Capítulo 134

El cuarto de los bebés, con sus tres cunitas, los juguetes, las cómodas con las ropitas, las cortinas, los dibujos y pegatines de jirafas y los parlantes con la música suave y apacible, ya estaba listo, bien ambientado, iluminado y ventilado, pintadito de rosado, cuando me vinieron las contracciones y los intensos dolores de parto. Eso fue, exactamente a las 8 y 23 de la mañana, cuando con Judith terminamos de colgar los mosquiteros. La primera contracción la sentí como un estrujón fortísimo que me dobló y me hizo trastabillar. Tuve que tomarme de una silleta porque parecía derretirme como una mantequilla.

-¿Qué pasó?-, me tomó del brazo Judith alarmada y preocupada viéndome con la cara ajada.

-Creo que ya-, junté los dientes y achiné mis ojitos. De pronto me vino otra contracción, esta vez aún más fuerte y doloroso. Me aferré a su brazo. -Ya, Judith, confirmado-, arrugué mi naricita sintiendo un geiser muy caliente, quemando mis entrañas.

-¿La fuente?-, preguntó Judith.

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