Capítulo 40

En esos días, Alondra pensaba haber encontrado la felicidad con Joan. Él, luego de haberla conocido en esa fiesta, la invitaba a pasear, ir al cine, a bailar y a divertirse, religiosamente los fines de semana. Viajaban incluso y hasta hacían locuras como lanzarse en paracaídas, practicar caza submarina y volar por los aires con areneros en la playa, espantando a los bañistas.

De repente, Alondra se enamoró de Joan, enceguecida de su encanto, sus locuras y la forma tan desenfadada en que vivía ese sujeto, con lujos y desenfrenos.

Las heridas que le dejó John las había suturado con los besos de Joan. Ella se sentía feliz disfrutando de las caricias de su nuevo amor y él estaba encandilado con ella, de su belleza, de su forma de ser siempre altiva como una diosa helénica. Jamás discutían y como les digo, parecían cronometrados, hechos el uno para el otro. Por eso me sorprendía que hayan terminado su relación, tan de repente. No entendía que un amor tan perfecto, una pareja donde r
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