Capítulo 81

Rudolph despertó conmigo. No se fue durante la noche. Quedó arropado a mi cuerpo, embriagándome con su aliento, arrullándome con el tamborileo de su corazón, atada a sus grandes brazos, hundida en su pecho igual a pollito desamparado.

-Quiero tener un hijo contigo-, le dije entonces.

Mi marido mantuvo sus ojos cerrados. -Estoy muerto, no lo olvides-, me dijo.

-Pero yo te siento tan real, tan vivo que quiero quedar embarazada-, le subrayé convencida. Rudolph recién me miró. Sus ojitos eran mágicos, redondos, grandes, muy románticos y varoniles a la vez, dominantes como un macho alfa que me seducía y me volvía su sumisa.

-Es imposible-, me insistió.

No es que quedara decepcionada, pero sí me sentí afligida. Mientras me duchaba pensaba en lo que le había dicho a mi marido, en la posibilidad de tener un hijo con él. Y recordé una noche que tomábamos café y manzanilla veíamos televisión.

-La clínica ha abierto un banco de semen, Patricia-, fue lo que me dijo.

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