96.

La voz de Albert tomó a todos por sorpresa, pero la flecha que el Señor Guillén había dado la señal de disparar, ya estaba en curso. Quien quiera que hubiera disparado la flecha tenía un objetivo muy claro, la mujer de cabello plateado. 

Norah no se había movido a tiempo cuando, pero Sir Caplin la envolvió en sus brazos y tomó la flecha con su cuerpo. Fue breve, fue rápido, solo un respiro y en un segundo los dos cayeron al suelo. Norah sin ningún rasguño, pero el hombre con una estaca clavada en su hombro. Sangre brotaba de su cuerpo y un quejido salía dolorosamente de su boca. 

―Sir Caplin… ―Norah lo sintió desfallecer, los ojos del hombre se cerraban poco a poco con una neblina cubriendo su mirada. ―Quédese despierto, no se duerma. <

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