Capítulo 39

Alondra tenía los ojos encharcados de lágrimas, estaba pálida y demacrada, ojerosa y tenía la carita desencajada. Había estado llorando toda la noche. No me podía engañar. -¿Qué es lo que te sucede?-, me alcé sorprendida desde mi escritorio, viéndola llegar a la agencia como una sombra vacía, apagada y exánime, lanzando su cartera y su abrigo, cuando ella siempre los colgaba en la percha con mucho cuidado. No me contestó, prendió su computadora y volvió a ponerse a llorar.

De un brinco salté a su lado y la abracé conmovida y desconcertada. Ella se tumbó a mi pecho y siguió llorando sin consuelo. -Dime qué es lo que ha pasado-, le insistí. Yo estaba extrañada y sorprendida por el incontenible llanto de mi amiga.

-Joan y yo terminamos-, me dijo finalmente, trastabillando ella con su interminable llanto.

Joan era el enamorado de Alondra. Ellos ya llevaban casi dos años juntos, la pasaban de maravillas, eran la pareja perfecta y se entendían como si estuvieran cronometrados. Alon
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