Capítulo 73

Fue entonces que apareció Waldo Manfreed, para terminar de descomponer las cosas en mi vida. Yo estoy segura que lo había conocido de antes, quizás en una fiesta cuando era adolescente. Me era conocido. También había muerto.

Manfreed se presentó de repente, mientras volvía a mi casa, muy de noche, porque había estado editando unas fotos y videos para una publicidad de calcetines para caballeros. Iba manejando de lo más tranquila, escuchando salsa en un usb, cuando el tipo me pasó la voz desde la parte posterior de mi auto.

-Hola Patricia, hacía mucho tiempo que no te veía-, me dijo, confianzudo, la mirada poética y sutil, sonriente, con una risa tan larga y única, inconfundible, y la nariz puntiaguda. Ya se imaginarán el gran susto que me di. Grité como loca, zigzagueé el auto, casi me estrello con un poste, me subí a la acera, tenía mis ojos desorbitados, empalidecida y los pelos de punta. Él solamente se reía a carcajadas.

-Oye, soy yo, Waldo, no tienes por qué estrella
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