando la luz se disipó, Franchesca y Alexander se encontraron frente a frente, sus cuerpos desnudos reflejándose en la superficie cristalina del lago de Selene. Sus ojos brillaban con la misma intensidad que la luna, y una sonrisa se dibujó en sus labios.El lago, alimentado por la fuente de Selene, era un espejo de su alma, un reflejo de la pureza y la conexión que c
—Soy tuya, Alex. Ahora nuestros destinos están unidos. Hasta el fin de nuestras vidas— respondió Franchesca, con voz suave y llena de emoción.El calor de la marca que se había formado en su cuello tras el ritual de unión y bendición de la diosa Selene la hacía sentirse no solo amada, sino también protegida, sobre todo al sentir alrededor de su cuerpo los fuertes brazos de Alexander.Ni siquiera el aire frío del bosque podía evitar que ella disfrutara de ese momento íntimo con su alfa, quedándose dormida entre sus brazos.Mientras la nueva pareja real era bendecida por la diosa Selene, en otro lugar del reino, Andrew convocó a Alexandra a su despacho.—Dime cómo es que Alexander pudo transformarse en un lobo negro— exigió Andrew, su voz cargada de incredulidad y tensión.Las palabras de Andrew llenaron de alivio a Alexandra. Desde la partida de su hijo con los reyes licántropos, se había sumido en una incertidumbre y ansiedad total.—¡Eso significa que Alex está vivo!— exclamó Alexand
—¿Por qué estás triste? —preguntó Alexander, mirándola fijamente antes de dejarse caer en el pasto y tumbarse observando las estrellas. Giró el rostro y le sonrió—. Hace mucho tiempo que no estábamos tú y yo a solas sin tanto alboroto alrededor. Es momento de que me cuentes cómo va tu vida de casada y qué tal te trata ese Markus.Teresa no pudo evitar sentir enfado al ver la forma relajada en la que se encontraba Alexander. Podía notar en su mirada cariño, pero ya no ese deseo y necesidad que siempre había percibido en él al verla.No pudo evitar soltar un bufido que disfrazó de suspiro al sentarse al lado de él.—Supongo que no puedo quejarme; me trata como una reina —mencionó ella, colocando su mano sobre la suya de manera descuidada, rozando sus dedos con el dorso de la mano de su amigo.Ese contacto fue extraño para él. Sintió algo indescriptible, no era dolor, no era repulsión, pero era algo que le hizo apartar la mano rápidamente cuando antes, sin duda, habría anhelado ese conta