92.

La tarde pasó a gusto, la temperatura era la correcta en la mansión y en el ducado. Un sol brillante, pero no ardiente se asomaba a lo lejos, mientras la suave brisa hacía que el aroma de las flores inundara la mansión. Se sentía una tranquilizadora vibra en todas partes. 

A Norah le gustaba ese clima, fresco y tranquilo, sin embargo, sabía que algo faltaba. Aún no dejaba de pensar en el hombre que le causaba tantos conflictos a su alma. El corazón de piedra que pensaba tener, se había convertido en carne y sangre, y palpitaba rápido como feroz tambor de guerra por ese hombre. 

«Lo extraño»

Se sorprendió pensando en él, en cuanto significaba su presencia para ella. 

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