Capítulo 29. Un Dragón

Dejando claro su posición, la irritación en las palabras de Norah dejó un eco en la habitación. Albert se alejó dos pasos atrás de su esposa colérica, aún tenía su pierna en sus manos y ella a punto de caerse hacia atrás, tenía los codos contra la mesa, casi ofreciéndose a él.

Norah notó la extraña posición en la que estaba, y trató de zafarse de su agarre, pero con todo el movimiento que hacía, solo lograba que el camisón la descubriera más y más. Albert no la soltaba, y sonreía con el pequeño juego de su esposa que no hacía más que tentarlo cada vez que veía un pedazo de su pálida piel.

―¡Suélteme ahora!

―No, ―la tomó de las dos piernas y la jaló hacia él. Un pequeño golpe resonó en la mesa cuando ella quedó pegada al escritorio. Albert sintió un poco de pena y quiso levantarla, pero ella solo le envió una patada al pecho.

―¡No se acerque a mí!

Norah trató de bajarse del escritorio, pero Albert no se lo permitió, en cambio, no importando los

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