Capítulo 135

En ese momento que perdía la conciencia, agonizaba y que desfallecía irremediablemente, recordé al pez arowana. -¡¡¡Tú me prometiste que Rudolph volvería!!! ¡¡¡Cumple tu promesa, pez arowana!!! ¡¡¡No me defraudes ni me hagas pensar que eres un gran fraude!!!-, aullé con las últimas fuerzas que me quedaban.

Yo estaba segura que iba a morir junto a mis bebés y eso me frustraba, me hacía sentir aterrada y defraudada conmigo mismo y me aferraba a la idea de que tan soplo mi marido podría salvarnos. La angustia iba en aumento, el miedo se multiplicaba en el área de partos, Murphy estaba mucho más desesperado que al comienzo y veía las miradas de las enfermeras que amontonaban las lágrimas en los ojos, estaban empalidecidas e incrédulas. El desconcierto era tal que todo era gritos, empellones, desesperación y angustia. Cerré los ojos y me dije que había fallado y le pedí perdón a mis bebés. ¡¡¡Les fallé hijitos, lo siento, pero me iré con ustedes, yo nunca los voy a dejar!!!, les decía
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